CAPÍTULO 3: DO-MI-NÓ.

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Las posibilidades, por cada segundo que transcurría, se agotaban. Eran como gotas que caían rápido desde un cielo envuelto en tormenta e irrumpían el suelo con un gran exabrupto. La vida, para Esteban Penussi, se tornaba cada día más oscura, y creyó haber visto, en algún momento un final certero. Se reunió rápido con su gente en la habitación contigua al galpón donde mantenía encerrado al otro sujeto, Julián. Los tres muchachos presentes se encontraban tensos, demasiado preocupados para el gusto de Esteban. Algo estaba saliendo mal, muy mal. Sus "títeres" (como le gustaba llamarlos a la competencia en el negocio) solían ser de por sí bastante acelerados, siempre preocupados y activos; luego caía la depresión, la insostenible misericordia de un polvo blanco. Esteban ya estaba acostumbrado a todo aquello, tanto así que un día (no recuerda cuál) pareció dejar de importarle por completo. Pero en ese momento algo inusual estaba sucediendo. Arribó a una pequeña mesa de madera en el centro de la habitación donde sus hombres estaban discutiendo en voces escurridizas. Las paredes estaban medio degastadas y una luz blanca enfermiza colgaba desde el techo sin lámpara que la recubra. 

Parecía una escena de películas de terror.

-¿Qué está pasando acá?-inquirió con vehemencia cayendo fuertemente con las palmas de las manos sobre la mesa.

-¡Todo se está yendo de control, Esteban! ¡Nos buscan! Nunca habíamos llegado a tanto...

Esteban pareció no escuchar a su compañero. Esperó que alguien más conteste a su pregunta.

-Y además-saltó otro, a su izquierda-, esta vez sí que se va a poner feo. El caso salió en las noticias, Esteban. Fuimos muy desprolijos.-el hombre le acercó su teléfono móvil. Esteban leyó. Recitaba sobre la pantalla principal en grandes letras negras.

"ASESINATO DEL JUEZ HURRIAGA"

El cuerpo del reconocido Juez fue hallado sin vida este 23 de agosto. Las pericias realizadas indican que el mismo se hallaba dentro de una bolsa de residuos. Los delincuentes, en una desprolija maniobra, dejaron al cuerpo de la víctima a la intemperie de una orilla del Riachuelo, Buenos Aires. El caso fue tomado por el Fiscal Martínez quien declaró fehacientemente "¡[...] y no voy a descansar hasta ver a él o los culpables dentro de las rejas!".

Esteban dejó el móvil en la mesa de madera, no quiso seguir leyendo la nota, consideró que con lo leído había sido suficiente. En su cara se conformó una especie de mueca, sus compañeros no llegaron a descifrar qué pero creyeron encontrar vestigios de una sonrisa. Uno de ellos se le plantó.

-¿Acaso te estás riendo?-era Rojas, el que conducía el automóvil la noche anterior-¿No te das cuenta del problema en el que nos metimos?

-¿Por qué-dijo otro, Gutiérrez-decidiste dejar el cuerpo a simple vista? ¡Nos pusiste en peligro a todos!

-¡No puse en peligro a nadie!-Esteban se giró hacia los tres, incluso hasta al más callado quien le había prestado el teléfono celular-¡Hicimos todo limpio! ¡No dejamos huellas en su cuerpo y esquivamos todas las cámaras que pudimos!

-¿Te olvidás de algún detalle?

Esteban miró fijo a Rojas, era el que más ímpetu de queja presentaba. No le contestó, pero otorgó con el silencio.

-Te trajiste a tipo que no tenía nada que ver.-contestó con furia.

-¿Y qué planeabas que haga? ¿Dejarlo para que vaya corriendo y nos delate? ¡Si dejaba escapar a este hombre las posibilidades de que nos encuentren aumentarían!

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2021 ⏰

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