5.

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Capítulo 5.
El niño perdido.

Agosto 17

Después de almorzar, Zulema acompañó a Almendra hasta su celda, sin quitarle los ojos de encima, y con su burlona sonrisa en su rostro caminó junto a ella.

Todo estaba saliendo como estaba planeado, no había manera de que su plan fallara.

Almendra llamaría a comisaría y le daría a ella la información del caso, haciéndose pasar por la hermana del pequeño niño secuestrado, y al saber la ubicación exacta de Rodrigo, Zulema sobornaría al juez para que le diera la libertad.

Era el plan perfecto, lo sabía, pronto estaría afuera, tomándose una limonada y viendo el atardecer mientras los dedos de sus pies van a jugar con el césped en el suelo, saboreando el dulce aroma a fresas y naranja en su perfume y disfrutando de su más grande anhelo.

Ser libre.

—Venga pequitas, no tenemos todo el día

Almendra tomó el teléfono y marcó el número escrito en la palma de Zulema, pusó la llamada en altavoz y espero a que la persona detrás de aquella secuencia de números contestara.

—¿Diga? —Hablaron detrás de la linea

—Si, disculpe, habla Sofía Gutierrez, llame hace unos días, perdone que le moleste señorita pero estoy desesperada —Almendra había empezado a llorar, haciendo que la mujer detrás del teléfono se compadeciera de ella—Sé que está prohibido hablar del caso pero de verdad necesito saber algo de mi hermano, él... Él es solo un niño, es un niño bueno, yo lo sé

Zulema no podía dejar de sonreír, aquella mujer de ojos miel era muy buena mintiendo, hasta ella podría llegar a creerle, lo cual es sencillamente asombroso.

—Paso... Paso las noches sin dormir, me atormentan las pesadillas. Tenga por seguro que no estaría haciendo esta llamada sino fuera importante—Almendra se calló, controlando su el subir y bajar de su agitado pecho—Se lo suplico, podría decirme algo, ¿lo que sea?, ¿Sabéis dónde está?, ¿Habéis encontrado algo?

La mujer tras la llamada suspiro, estaba prohibido hablar del caso, y más si era por teléfono, pero la voz de Almendra sonaba tan agobiada y sincera que decidió hablar.

—Creen que puede estar en Móstoles, en sus posibles últimas semanas de vida —Murmuró aquella, Almendra agradeció infinitas veces y terminó la llamada.

Zulema, quien no se esforzaba en ocultar su alegría, aplaudía a la mujer entre risas.

—Que gran espectáculo, debo decir que si no fueras una asesina te iría muy bien como actriz

—No soy una asesina—Chilló

—Ya... —Zulema sonrió, tiró un beso al aire y salió entre cántaros de la celda, sin poder, ni querer dejar de sonreír

...

Aproximadamente, a las 17:00 horas, Almendra fue entre salto y salto hasta la celda de rizos, quien la esperaba recostada en su litera, con una revista entre manos.

—¿Qué lees? —Preguntó subiéndose a esta

—No lo sé, la he encontrado por ahí

Almendra ríe, observandola curiosa.

—Te queda la voz gruesa, ¿Sabes?

Kabila estalla en carcajadas, aplaudiendo y cubriendo su boca entre risa y risa.

—Que gilipollas eres, tía

Almendra sonríe y del bolsillo de su pantalón saca 300 euros.

—Toma, por tu excelente actuación

Rizos toma el billete y le besa, orgullosa de tenerlo entre los dedos de sus manos.

—Bueno, pues cuando necesites a alguien que imite a un agente de policía ya sabes a quien llamar

Y dando un guiño, salió de la celda, aún admirando aquel precioso papel con valor.

Tenía razón, era buena imitando a la policía...

La noche anterior, Almendra escucho como Estefanía se quejaba en la galería, expresando abiertamente que necesitaba dinero.

Almendra tomó el móvil que le había dado Zulema y llamó a su madre, la única que jamás le había dado la espalda.

—¿Mamá?, ¿Crees poder conseguir 800 euros para mañana? Es urgente

Luego hablo con Kabila.

—Venga rizos, que esto nos beneficia a ambas, yo le jodo la fuga a Zulema y tú ganas 300 de los grandes por hacer una llamada, es un negociazo tía

Y a la mañana siguiente, cuando Zulema la hizo llamar a la policía, en realidad llamó a Kabila, quien paseaba por la galería, escondiéndose de cuán funcionario veía.

Y pum, en cuestión de una noche, había conseguido mantener a Zulema dentro de ese agujero, salvarse el pellejo y conseguir un móvil.

Y lo mejor, tendría a la mora varios días intentando buscar a aquel niño, dandole a ella todas las herramientas para planear su propia fuga.

Un móvil.

Dinero.

Un cómplice.

Y tiempo.

Mucho tiempo.

Tenía la suerte de su lado, las cartas a su favor y las manecillas del reloj girando hasta el momento de su partida.

La cual no tardaría en llegar.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2021 ⏰

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