(Rubegetta)
Una semana ha pasado desde que el pueblo supo algo de Rubius, luego de la noticia de la boda entre Mangel y Lolito se sabía que todos estaban más que felices por ellos, todos menos una persona. Rubius, ese chico el cual se sintió traicionado y lastimado de que su primer amor haya seguido adelante, dejándolo a él como un simple error o memoria del pasado.
Vegetta, el lider del grupo de héroes decidió ir a visitar al chico en su casa para asegurarse de que esté bien.
Mientras caminaba a casa de Rubius se mentalizaba lo que iba a decirle y el cómo preguntarle su estado ante la boda de su mejor amigo y Lolito.
Llegó a una casa blanca, completamente hermosa, sabía que aunque sea difícil de creer, era la casa de Rubius.
-¡Din Dong!- gritó lo suficientemente alto para el el híbrido de oso lo escuche, aún así no recibió respuesta. Preocupado empezó a golpear la puerta repetidamente, nada.
Decidió dejar la legalidad de lado y abrió la puerta de la casa para subir rápidamente las escaleras hacia la habitación del dueño de la casa.
Encontró una habitación totalmente desordenada con una bolita con forma de humano en la cama, sabía que era él.
-¿Rubén?- preguntó alzando un poco la voz.
Rubius al escuchar la voz del pelinegro se sobresalto y se destapó para regresar a la persona que lo habia nombrado.
-Vegetta...- dijo con su voz claramente apagada y cansada. Demostraba unas grandes ojeras, sumando su piel pálida era más que evidente su falta de sueño.
-Chiqui...- ese apodo tan cursi que le pone a las personas que más quiere hizo mover las orejas de Rubius con curiosidad.
-¿Estas bien?- solo escuchó una risa apagada.
-Si...¿por?- mentira.
-Doblas, no me mientas- Vegetta era bueno detectando las mentiras, y no dejaba pasar ninguna, por más pequeña que sea.
-No te estoy mintiendo...- otra mentira. Vegetta se estaba enojando.
Obviamente sabía que su amigo le estaba mintiendo, aún así decidió ya no preguntar, debía respetar la desición del híbrido de no hablar sobre lo que ocurrió o sobre cómo se sentía. Así que lo unico que se le ocurrió hacer fue abrazar por la espalda al híbrido.
El peliblanco se sobresaltó un poco pero aún así aceptó el abrazo, soltando unas lagrimas silenciosas, soltando sus sentimientos guardados durante toda esa dura semana donde tenía que soportar al pueblo hablando de lo que tanto lo lastimaba.
