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Era lunes en la mañana y Doyoung caminaba alegremente por los pasillos de la universidad sorprendiendo a todos los que lo veían.

Había llegado al primer día de clases y eso era algo para recordar entre sus compañeros, el solamente solía llegar a clases cuando tenía dinero para el autobús o todo sudado luego de haber caminado por hora y media para llegar a los exámenes.

Pero este semestre sería diferente, había recibido un pago adelantado por el primer mes y con ello había podido pagar el transporte a su casa, llevar su ropa a la nueva casa, darse un baño y llegar allí presentable.

Le fue realmente bien en clases, sus maestros lucían sorprendidos y más de uno le había dicho que esperaba mucho de él ese semestre. Doyoung era uno de los mejores estudiantes, pero a veces el dinero le impedía llegar a clases, muchas veces había tenido que elegir entre comer, pagar el agua, la luz o ir a la escuela.

Llego a la mansión por allí del medio día, la mayoría de sus clases eran temprano y tenía otras en línea así que no interrumpían su trabajo.

Llego a limpiar y eso le debió haber tomado al menos 4 horas, la casa era enorme, había mucho que limpiar, mucho que arreglar, regar las plantas, no era una tarea fácil. Hizo su comida y aprovecho a hacer la cena para su jefe, por lo que termino sus debes por ahí de las 6 de la tarde. Cuando tuvo tiempo de revisar su teléfono noto que tenía un mensaje de un número desconocido.

Llegaré tarde. – J. J”

-¿Qué mierda? – hablo en voz alta-

“¿Quién eres?” –envío un mensaje de vuelta. ¿Por qué mierda alguien le escribiría que llegaría tarde a casa? Ni que fuera su esposa o…

Y ahí se dio cuenta del enorme error que había cometido. –mierda.

Se encerró en su habitación, no sabía qué hacer. ¿Debía enviar otro mensaje? ¿Marcarle? No eso sin duda estaría mal, tal vez podía hacerse el loco, que no había sido él.

En ese momento su teléfono volvió a sonar. No quería verlo pero la curiosidad le mataba.

“¿Tu quien crees?”  Quería tirar su teléfono por la ventana, era obvio que se estaba burlando de él.  Un error podría haberlo cometido cualquiera pero por qué el sentía tanta vergüenza por eso. Se agarró el cabello frustrado - ¿Por qué hice eso? –se quejó.

Alguien por favor, regrese el tiempo para evitar que sea tan pendejo. Rogaba pero sabía que sus suplicas no serían escuchadas.

Genial- se acostó mirando al techo- Ahora seguro cree que soy tonto. Aunque espera- se volvió a sentar- ¿A mí eso que me importa? Es solo mi jefe, mientras le guste mi trabajo no debería pensar nada más. – se intentó convencer a sí mismo y se fue a dormir entre quejas.

Era de madrugada cuando un ruido lo despertó, Doyoung quien estaba acostumbrado desde hace un par de años a vivir solo se estaba cagando del susto. – Seguro son unos ladrones- se levantó de la cama con cuidado- ¿Qué se supone que haga? Si esta casa ni es mía. –Tenía tantas ganas de llorar cuando escucho otro golpe.

-Mierda, mierda, mierda. ¿Dónde está? –busco entre sus cajones su teléfono. Le envió un mensaje al secretario de su jefe. Probablemente el sabría qué hacer.

Creo que alguien se metió a la casa. Cuando veas esto por favor llama a la policía.

Se puso sus nuevas pantuflas que el señor le había obsequiado y abrió la puerta con delicadeza, intentaría escapar de allí. No se iba a quedar en esa casa si la estaban robando o si los intentaban secuestrar. Por no decir que también era chismoso y quería saber que pasaba.

No soy su sirvienta. | JAEDO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora