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Seonghwa nunca había estado enfermo de amor en su vida, pero aquellos meses que pasaron con la salida del menor lo convirtieron en un insomne anoréxico, consumiéndose por dentro. Estaba loco de pena y se castigaba constantemente por el manejo de la situación y se culpaba por la pérdida de San. San lo había amado. Lo había amado. Y Seonghwa lo había rechazado. Había tramado constantemente sobre la forma en que podría entrar en el Bloque B para verlo y entonces rechazaba rápidamente la idea, debido a que no había tenido noticias del chico durante todo este tiempo, entonces seguramente San pasaba de él, odiándolo por aquellas palabras que había dicho la última vez que se habían visto y Seonghwa no lo podía culpar.

Lay estaba muerto y después de una investigación inicial y las amenazas de ser juzgado por asesinato, los cargos se retiraron y una vez más la muerte de un prisionero pasó a segundo plano. La cuadrilla de Lay no era tan intimidante como Sehun y él habían pensado por lo que no hubo venganzas inmediatas.

Por primera vez en mucho tiempo, Seonghwa estaba tranquilo con eso.

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Después de siete meses, se presentó finalmente una oportunidad y Seonghwa, contra su mejor juicio, la aprovechó.

Había un trabajo en la biblioteca. Este implicaba visitar otras alas, ofreciendo libros a los presos del resto de la prisión y el guardia no se pudo negar porque Seonghwa no había tenido ningún problema en meses.

Era Nochebuena cuando empujó el carro de libros por el Bloque B. Había elegido una mezcla de libros él mismo, la mayor parte de ellos eran novelas antiguas para que fueran desarrollando el intelecto. Escondida dentro de una copia de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë a la que nadie solía leer por su densidad, había una carta que había escrito a San. En ella, Seonghwa le pedía perdón y trataba de explicar por qué había sido tan cruel con él y cómo no había querido decir nada sobre ello. Guardaba este libro escondido en el fondo del carro por si otro preso lo quería.

El lugar estaba tranquilo.

Después de la comida, todos los presos estaban encerrados con llave en sus celdas con las luces encendidas. El ala era una de media seguridad, a diferencia del nivel máximo de la suya y los privilegios eran mucho mayores. Seonghwa anduvo a lo largo de la línea de celdas, ofreciendo libros, ignorando los descarados comentarios provenientes de algunos presos que lo encontraban atractivo.

Vio a San cuatro celdas más adelante y su corazón martilló furiosamente, sus palmas empezaron a humedecerse. San estaba inmóvil en la litera de abajo, su cabeza pegada contra los barrotes por lo que podría alagar el brazo y tocarlo. Seonghwa siguió su camino, pasando libros a presos con manos temblorosas hasta que se paró en la celda del menor.

La cara de San estaba oculta, presionada en la almohada, sus brazos encima de la cabeza. Ya no tenía la escayola, vislumbrándose una cicatriz grande abajo su antebrazo izquierdo. Seonghwa se detuvo con el carro y luego se inclinó para estar al nivel con la litera del menor, su mano a pocos centímetros de su ex-amante.

Su voz era inestable cuando habló.

— ¿Quieres un libro? —Sus dedos acariciaron al chico suavemente.

San se sobresaltó. Contempló a Seonghwa. Parecía diferente. Estaba pálido y había círculos oscuros bajo sus hermosos ojos. Parecía que había perdido peso. Su boca se abrió y en vez de las declaraciones de amor que había fantaseado sobre cuando este momento viniera, la realidad fue todo lo que consiguió.

— No, no quiero un jodido libro. Lárgate de una puta vez.

— San... —La mano de Seonghwa rodeó su frágil muñeca.

#𝐀𝐍𝐃 𝐒♡ 𝐈𝐒 𝐋♡𝐕𝐄 || SanHwa - ATEEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora