Love

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Por fin se había arreglado todo entre ellos, y nada podría haberle hecho más feliz. El problema, pero, era que sentía que era mayoritariamente su culpa y, por tanto, era injusto para Kirino dejar las cosas exactamente como estaban. Por eso, se le ocurrió que invitarle a una cita sería una buena forma de pedirle disculpas.

— ¿Una cita, dices? – preguntó el pelirrosa al oír la propuesta de su novio.

— Sí, así te compensaría por lo que ha pasado. – contestó el pianista con una pequeña sonrisa esperanzada.

— No tienes que compensarme por nada, ha sido tan culpa tuya como mía. – le dio un suave apretón en el brazo para reconfortarle.

— Oh… – le alegraba que no le culpara, pero a la vez se sentía decaído por el aparente rechazo del defensa a su idea.

— Pero eso no quita que me encantaría ir a una cita contigo. – acabó confesando con un suave rubor en las mejillas, sonriéndole a Shindou.

Decidieron que saldrían al día siguiente por la tarde, y el de ojos rojizos se pasó todo el tiempo hasta la cita buscando sitios donde podrían ir. Acabó eligiendo una cafetería bastante popular entre las parejas que tenía muy buenas opiniones en todas partes.

Y allí se encontraban ahora, sentados en una mesa junto a una de las esquinas en el fondo del local; había escogido ese lugar porque les aportaba bastante intimidad y sabía que a Kirino le gustaba estar cerca de las paredes para poderse apoyar en ellas al sentarse.

Una amable camarera vino a tomarles nota, pero tuvo que volver un rato más tarde porque les costaba decidirse con la gran variedad que ofrecía la carta. Cuando por fin lo tuvieron claro, pidieron tarta de fresas con nata para Shindou, que, aunque no era muy fan de la nata sola, sí que le gustaba en ese pastel; y un trozo de tarta sacher para Kirino, ya que le encantaba tanto el chocolate como la mermelada.

Unos minutos más tarde, ambos chicos tenían sus postres delante y se los comían como si les fuera la vida; realmente estaba todo delicioso.

— Me encantan las fresas. – comentó el centrocampista, aunque era más que obvio

— Y a mí me encantas tú. – respondió el pelirrosa con una sonrisa.

Shindou vio como el otro se levantaba y, con las manos apoyadas en la mesa, se echaba para adelante para robarle un beso.

— ¿Sabes? Tu tarta está deliciosa… O puede que sea por cómo la he probado, quién sabe. – el defensa sonrió con inocencia antes de volver a sentarse y llevarse un pedazo de pastel a la boca.

El pianista miró alrededor, rojo hasta las orejas.

— Oye… ¿No te da vergüenza hacer estas cosas en público? – porque a él sí le daba, y bastante, de hecho.

— Aquí no nos ve nadie – se encogió de hombros –. Y aunque lo hicieran, me daría igual. Te quiero y no me importa lo que los demás piensen.

Shindou se puso muy feliz por aquellas palabras y vio que su novio tenía razón, que lo importante eran ellos dos y no lo que opinara el resto. Con eso en mente, le devolvió el beso al ojiazul, aún con cierto pudor en sus gestos.

Se acabaron sus respectivos pasteles y pagaron cada uno lo suyo, aunque a Kirino le costó convencerle para que le dejara pagar su parte. Como lo que había pensado Shindou para la cita acababa allí, fue el turno del defensa de sorprenderle; le agarró la mano y se lo llevó calle arriba, hasta la famosa torre de metal.

Subieron hasta llegar a la parte más alta y allí se sentaron, de cara al horizonte que empezaba a tornarse anaranjado. Durant varios minutos se mantuvieron en silencio, con las manos entrelazadas y la cabeza de Kirino apoyada en el hombro del pianista. Shindou empezó a acariciar el cabello del pelirrosa con suavidad, disfrutando de su compañía, sabiendo que no hacía falta decir nada para transmitirle sus sentimientos.

— Oye Shindou... – ante aquel murmuro, el centrocampista se dio cuenta de que la dulce voz del ojiazul era lo único que le faltaba a ese momento, ahora era definitivamente perfecto.

— Dime – habló con la voz suave y melosa.

— Sé que normalmente eres tú quien lo dice, pero… te quiero mucho. – levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de Shindou, tan cálida como intensa.

— Yo también te quiero, ni te imaginas cuánto. – le dio un beso en la frente y le regaló una sonrisa.

— Sabes que a veces me cuesta hablar de lo que siento, pero esto es importante, quiero que lo tengas presente. – rodeó a su novio con los brazos, abrazándole con cariño.

— Lo tengo, de verdad, y siempre lo tendré. – le gustaba que se lo dijera, sí, pero sabía que no era algo fácil para él y lo último que quería era obligarle o presionarle.

— Quiero que todo el mundo lo sepa. – su repentina determinación dejó al pianista algo confundido.

— ¿A qué te refieres? – preguntó tras unos segundos de silencio.

Ante la atónita mirada de Shindou, el defensa se levantó, se apoyó en las barras de la torré con los brazos y respiró profundamente.

— ¡Estoy enamorado de ti! – gritó a todo pulmón el pelirrosa, agradeciendo haber ido a un sitio apartado.

El pianista enrojeció de golpe, ¿y si alguien le había visto?

— ¡Aunque a veces seas un idiota, te quiero! – volvió a gritar Kirino, más fuerte que la vez anterior.

— ¡Quiero pasar el resto de mi vida con Kirino Ranmaru! – debía confesar que, aun dándole muchísima vergüenza, se había sentido genial al gritar eso.

El ojiazul se giró para mirar a su novio, sorprendido. No pudo evitarlo y se puso a reír, cosa que dejó bastante confundido al pianista.

— ¿No lo he hecho bien? – preguntó Shindou, cada vez más avergonzado.

— ¿Bien? Ha sido perfecto. – con una sonrisa, abrazó al centrocampista con fuerza.

Shindou correspondió al gesto y, devolviéndole la sonrisa, empezó a besarle las mejillas, la frente y la cara en general, acabando en sus labios. Le besó hasta perder la noción del tiempo, hasta que todo a su alrededor desapareció, hasta que la luna brilló en el cielo.

Se quedaron el uno junto al otro, compartiendo besos y abrazos, recordando tiempos del pasado y planeando el futuro, riendo hasta acabar llorando, queriéndose, amándose.

Disfrutando de su amor agridulce.

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Nada, hasta aquí hemos llegado. Solo quiero volver a decirte que te quiero mucho como la trucha al trucho y que ojalá hayas pasado un buen día.

Sé que no es el mejor fic del mundo pero eh, es mejor que lo primero que escribí de esta gente. Aún así, no es ni una décima parte de lo que te mereces; eres maravillosa, espero que lo sepas (y sino para eso estoy yo, para recordártelo).

Bittersweet LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora