La Sombra del Reloj: Un Oscuro pasado

Capítulo IX: Presente, Pasado y Futuro

IX: "Presente, pasado y futuro"

El odio, la negatividad, sentimientos que hacen del ser humano una persona pesimista, deprimida, mala. Todos tenemos momentos de ira, tristeza, bronca, pero podemos vivir con ellos. A veces uno piensa en qué pasaría si esos sentimientos se eliminaran por completo de nuestro ser, y aunque crean o no, no es algo grato. Esos sentimientos nos ayudan a equilibrarnos, a poner en la balanza lo positivo y lo negativo. Solamente piensen esto: ¿Qué pasaría si no pudieras cerrar el duelo llorando a un ser querido que se fue de tus manos? Si el dolor, la ira, la tristeza, y los sentimientos negativos no existieran, las almas de nuestras queridas personas a recordar, no podrían ser conmemoradas.

Los diferentes estados emocionales podrían ser el complemento de ser. Sin miedos todos seríamos valientes, nos llenaríamos de orgullo, llegaríamos a ser héroes, nos animaríamos a más, la emoción a lo desconocido ya no existiría y no nos correría la adrenalina que nos llena cada vez que enfrentamos un miedo. Miedo y dolor, dos partes de una esencia, dos caras que complementan, dos cosas que modelan la persona. Dos partes que nos hace imperfectos.

Tal y como el viejo Tom nos había dicho, el cielo nos acompañaba en silencio, la noche nos fortalecía con un cálido abrazo. Mis ojos se encontraban fijos en las líneas blancas que separaban los dos carriles. Melisa a mi lado, con sus ojos empapados en lágrimas, trataba de no dejarlas ir, supuse que por demostrar fortaleza, pero ya la conocía lo suficiente como para saber que por dentro el miedo y la tristeza hacían un festín, festejando su dominio en su interior.

La noche prestaba muchas estrellas. Me tomé un segundo para mirar el cielo y contemplar los distintos destellos que danzaban en el enorme color azul oscuro. Algunas estrellas resplandecían más que otras, algunas morían en el intento de viajar hacia el infinito y sin exigirles algún delego las dejaba caer en la inmensidad de la noche.

Melisa alzó la mirada mientras sus ojos se secaban. Cruzando una montaña, una oscura nube se movió para dejarnos ver el camino, el pequeño círculo careciente de estrellas nos indicaba que estábamos cada vez más cerca.

Melisa: - A veces creo que fue mi culpa insistir en tu despertar, en buscarte otra vez. Si no hubiese interferido nada de esto hubiera pasado. Nadie saldría lastimado. Nadie tendría que haber muerto, ni la gente del tren, Leonard, Tom. Me siento tan culpable.

Adriel: - No seas cruel contigo misma. Los dos sabemos que no es tu culpa. Hiciste todo lo que estuvo a tu alcance por mi bien.

Melisa: - Pero no estás bien. Habías conseguido un lugar, una familia, amigos. Eras feliz.

Adriel: - Pero me faltabas tú.

Melisa enmudeció al escuchar mis palabras. Tragó la saliva que le impedía seguir hablando y agachó su mirada.

Adriel: - Todavía no puedo recordar toda mi vida pasada, pero si sé lo que siento en este momento. Y sé que me enamoraste otra vez.

Melisa: - Adriel...

Adriel: - Estoy feliz de haberme cruzado contigo, así no termine de recordar, yo sé que cuando llegue el momento, va a ser muy intenso y reafirmaré lo que me está pasando.

Mis ojos eran casi impredecibles, ni el llanto ni el dolor se presentaron. Volteé hacia los ojos de Melisa. Le demostré una sonrisa y le dije:

Adriel: - Además, cuando terminemos con esto, todo va a volver a la normalidad, y tendré la oportunidad de ver a Tom como antes y la gente de aquel tren retomará su vida normal. Asique no te preocupes.

Ella me miró, su cara se destensó, me dedicó una sonrisa y se notó su tranquilidad cuando volvió a tomar mi mano. El viaje hasta el misterioso sitio se hizo más liviano al saber que estábamos el uno para el otro. Pronto llegamos al lugar señalado por las estrellas.