2.

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Capítulo 2.
Almendra, como el fruto seco.


Agosto 14.

—¿Sabes que molaría un montón?

—¿Qué?

—Una banda dentro de la cárcel —Saray deslumbraba a su acompañante con sus locas ideas, caminaban juntas por la galería mientras la gitana cantaba sus ya tan conocidas melodías.

Zulema bufa.

—¿Una banda?, ¿Tambien quieres bailarines y coristas?

—No estaría mal, eh, no estaría nada mal...

Zulema sigue caminando entre risas.

El sonido de las rejas abriéndose y cerrandose era común al oído de las presas. Era como una canción de cuna en las noches, el paso de los funcionarios, la Luz de las linternas en sus ojos y los tiesos colchones en sus espaldas.

Lo que no era común, era recibir visitas a la noche.

Y menos de nuevas presas.

—Almendra Herrero, celda 307, deja tus cosas y haz la cama

Zulema se levantó de golpe al escuchar al funcionario, había una cama libre, si, pero no paciencia disponible.

—¿Una novata?, Estarás de coña, Altagracia.

—Anda, haz la cama —Se dirigió a la morena, ignorando por completo a Zulema.

—¿No sé supone que deberían ingresarla a la mañana?, ¿Que hace esta pija a estás horas aquí?

Y haciendo caso omiso, Altagracia salió de la celda.

Genial, nueva compañera de habitación.

Eso diría si fuera el instituto.

Pero esto no es el instituto.

—Jo —Suspira, intentando aguantar la carcajada—¿Almendra?, ¿Cómo el fruto seco?

—Como el coño maloliente de tu madre

Zulema ríe, aunque ya no con el mismo ánimo.

—Y no soy una novata, no llevo aquí 2 putos años como para que una pirada venga a tratarme como inferior

—¿Dos años?

—Me trasladaron

—Ya

Y volviendo a subir sus pies sobre el colchón, Zulema empieza a tararear una canción.

Almendra termina de hacer la cama y se recuesta en ella, cruzando los brazos sobre su cabeza, harta de escuchar la voz de aquella mujer.

—¿Quieres callarte de una puta vez?

Pero Zulema sigue cantando, fingiendo que la morena no está allí.

Pasan los minutos, y ella no para de cantar.

—Joder... ¿Tienes un cigarro? —Soltó la chica de repente.

Zulema freno su melodía.

Llevo su mirada hasta la chica de la litera de enfrente, dibuja con su dedo índice en el aire, ¿El qué? Solo ella lo sabe.

—Solo uno.

Zulema saca el último cigarrillo que tenía guardado y lo enciende, levantándose de su cama y caminando hasta la de Almendra.

Suelta el humo y le ofrece el cigarro.

—No me dijiste tu nombre aún

—Y no lo haré —Respondió seca la mujer de ojos verdes, observando atenta a la chica frente a ella

—Escuche a Altagracia decirlo—Toma del cigarrillo—¿Te digo algo?

—Iluminame

Almendra deja salir el humo de su boca, llenado el rostro y las fosas nasales de su compañera de el. Dejando salir un suspiro, habla.

—Tu nombre es ridículo

Zulema ríe a carcajadas.

—Lo dice la mujer con nombre de fruto seco

Y arrebatándole el cigarro de la boca, Zulema camina a paso lento hasta su litera, cantando una vez más.

No sabía el porque.

Pero esa mujer no le caía nada bien.

Tal vez porque sabía que era igual a ella.

Una hija de puta.

Y eso no le agradaba en lo absoluto.

AlmendraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora