4.

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Capítulo 4.
El Móvil.

Agosto 16.

Cómo prometió, a la mañana siguiente, sin falta y sin haber sonado aún el reloj para las doce, Zulema iba caminando por los pasillos energéticamente, bailando y acompañando sus pasos con palmas.

—Buenos días Altagracia... Hierro... ¿No os parece que hoy hace un día precioso?

Y sin dejarlos responder, ya había dado un salto y llegado a su celda, dónde encontró a Almendra, sentada de rodillas frente a su cama, con un libro sobre ella y tres filas de polvo blanco.

—No aspires eso, dicen que hace mal al cerebro, y yo necesito el tuyo hoy —Dijo golpeando con su índice la cabeza de aquella y sentándose a su lado

—¿Has conseguido el móvil?

Zulema largo un suspiro.

—Hice lo que pude, pero no ha podido ser, Anabel llevaba el coño a reventar de droga hoy y no le entraba el móvil, ni uno de los viejos, ¿De esos que miden 5cm y no sirven ni para enviar un texto? Pues ni de esos le entraban

Almendra golpeó su cabeza contra la litera.

—Pero claro, un mal chiste y 300€ hacen milagros —Y sacando de su bolsillo un teléfono, Zulema pudo ver cómo los ojos de su compañera se iluminaban y daba un salto para agarrarlo.

—¡Toma ya!, ¡Joder eres increíble!

Zulema alza las cejas obvia.

—Quiero 2 cosas por el —Empieza la mora

—¿Haces favores para que te den algo a cambio?, Que anticuada Zulema

Zulema ríe

—1... —Se levanta y camina hasta la mesa a su lado, toma la radio de Saray y coloca la primera canción que escucha que están reproduciendo—Me encantaba salir a bailar cuando era joven, aquí no lo puedes hacer mucho—Dijo entre suspiros, moviendo sus caderas al compás de la melodía

Zulema da giros y mueve su cabello, rota su cuello y menea sus hombros.

A paso lento y sin perder el movimiento se acerca a Almendra, extendiendo su mano.

—Así que lo primero que quiero es bailar

Almendra ríe ingenua.

—No bailaré

Zulema sonríe triunfante

—Si lo harás —Susurra, tomándola y haciéndola levantarse, colocando sus manos en las caderas de aquella y obligándola a moverse—Vamos... Así está mejor...

Y se separa, bailando por su cuenta, extendiendo sus brazos lo más que se le permite y cerrando sus ojos, sintiendo a lo lejos la mirada de Almendra sobre ella.

—¿Y la segunda cosa? —Pregunta sin dejar de menear su cuerpo

—Y la segunda cosa...

Zulema la mira, la apunta con su dedo y se acerca a ella, tomando su cabello y peinandolo con sus dedos, sintiendo su suave piel en la yema de estos mientras da la vuelta a su cuerpo y abraza su cintura, besando su cuello, sabiendo que sonríe aún sin verla de frente.

—Quiero un pequeño favor

—¿Un pequeño favor?

—Ajam... —Susurra en su odio, sin soltar su cuerpo, moviéndose coordinada con ella, dando giros y bajando a sus caderas

Zulema se separa, toma aire y vuelve a mirarla, juntando su frente con la suya, mirándole a los ojos.

—Quiero que llames a este número con el móvil que acabo de darte —Zulema le enseña su mano, con el teléfono escrito en ella—contestarás y dirás qué habla Sofía Gutierrez, grábate bien ese nombre, preguntarás por el caso de Rodrigo Gutiérrez y me darás la razón

—No lo haré —Contesta Almendra con firmeza, separadose de la morena

—Oh, si lo harás, si no quieres amanecer colgada de las duchas, lo harás

Zulema reía a carcajadas, cantando y girando por toda la habitación, viendo cómo Almendra ha dejado de moverse, mirándola fijamente, sin hablar, pero notablemente molesta.

—¡Venga ya!, ¡No te quedes ahí parada pequitas!, ¡Vamos a bailar!

Y tomando a Almendra por las manos, Zulema le hizo dar un giro y moverse junto a ella, haciéndola olvidar por un segundo que hablaba con Zulema Zahir, la mayor hija de puta que podría conocer jamás.

AlmendraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora