Capítulo 65

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SESENTA Y CINCO

SESENTA Y CINCO

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Narrador.


A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegaron a Hogsmeade los cuatro se habían quitado la capa y se la habían echado al hombro. En la mochila de Harry llevaban la comida que Sirius les había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de zumo de calabaza que les habían servido en la comida.

Fueron a Tiros largos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se divirtieron eligiendo los calcetines más estrambóticos que vieron, incluido un par con un dibujo de refulgentes estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado. Luego fueron a la tienda de dulces para comprarle a Neville unos cuantos pasteles. A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.

Hannah y Harry nunca habían ido por allí. El ventoso callejón salía del pueblo hacia el campo sin cultivar que rodeaba Hogsmeade. Las casas estaban por allí más espaciadas y tenían jardines más grandes. Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca. Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida.

— Hola, Sirius — saludó Harry, cuando llegaron hasta él.

El perro olió con avidez la mochila de Harry, meneó la cola, y luego se volvió y comenzó a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Hannah, Harry, Ron y Hermione traspasaron la cerca y lo siguieron.

Sirius los condujo a la base misma de la montaña, donde el suelo estaba cubierto de rocas y cantos rodados, y empezó a ascender por la ladera: un camino fácil para él, con sus cuatro patas; pero Hannah, Harry, Ron y Hermione se quedaron pronto sin aliento. Siguieron subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol. A Harry le dolían los hombros por las correas de la mochila y Hannah la tomó en sus hombros par a ayudarlo.

Al final Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak.

Mitad caballo gris y mitad águila gigante, sus fieros ojos naranja brillaron al verlos. Los cuatro se inclinaron notoriamente ante él, y, después de observarlos por un momento, Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras y permitió que Hermione y Hannah se acercaran y le acariciaran el cuello con plumas. Harry, sin embargo, miraba al perro negro, que acababa de convertirse en su padrino.

Mi patronus ¿Una Potter? - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora