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El tipo que pasó cartas de contrabando para Seonghwa y San durante ese año era un pequeño ladrón llamado Yeonjun, un chico condenado a tres años por robo. Trabajaba en el Bloque B en el módulo de confección de ropa y tenía la oportunidad de llegar a San al menos dos veces a la semana.

Las cartas de San a menudo no traían noticias importantes. Sólo hablaban sobre sus recuerdos con Seonghwa, de la noche que habían pasado juntos y sus proyectos cuando salieran. Seonghwa creyó que el menor era un soñador.

¿Cómo podrían estar juntos los dos fuera, cuando habían forjado esta relación en la más desesperada de las circunstancias, cuando él ni siquiera era gay? ¿Seguiría San queriéndole durante un año o más una vez estuviera fuera y realmente iba a esperarle una vez saliera al mundo exterior de nuevo?

No, no lo haría y Seonghwa no iba a hacer lo mismo. Pero era la única cosa a la cual él se podía agarrar, las cartas eran la única cosa en su mundo para anclarle y seguir viviendo.

San escribió en octubre que el hombre al que había golpeado se había despertado finalmente de su coma y por tanto la amenaza de una condena por homicidio sin premeditación había desaparecido. Seonghwa estaba en su cama leyendo estas noticias y creyó que, si el hombre hubiera muerto, le habrían caído más años a la condena y tal vez habría significado que saldrían al mismo tiempo en vez de que San saliera primero. Nunca se había odiado a si mismo más en su vida por pensar de esta manera.

¿Qué estaba mal en él? ¿Era esto la naturaleza de su amor por el chico? ¿Deseaba más tiempo carcelario para no dejarlo solo?

Se dijo que debía dejar de escribir a San antes de que destruyera la vida del menor.

Sería incorrecto para el chico que estuviera libre y luego siguiera viniendo a la cárcel para volver a verlo, albergar la esperanza que Seonghwa estuviera libre cuando ese momento llegara. Seonghwa estaría bien jodido con él de todos modos.

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Dejó de escribir.

Las cartas de San se hicieron desesperadas.

Preguntaba qué era lo que había hecho incorrecto y si se encontraba bien y le imploraba que le escribiera. Le decía que se moría sin él. Había pasado casi un año desde la última vez que se habían visto, casi dos desde que habían compartido celda juntos. Seonghwa se agarraba a ese sueño, a ese recuerdo. Contestó a San finalmente y le dijo que era imposible que pudieran estar alguna vez juntos y no quiso que le esperara cuando saliera. San sólo respondió con la inmensa emoción tan característica en él. Escribió: te amaré hasta el día que me muera y te esperaré el resto de mi vida.

Después de esta carta, a Yeonjun lo transfirieron a otro módulo de trabajo y las cartas cesaron.

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Yunho fue a ver a Seonghwa una semana más tarde y lo llevó a su oficina. Se apoyó en el borde del escritorio mientras Seonghwa estaba sentado incómodamente ante él.

— Quería hablarte sobre tu depresión y qué vamos a hacer sobre ello.

Seonghwa enrojeció y miró hacia otro lado.

Yunho suspiró.

— Hwa, hice la vista gorda a aquellas cartas mientras pude. Fue Jung quien agarró a Yeonjun. No pude hacer nada sobre ello.

Seonghwa volvió su mirada fija hacia él asombrado.

— Tú... —comenzó— No entiendo por qué hiciste...

#𝐀𝐍𝐃 𝐒♡ 𝐈𝐒 𝐋♡𝐕𝐄 || SanHwa - ATEEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora