𝔼 𝕃 𝕃 𝕆 𝕊

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Tomándolo repentinamente de los hombros, el mayor inspeccionó el uniforme del moreno de pies a cabeza en busca de alguna imperfección, hasta el más mínimo de los elementos era importante.

          «"𝓮𝓼 𝓾𝓷 𝓱𝓸𝓶𝓫𝓻𝓮 𝓮𝔁𝓽𝓻𝓮𝓶𝓪𝓭𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓮 𝓮𝓼𝓽𝓻𝓲𝓬𝓽𝓸. 𝓝𝓸 𝓮𝓼𝓽é𝓼 𝓷𝓮𝓻𝓿𝓲𝓸𝓼𝓸"», recordó, obligándose a regular su pulso y respiración acelerada.

          —Quítate la capa —ordenó el hombre desde atrás.

          Alan se apresuró a hacerlo tragándose en el momento su revoltijo emocional. El oneiro retiró la prenda y en cuanto extendió el brazo con tela en mano, uno de los cocheros se acercó para tomarla; quitó la cinta alrededor de la cintura del moreno y acomodó, desde el cabello hasta los zapatos, cada detalle dándole una mejor presentación.

          Observándolo una última vez, se acercó al rostro del muchacho, quien aguantaba la respiración con los ojos cerrados, rígido como un tronco. La mirada verdosa del oneiro observó una última vez cada minúsculo detalle. Motivado por la curiosidad, movió sus manos en dirección al antifaz del moreno, sin embargo, se detuvo en seco frunciendo los labios.

          —Póntela.

          Un ademán fue suficiente para indicar al cochero de cabellera clara que se acercase para entregarle la capa al moreno. Ocultando su nerviosismo, Alan la tomó lanzándole una mirada discreta al misterioso hombre onírico, sólo para encontrarse con sus ojos verdosos clavados en él como si buscara penetrar en la profundidad de su alma. La cabeza le punzó obligándolo a bajar la mirada. 

          —No perdamos el tiempo, humano —habló este acercándose—, lo indicado sería que nos presentáramos, ¿no cree? Al fin y al cabo, la probabilidad de que sea uno de los nuestros es siempre un misterio.

          Una ligera brisa se coló en medio de aquel primer encuentro. La apenas visible luz de la luna iluminó la dorada corona de laureles que adornaba los cabellos celestes de aquella criatura del sueño.

          —Yo soy un hijo de la Tierra y fiel servidor de la Corona Onírica; Sargento del Grupo de Caza, Sargento del Ejército Real, protector legítimo de Su Señorita y oneiro artificial de la felicidad —el hombre hizo una corta y rápida reverencia—: mi nombre es Eftychía..., pero debe usted llamarme «Sargento Eftychía».

          El Sargento hizo una mueca y lo miró confundido, acercándosele.

          —¿Qué pasa? ¿Es mudo, le comió la lengua el gato o es retrasado y no habla?

          Alan cayó en cuenta de no haber dicho una sola palabra desde que los oneiros habían llegado, pensaba que se desmayaría si se atrevía a hablar. Presionándose mentalmente, obligó a su determinación ser más fuerte que todas sus inseguridades e hizo su mejor reverencia al Sargento frente a él. Un recuerdo fugaz pasó por su cabeza: «"𝓽𝓾 𝓲𝓭𝓮𝓷𝓽𝓲𝓭𝓪𝓭 𝓭𝓮𝓫𝓮 𝓹𝓮𝓻𝓶𝓪𝓷𝓮𝓬𝓮𝓻 𝓸𝓬𝓾𝓵𝓽𝓪."»
 
          —Yo soy hijo del hombre y-y busco ser un servidor de la Corona Onírica: mi nombre es... Za-rai... ¡Zarai! —el moreno se levantó despacio. «No mames, Alan, ¿Zarai? ¿Za-vala y Rai-lef? ¿No había algo mejor?».

          —Zarai... —el hombre lo escudriñó asintiendo levemente—. Muy bien.

          El Sargento dio media vuelta y caminó en dirección al carruaje haciendo a su capa ondear.

          —Andando entonces, Zarai, no podemos hacer al Oráculo esperar.

          Al pasar al lado de los cocheros, Alan, se percató de sus apariencias similares: ambos tenían miradas azuladas tan pálidas como sus pieles; sus cabellos, uno claro y otro oscuro le daban la impresión al moreno de que eso era lo único que les diferenciaba, sin embargo, lo más destacable en aquel encuentro era que lo estaban olfateando. El muchacho se apresuró a subir al carruaje, detrás de él, una de las criaturas cerró la puerta asegurándola desde fuera.

You Are My Soul: άλφαDonde viven las historias. Descúbrelo ahora