Un sonido fuerte.
Percibió desastre en su camisa.
El sonido volvió a tronar, pero esta vez lo notó más constante, no cesaba. Desde lo más profundo de él volvió a producirse una extraña sensación, se aferró a las paredes de los costados del cubículo y el vómito se abrió paso por entre su pecho hasta alcanzar el suelo. Le golpearon la puerta desde el otro lado, la música sonaba lejana y fuerte, pero no contestó. Se mantuvo en pie lo máximo que su cuerpo se lo permitía y emprendió un corto viaje desde el pequeño cuartito de baño hasta los lavabos. Lo observó mucha gente, entre asqueados y algunos que otros con una sed mucho más peculiar que una simple mirada, sin embargo no hizo caso a nadie. Alcanzó a lavarse la cara lo más rápido posible y, como su cuerpo se lo permitió, salió a los tropezones del baño público.
La noche anterior no le había sido para nada fácil, el apremiante siseo del trabajo y la rutina estaba acabando con su ego interno, y el pasar de los días únicamente era de una paleta gris. Siempre firmar algún que otro papel, discutir como era de costumbre con cualquier tipo de persona y llegar a casa sólo para dormir. Tal vez (y sólo tal vez) algún día de la semana le sobraba un rincón de tiempo para saciar su deseo carnal espontáneo. No quería nada con nadie, o eso decía, porque consideraba que no se encontraba en el momento propicio para entablar algún tipo de relación. Prefería incluso rotar de parejas sexuales constantemente para no generar ningún tipo de lazo. A veces, resguardado en la soledad de su monoambiente, concluía en que tampoco sería buen partidario de nadie. ¿Qué tenía él para ofrecerle a la otra persona? Soy un tipo común y corriente, sin nada nuevo que ofrecer, se repetía diariamente. Ninguna aventura, sólo un trabajo mediocre. ¿Amigos? Algunos. Y la familia solía estar lejos, como en otra realidad muy alterna a la que vivía él. Nunca supo si realmente disfrutaba de su soledad, o si probablemente ya estaba tan acostumbrado a ella que parecía quererla.
El sonido de la música volvió a descolocarlo de sus pensamientos y retornó en sí. Se encontraba en el centro de la pista de baile, solo, a penas moviendo los pies de lado a lado como somnoliento. Pensó que probablemente tenía una apariencia terrible, pero no le importaba. A eso había ido. Una noche para largar todo a la mierda (así le decían ahora). De vez en cuando disfrutaba de una inyección de la distracción más básica que se podría encontrar: una noche de discoteca. Sólo él y el fluir de las canciones del momento, algún que otro beso de los hombres más necesitados y, ¿por qué no?, una pizca de exceso de alcohol. Vida miserable, dijo para sus adentros.
Dio un salto brusco hacia adelante justo al tiempo en el que una mano gruesa y grande se ajustaba a sus caderas. Se viró extrañado. Veía delante de él un hombre de su misma estatura, alto. A penas conoció unos ojos marrones y brazos para nada delicados.—¿Te asusté?—dijo—No me vas a decir que no te pasa seguido.
Lo miró sorprendido. Quiso ocultar una sonrisa cómplice pero no pudo.
—No—respondió—, no me asustaste. Pudo haber sido peor.
Rieron un poco, nerviosos. Se miraron unos segundos sin saber muy bien qué decir. Él odiaba esos momentos previos al beso, al encuentro, o a lo que fuere que llegara a suceder. El otro avanzó en la conversación, acercándole un poco la boca al oído por el retumbar de la música.
—¿Te asustaría que te pregunte tu nombre?
Estiró una sonrisa.
—Julián—respondió—, ¿un secuestro con modales es preguntar el nombre de la víctima?
—Sea cual sea la circunstancia, soy educado.
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El crimen de amarte.
RomanceCuando el amor y la jauría se unen no hay retorno para el que debe escapar. Una encrucijada de adrenalina al extremo donde amar puede ser letal, y el suspiro de la respiración final se agita acechando al destino. Hoy, aquí y ahora, el amor es una cu...