Jealousy

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Despertó temprano, demasiado temprano. El reloj de la pared marcaba las seis y media de la mañana y, para asegurarse de que iba bien, lo comprobó también en su móvil. Quiso intentar dormirse de nuevo, pero no tardó en darse cuenta de que era bastante inútil, parecía ser que tendría que arrastrar el cansancio todo el día.

Se levantó, casi sin ser consciente de que Kirino seguía allí hasta que se dio un golpe con la cama de este en el pie. Se cubrió la boca para no despertar al pelirrosa con sus quejas, pues había tenido la mala suerte de darse justo en el dedo meñique y le dolía a horrores.

Ya más tranquilo, se quedó mirando al chico que yacía dormido junto a él. Se fijó en su cabello, aún recogido en ese par de coletas medio deshechas; también observó sus pestañas, largas y claras; su mirada siguió bajando hasta detenerse en sus rosados labios, ligeramente entreabiertos y de aspecto suave.

Se sentía incapaz de apartar los ojos de aquel punto y, sin ser realmente consciente de ello, se fue acercando lentamente al defensa. Cerró los ojos antes de sentir el suave roce que él mismo había provocado, notando como sensaciones indescriptibles se liberaban en su interior. Se separó casi inmediatamente, apenas consciente de lo que había hecho.

Había besado a Kirino mientras dormía.

Se echó para atrás, muy nervioso. Tropezó con sus propios zapatos, los cuales había dejado por ahí tirados la noche anterior, y cayó al suelo provocando un verdadero estruendo. Al intentar levantarse, solo consiguió hacer mucho más ruido, lo que despertó a cierto pelirrosa, que estaba de mal humor por todo ese escándalo tan temprano.

— Shindou… Te voy a matar… – se cubrió la cabeza con una almohada para intentar amortiguar el sonido, aunque solo consiguió que su voz sonara ahogada – Deja de hacer ruido, que tengo sueño.

Por su parte, el pianista se quedó quieto de golpe al ver que Kirino se había despertado, ¿y si se había dado cuenta de que le había besado? No podía moverse, realmente hubiera jurado estar congelado en ese momento. Quería preguntarle si hacía mucho que estaba despierto, aunque era evidente que no, pero tampoco encontró el valor para hacerlo.

Se levantó haciendo el menor ruido posible y se volvió a meter en su cama, consciente de que se pasaría la media hora que faltaba para levantarse comiéndose la cabeza. No paraba de pensar en lo mismo, y acabó llegando a la conclusión de que, si se hubiera dado cuenta, le habría dicho algo, ¿no?

Cuando por fin sonó la alarma, Shindou no se había movido ni un centímetro, seguía en la cama mirando hacia el techo y tieso como un palo. Se levantó temiendo por su vida, ya que sabía que cuando alguien despertaba a Kirino antes de tiempo, el defensa se pasaba el día de mal humor. Por eso no le sorprendió ver al pelirrosa andando hacia la puerta como si fuera un zombi.

Cuando estuvieron listos para irse, Kirino aún parecía estar muerto por dentro: andaba arrastrando los pies y con los ojos entrecerrados, agarrando su bolsa con ambas manos para evitar que esta cayera al suelo.

Como siempre, llegaron al instituto un poco antes de que empezaran las clases y se quedaron esperando a sus amigos en la puerta, para entrar después todos juntos. No tardaron en encontrarse con Tenma, quien les dijo muy emocionado que el entrenador le había dicho que tendrían un invitado especial en el entrenamiento.

Las clases pasaron de forma bastante corriente, aunque Shindou seguía incómodo con lo ocurrido esa mañana y no se acercaba demasiado al ojiazul por si acaso, aun teniendo cada vez más claro que Kirino no se había dado cuenta de nada. Nadie comentó que ambos chicos volvieran a estar juntos, pero estaba claro que todos se habían dado cuenta y realmente se alegraban por ellos y por todo el equipo en general, el ambiente se volvía muy extraño cuando estaban peleados.

Cuando por fin llegó la hora de ir al club, todo el mundo se mostraba curioso por saber quién sería aquella persona misteriosa que vendría a visitarles y, cuando entraron en la sede, se quedaron realmente sorprendidos.

Kazemaru Ichirouta, el antiguo defensa del Raimon, se encontraba allí hablando con su entrenador.

Kirino sintió como toda la energía que le había faltado durante el día volvía a él de golpe, siempre había admirado a Kazemaru y tenerle justo delante le hacía realmente feliz. Corrió como el viento para verle más de cerca, aún sin creerse que lo tuviera delante.

Endou, que estaba muy pegado al peliazul, se lo presentó a los chicos, aunque realmente no fuera necesario, puesto que todos sabían perfectamente quien era. También les contó que Kazemaru se quedaría para ayudarles a entrenar, especialmente a los defensas.

Todos empezaron con las prácticas bastante animados, o bueno, casi todos; Shindou se miraba la situación desde su posición de centrocampista, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Tenía la esperanza de poder entrenar con Kirino después de más de una semana sin hacerlo, pero justo ese día tenían que venir a arruinarle el plan. No pudo siquiera estirar con él, pues se fue directamente tras Kazemaru.

No le gustaba que le ignoraran. Mucho menos si era Kirino quien lo hacía. Mucho menos si era para prestarle atención a otro. Mucho menos si estaba claro que le gustaba ese otro.

Se vio obligado a resignarse y mirar como SU amigo seguía al antiguo defensa del club a todas partes como un perrito y hacía todo lo que le pedía. Su traicionera imaginación le llevó a pensar si se repetiría lo mismo en cualquier otra situación, si Kirino haría siempre lo que Kazemaru le pidiera.

Era una posibilidad absurda y lo sabía, el peliazul les sacaba diez años y era posible que hasta tuviera pareja, pero a su mente eso no podía importarle menos. Lo único que podía ver era a ese par practicando juntos, hablando juntos, pasándoselo bien juntos y haciéndolo todo juntos.

Se sorprendió al notar una mano en su hombro, y al girarse se encontró con Tenma diciéndole no sé qué sobre jugar al futbol y ganar el siguiente partido; le respondió que estaba de acuerdo y que iría a entrenar para mejorar, la verdad es que no tenía ganas de hablar con nadie. Fue a buscar un balón para ponerse a practicar, dándose cuenta de lo mucho que le costaba apartar la mirada de Kirino y Kazemaru.

Intentó concentrarse en los ejercicios e ignorar a los demás, cosa que funcionó más o menos bien hasta que oyó una frase que le hizo darse la vuelta de golpe:

— Se te da genial, eres muy buen defensa. Si quieres más entrenamiento podemos quedar alguna tarde. – la propuesta del mayor dejó a Shindou con la boca abierta, ¿no tenía suficiente con acapararlo durante el entrenamiento que también quería quitárselo por las tardes?

Los ojos cian de Kirino se iluminaron ante la idea, obviamente entusiasmado. Había comprobado que además de un gran jugador, Kazemaru era también muy amable y una buena persona, y su admiración por él había aumentado todavía más.

— ¡Por supues-…! – empezó el pelirrosa, con la clara intención de aceptar.

— Lo siento, Kirino tiene las tardes ocupadas, igual que las mañanas, las noches y siempre. – aparte de hablar, el pianista se había puesto en medio de los dos defensas, provocando el silencio del de coletas.

— Pero Shindou… – murmuró el ojiazul tras salir de su sorpresa, preguntándose a qué venía la intervención de su amigo.

— Nos vamos. – cortó de nuevo el centrocampista, tomando al pelirrosa de la mano para salir del campo ante la estupefacta mirada del resto del equipo.

Nadie dijo nada hasta que la pareja desapareció por la puerta.

Bittersweet LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora