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Hace mucho tiempo atrás en un pueblito escondido en el mapa habitaba un carpintero de enorme bigote gris llamado Leopoldo. Leopoldo tenía tres bellos hijos, cada uno de ellos poseía una habilidad que lo hacia especial. El mayor llamado Antonio podía crear con un pedazo de madera cualquier cosa que le pusieran en frente, desde una casa marcando cada pequeño detalle de ésta, hasta un animal que a simple vista parecería real. El hermano del medio llamado Roberto tenía la maravillosa habilidad de arreglar cualquier cosa; desde un desagüe hasta coches que se considerarían perdida total de éste. Y el menor llamado Thomas aún no podía encontrar en qué era bueno; había intentado de todo, desde repostería hasta tejer calcetines junto a su tía María. "No hay porqué apurarse mijo" le repetía siempre su padre al ver el rostro abatido de su pequeño al llegar a casa luego de pasar todo el día ayudando por el pueblo en busca de su talento.
Sus hermanos no ayudaban mucho en la tarea de animarlo y no porque lo hicieran conscientemente, sino que, al llegar la hora de la cena, cuando los cuatro se disponían a comer y compartir un rato ameno en familia. Roberto y Antonio contaban con tanto ímpetu y orgullo en su rostro como lograron vender alguna figura de madera o haber arreglado con éxito la repisa mala en la casa de algún vecino, Tomás tan solo podía sentir su cabeza palpitar de frustración y envidia. Más de una vez había dejado su plato sin acabar solo para no seguir escuchando a sus hermanos mayores o ver el rostro orgulloso de su padre dirigido a ellos y no a él. Sus hermanos a su edad de 13 años ya habían encontrado lo que los hacía sentir llenos, ya sabían cuál era su talento para desempeñar en la vida.
¿Por qué él aún no podía hallarlo?
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Un día de otoño años después Tomás salió como hacía todas las noches de su hogar dejando su cena a medio comer para sentarse en el porche a leer un rato. Eso era lo único en el mundo que Tomás hacia bien según él mismo. Era una tarea fácil y sin muchas complicaciones. No tenía que hacer algún tipo de fuerza que terminara en algún accidente. Era tan solo zambullirse en el mundo que él quisiera. Podía imaginarse a si mismo siendo el protagonista de tantas hazañas, desde ser un pirata en busca de un tesoro, hasta ser un cocodrilo que cambia de color. Tomás no tenía amigos ni amigas con los cuales jugar, todo esto debido que a su edad de 15 años ya se encontraban trabajando para ayudar a sus padres con los gastos de la casa. Solo tenía a los libros para hacerle compañía.
Se encontraba embalsamado leyendo "El Quijote de la Mancha" hasta que unos pequeños toques en el pilar de madera a su derecha lo sacan de su trance. Era la señora Petunia que llevaba entre sus dedos un bonita pieza de porcelana para poner la mantequilla quebrada en pedazos. Con sus pequeños y arrugados ojos negros miró con curiosidad al adolescente, que, para extrañeza suya se encontraba despierto a esas altas horas de la noche. Tomás al ver a la mujer le regaló una pequeña sonrisa falsa antes de tocar la ventana detrás de él para avisar a su padre de la repentina visita.
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El libro de las mil y una historias.
Acak¡Hola! En este libro encontrarás relatos de todo tipo: cortos, largos, infantiles, subidos de tono, románticos, tristes y muuuucho más. Espero los disfruten tanto como yo lo hago escribiéndolos. Se prohíbe la copia parcial y total de todas las histo...