CAPÍTULO 2: LAZO DE SANGRE.

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—¡No puedo seguir haciéndome cargo de ella! ¡Necesito rehacer mi propia vida!

    Y en la habitación reinó un silencio cargado de centenas cosas, Esteban casi pudo percibir un poco de aquellas. En los ojos de su madre vio angustia, aunque también iban acompañados de algo más. Algo imposible de descifrar pero con lo que ella no se sentía para nada a gusto. Su padre, por el contrario, carecía de algún remordimiento. Sus pupilas lo flechaban sagaces. Y a la derecha, el tío menor. Él no lo miraba, sin embargo casualmente en un desvío de ojos se dice mucho más que en una mirada penetrante.

—No sé en qué mierdas andan metidos ustedes, pero a mí no me van a hacer partícipe.—sentenció Esteban volviendo a rellenar el ambiente con esa extraña sensación. Ya habían transcurrido aproximadamente seis meses desde que la abuela Penussi enfermó y Esteban se dedicaba al cuidado de esta. La injusticia brotaba de sus poros. Con el correr del tiempo pudo entrever que las cosas se encontraban peor de lo que venía siendo en los últimos años. La familia Penussi jamás había resaltado por ser un modelo a seguir, ni por ser personas con las que uno quiera tener algún tipo de conflicto. Más bien, siempre se los encontraba unidos y solitarios, como una manada de lobos. El "negocio" estaba incrustado en el legajo familiar hacia décadas, mucho antes de que Esteban siquiera fuera pensado; y es que en aquellos tiempos el respeto lo era todo. "Hacete respetar o se el respetuoso". A Esteban jamás le había hecho gracia ninguna de las dos opciones. Él, simplemente, tuvo la oportunidad de encontrarse con la calidad de gente indicada para poder solventar un futuro libre de deudas a sangre corriente. Aún así, la familia siempre es la familia, y tarde o temprano esa sombra oscura, que se esparcía en cada rincón de su vida, iba a arribar a él de manera que no encontraría escapatoria alguna. Aún recordaba cuando al cumplir sus quince años se acercó a la habitación de su padre con un único deseo: entender el por qué. O varios de ellos. Se apoyó contra el umbral de la puerta, cruzado de brazos. "Tengo una pregunta y no muchas esperanzas de que me des una respuesta.", le había dicho. Su padre, en ese entonces, lo miró fijo con una sonrisa sincera en el rostro. Quizá ya sabía que aquel momento llegaría algún día. Y Esteban soltó la pregunta sin más: "¿Qué hicimos para correr con la desgracia de tener que dormir con un arma bajo la almohada?". Y aquel silencio luego de la tormenta, aquel pacto de complicidad en un simple acción como lo es sellar los labios dejó a los dos libres de cadenas. El señor Penussi observó a su hijo durante un largo rato, intentando meditar qué palabras cerrarían mejor para dañarlo lo menos posible. Finalmente habló. "Creeme cuando te digo que la misma pregunta se la hice a mi papá al tener aproximadamente tu edad. La respuesta siempre varía en cuánto menos queremos perjudicar a nuestros hijos. ¿Querés una respuesta sincera? No la sé. Lo único cierto es que el peso recae sobre mi, sobre nuestro apellido. Sobre tu madre y tu tío. Con el tiempo asumí que nuestro legado se fue manchando poco a poco con historias del pasado, y ahora acá estamos. Para continuarlas, o para ponerles un fin. Yo, en lo particular, no puedo darme ese gusto. Y espero, con lo más sincero de mi corazón, que si a vos se te presenta la oportunidad... ¡por favor! La tomes."

—Esteban, necesitamos que mantengas tu compostura.

    Era su madre, que por fin, después de tanta incertidumbre, había contestado. Esteban la observó. Ella continuaba con aquellos ojos, terribles, suplicando algo.

—Nosotros no podemos encargarnos de ella ahora. Actualmente sos la única persona que nos puede ayudar—Esteban tomaba las palabras, pero no las registraba—. Tu padre y tu tío hoy tienen que abandonar el país.—el semblante del muchacho tembló. Viró en búsqueda del señor Penussi, no sabía qué expresión escupían sus ojos, pero estaba seguro que exigían algo.

—Lo que dice tu madre es verdad—soltó, al fin. Su voz inundó la habitación de un gris opaco. Nada estaba bien—. Es temporal... Necesitamos ocuparnos de unos asuntos.

El crimen de amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora