Softness

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Desde su posición podía ver las enrojecidas orejas de Shindou mientras se lo llevaba por el pasillo. Todavía no entendía del todo lo que estaba pasando y tampoco creía poder hacerlo, estaba demasiado ocupado escuchando el retumbar de los acelerados latidos de su corazón en su cabeza.

En otro momento habría preguntado adónde iban o qué le pasaba tan de repente, pero, cuando quiso abrir la boca para hacerlo, el pianista ya le estaba empujando dentro del vestuario.

Le soltó la mano una vez dentro y se quedó de espaldas al pelirrosa, notando sus mejillas, cara y cuerpo en general ardiendo. Se lo había llevado delante de todos sus compañeros como si nada por un ataque de celos, y ahora tendría que darle alguna explicación a Kirino.

— ¿Va todo bien? – aunque quería saber lo que estaba pasando, el bienestar de su amigo era mucho más importante para él.

— Lo siento... – murmuró el centrocampista aún sin darse la vuelta, sabiendo que si lo hacía se moriría de la vergüenza.

— ¿Quieres contarme lo que pasa? – le puso la mano en el hombro como señal de apoyo, sintiendo como Shindou se tensaba bajo su toque.

Ese habría sido un buen momento para decírselo, para confesarle lo que sentía, pero no podía hacerlo sin antes sacarse aquella espina que tenía clavada.

— ¿Es Kazemaru? – preguntó con un hilo de voz el de ojos rojizos.

— ¿El qué? – era normal que el pelirrosa no supiera de qué estaba hablando, al fin y al cabo se lo había preguntado fuera de contexto.

— El chico que te gusta, ¿es Kazemaru? – habló con algo más de seguridad esta vez, deseando que la respuesta fuera negativa.

— ¿Qué? Claro que no. – no entendía cómo podía pensar eso, ¿acaso no se daba cuenta de que todo lo que sentía por el peliazul se reducía a admiración?

— ¿Estás seguro? – inquirió rápidamente a la vez que se daba la vuelta.

Rojo y azul se encontraron en medio del silencio, haciendo que todo lo demás se deshiciera hasta desaparecer.

— Sí… – se sintió débil de golpe y aquel susurro fue toda la contestación que su voz le permitió dar.

Shindou soltó el aire que había estado conteniendo con esa respuesta, pero no podía dejar de pensar que, quizás, su amigo le estaba ocultando la verdad por miedo a lo que pensara de él.

— ¿Puedo pedirte… – no estaba seguro de si debía continuar por allí, pero la respuesta que buscaba realmente valía la pena – …que me lo demuestres?

La abrumadora atmósfera de silencio les pesaba, cien veces más densa que el aire.

— ¿Cómo? – acabó por preguntar el defensa.

— ¿Puedes… puedes decirme quién es? – no era eso lo que realmente quería, pero sabía que no tenía el derecho de pedir más.

— Solo si me dices por qué quieres saberlo, no es propio de ti ser tan insistente. – ¿era una excusa para ganar tiempo? Quizás, aunque no creía tener el valor suficiente para decírselo de todos modos.

— Te lo diré si me prometes no arrepentirte luego. – la determinación brillaba en sus ojos, en ese punto ya no había marcha atrás.

— Lo prometo. – accedió el pelirrosa, no del todo seguro de lo que hacía.

— Te quiero. – habló casi por encima del otro, sintiendo que se quitaba un gran peso de encima.

Había soñado tantas veces con decirle aquellas palabras, de tantas formas diferentes y en tantas ocasiones que le costaba creer que lo había hecho realmente. Ninguna de las situaciones en las que se había imaginado diciéndoselo se asemejaba a aquella, esa era mucho mejor; aunque no fuera el momento más romántico del mundo podía ver las mejillas rosadas de Kirino y notar su respiración acelerada, podía ver sus ojos abiertos con sorpresa y su cuerpo tenso a causa de sus palabras, podía sentir que todo era real y precisamente por eso era un millón de veces mejor.

Kirino sintió como su corazón daba un vuelco y todo parecía moverse a cámara lenta. Hacía ya tiempo que lo habría dado todo por escuchar ese simple par de palabras, pero sabía que no debía precipitarse. ¿Y si Shindou quería decir que le quería como un amigo? O puede que se refiriera a que quería lo mejor para él. Debía asegurarse del significado de aquello antes de precipitarse.

— ¿A qué… a qué te refieres? – notó la boca seca y su voz quebradiza; aunque sabía que no tenía que hacerlo, se había ilusionado al oír al pianista.

— Estoy enamorado de ti, lo estoy desde hace mucho tiempo – disfrutó de ver como el rojo acababa de teñir completamente el rostro de su amigo –. Si me preguntan en qué pienso todo el día, eres tú; si me preguntan qué es lo que más quiero, eres tú; si me preguntan la razón de mis sonrisas y alegrías o de mis penas y lágrimas, eres tú… La respuesta a todo mi mundo, eres siempre tú.

Shindou se vio a sí mismo descubriendo lo mucho que le gustaba ver a Kirino avergonzado por sus palabras, sentir que tenía el poder de provocar todo aquello en el pelirrosa le hacía inesperadamente feliz.

— Está bien, te lo diré… Pero por favor, cierra los ojos, esto me da vergüenza… – el centrocampista obedeció inmediatamente, notando como la ansiedad empezaba a expandirse en su pecho.

Solo se oían sus respiraciones, a cual más rápida, llenando la habitación. Un par de pasos resonaron antes de que Shindou notara dos manos en sus hombros, que precedieron a ese dulce y suave roce que sintió en sus labios durante apenas medio segundo. Abrió los ojos con lentitud para encontrarse de frente con la mirada de Kirino, clara como el cielo. Sus rostros, tan cerca el uno del otro que sus respiraciones se entremezclaban, se sentían tan calientes como el resto de su cuerpo. Sus labios aún conservaban el rastro de aquel casi inexistente beso que había hecho a sus corazones volar.

— Kirino, tú… – empezó el pianista sin separarse ni un centímetro.

— Te quiero a ti, eres el chico que me gusta… – cortó con aquel leve susurro, cerrando los ojos de nuevo.

Shindou se tomó aquello como una señal de que, al igual que él, el pelirrosa quería sentir sus labios de nuevo y, por supuesto, no dejaría escapar la oportunidad. Redujo su distancia a cero y juntó sus labios de nuevo a la vez que acariciaba la mejilla al defensa con la mano. El beso se alargó durante varios segundos, hasta que Kirino lo rompió, respirando con dificultad. A la que recuperó el aliento, el defensa volvió a besarle, a lo que el pianista respondió con cierto atrevimiento. Movieron sus labios a la par, y los del pelirrosa terminaron por abrirse cuando, debido a las manos de Shindou, soltó un pequeño gemido.

El centrocampista se quedó completamente fascinado por aquel sonido, tan dulce y atractivo que le hacía estremecerse. No pudo evitar preguntarse cómo estaría Kirino en otra situación, experimentando cosas que le hicieran gemir su nombre…

Se besaron de nuevo, una y otra vez, siguieron así hasta que oyeron a sus compañeros acercándose a voces, cosa que les sirvió para separarse a tiempo. Ambos estaban completamente rojos y sabían que si los veían en esa situación sabrían lo que había pasado, y esa no era la idea. Kirino se escondió en una de las duchas lo más rápido que pudo a la vez que Shindou empezaba a cambiarse de espaldas a la puerta. Cuando el resto del equipo entró, no preguntaron por Kirino ni sacaron el tema de lo ocurrido hacía un rato, algo les decía que era mejor no hacerlo.

Bittersweet LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora