Capítulo 24; Dr. Charlie

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Se siente tan bien, se siente tan vivo, tan irreal. Por fin, por una vez después de la muerte de mi madre, estoy feliz. Podría afirmar que sí, la alegría dentro de mí iba incrementando poco a poco al compás de los labios de Harry. Sus labios sobre los míos se mueven a un ritmo constante; lento y pausado. No sé si lo que realmente siento por Harry lo podría llamar amor, pero no puedo negar que me gusta, que me atrae, que me vuelve loca y que enciende cada lugar oscuro y profundo dentro de mi ser.

Su mano derecha la coloca en mi nuca e intenta juntar aún más nuestros labios. ¿Más? ¡Si ni un hilito podría pasar entre vosotros ahora mismo! Río ante la idea. Sujeto con ambas manos su rostro como él había hecho anteriormente y lo acerco más hacia mi anatomía. Lo quiero cerca de mí, que no se vaya, que no me deje sola y que me cuide como ha dicho que lo haría. Sólo espero que lo cumpla.

«No te esperes mucho, es Harry Styles de quien hablamos», habla mi subconsciente malhumorada.  Ahí te ha dado. Pero, pero, ¿tú de qué maldito lado estás? ¿Yo? De ninguno. Me lo suponía.

Nos separamos con la respiración desbocada y apoya su frente con la mía.

—Prométemelo, sólo hazlo. Yo te ayudaré, te lo prometo. Por favor. —Susurra con los ojos cerrados.

—L-Lo siento. —Se tropiezan las palabras al salir de mi boca.

¿Por qué estoy nerviosa de repente? ¿Tal vez porque acabáis de besaros y no sabes qué hacer? Punto para ti. Yo siempre gano.

—No, no Lea, no. —Niega aún con los párpados cerrados.— No lo entiendes, ¿verdad?

¿Qué se supone que debo de entender? Esta chica es tonta. «No puedo estar más de acuerdo», responde mi subconsciente. Sois dos granos en el culo.

—Pues no, la verdad es que no. —Espeto algo confusa por su pregunta.

Me separo de él poniéndonos a una distancia prudencial el uno del otro y así facilitarme el poder mirarle y prestarle la atención que merece.

—Vale, déjalo. Ya lo hablaremos en otro momento. —Se levanta de la cama revolviéndose el pelo sólo como él sabe y dirigiéndose a la puerta.

—No, quiero que me lo expliques ahora. Quiero que hablemos ahora, joder. —Reclamo.— Me acabas de besar y y y... —Suspiro.

—Otro día. —Sentencia y abre la puerta dando paso a todos mis familiares, que a decir verdad, tampoco eran demasiados.

—Lea, cariño. —Habla mi tía en tono suave.

—Dejadme sola. —Exijo. Todos se miran entre ellos en señal de consternación.— ¡Qué me dejéis sola! —Exclamo ahora sí, enfadada.

Los presentes en la habitación dan un respingo ante mi repentino grito y salen con la cabeza agachada. Puedo observar cómo mi padre me echa una mirada fugaz y niega innumerables veces con la cabeza. 

Masajeo mis sienes con dos dedos y me recuesto aún más. Estoy frustrada, dolorida y cansada. Hasta hace un momento todo iba de maravilla, ¿cómo puede dar un giro tan drástico hasta el punto de volver a estar enfadados? No lo entiendo. No le entiendo. A quien no entiende él es a ti. Mira que Harry tiene poca paciencia, pero es que se la consumes toda. Pues igual que él a mí. No es lo mismo. Sí, sí lo es.

¿Qué es lo que se supone que tenía que entender? Es que si no me dice lo que quiere que sepa, me va a ser un tanto complicado adivinarlo. Y odio los malditos acertijos, ¿no sólo puede decírmelo y ya? Siempre haciéndose el interesante, lo cuál no es. Já, pero te gusta. ¿¡Y éso qué tendrá que ver!? Uf, me pones nerviosa. Y orgullosa que estoy de ello. Solo, cállate.

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