Extracto de Prólogo

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1805

Bernadeth tarareaba una canción mientras miraba como su hijo se removía en su cuna.

—Hola Anthony.—extendió su mano acariciando una de sus mejillas regordetas mientras escuchaba pasos acercándose.

Fingió que los ignoraba hasta que estuvierieron lo suficientemente cerca como para tener que girarse. Lo hizo y chocó de frente con el torso de su esposo, quien la miró con una mueca.

—Nunca dejaras que te sorprenda ¿verdad?—se quejó el marqués.

—Eres muy evidente, cariño.

Franck miró a su hijo y lo tomó en brazos.

—Va a ser un jóven muy fuerte como su padre.—revolvió su cabellera negra antes de que unos fuertes golpes en la puerta los interrumpieran.—Adelante.

Un lacayo entró apresurado.

—Lady Ele-ena está-á aquí.—anunció antes de que la mujer se presentará en la habitación con su porte altivo de siempre. Miró a su hijo y luego al niño que este cargaba en sus brazos.

—¡No!—gruñó mientras Franck le entregaba a su primogénito a su esposa. Bernadeth lo tomó en brazos y abandonó la habitación cuando la mujer empezó a gritar.—¡Maldita sea! ¡No solo te bastó casarte con esa mujerzuela, sino que tu sangre corre por las venas de ese niño!

—Madre tranquilízate.—exigió Franck mientras escuchaba los sollozos de su hijo a las afueras. Anthony se había asustado al escuchar los gritos y lloraba en los brazos de su madre.

Bernadeth lo abrazó con más fuerza y se refugió en una habitación cercana, desde donde aún se podían escuchar los gritos.

—Ella te está manipulando. ¿Acaso no lo ves?—Elena apretó los dientes.—¡Destruyo a tu hermano y a nuestra familia! ¿Cómo fuiste capaz de casarte con ella?

—Para madre.—el grito de Franck hizo que ambas mujeres se estremecieran.—¡Sal de mi casa ahora!

—¿A esta pocilga la llamas casa?—se burló con sorna.—Pronto tendrás que regresar a Londres y seremos el hazme reír de la ciudad.

—Eso no es verdad.

—Te crié con amor y te dí todo de mí a pesar de la bestia que tenía como esposo y es así como me lo pagas...burlándote de mí.

La mujer empezó a llorar y por unos segundos el marqués se sintió miserable, aunque no por su casamiento, sino por todo el daño que le había causado a su madre con sus actos imprudentes años antes de que eso sucediera. Franck amaba a Bernadeth y quizás era el único que lo hacía por lo que no podía poner a su madre primero.

—Por favor vete.—su voz sonó débil, pero su mirada era firme.

—Como quieras, pero cuando salga de esta casa, Franck puedes asumir que eres huérfano de padre y madre.—sentenció y el caballero tragó con fuerza. La determinación en los ojos de Elena le hizo saber al marqués que hablaba muy enserio—Desde que te casaste con ella, dejaste de ser mi hijo.

La puerta del recibidor principal se estrelló con fuerza mientras Bernadeth temblaba en su lugar. Miró a su hijo que se había cansado de llorar y se aferró más a él cuando su esposo entró a la estancia.

—Lo lamento.—el marqués tenía la voz rota.

—No, yo lo lamento más. Acabas de perder a tu madre por mi culpa.—una lágrima se deslizó por su mejilla.—Sé cuánto la amabas Franck.

—No importa eso.—la rodeó con sus brazos ocultando el desazón de saberse rechazado por su propia progenitora.—Te amo más a tí y a nuestro hijo.

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