Prólogo

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Allí, delante del espejo, observándose, se encontraba una figura encapuchada a la que sólo se le distinguían los ojos. La gran capa que la cubría ocultaba a una jovencita de 14, casi 15, años llamada Sophie, Sophie May Scamander. 

La chica suspiró algo cansada y cerró los ojos. 

"Vamos tu puedes —se animó mentalmente, por quinta vez—.Lo deseas desde hace mucho tiempo, tú eres la única persona capaz de hacerlo"

Abrió los ojos de nuevo y bufó frustrada al observar que nada había cambiado, aquello no estaba dando resultado. 

—Una vez más, puedo hacerlo —susurró para sí y volvió a cerrar los ojos. 

"Puedes hacerlo, Sophie, ya es momento de cambiar, de comenzar a aceptarte, tú puedes, concéntrate" —pensó. 

De pronto, sintió como si tuviera un peso menos sobre sus hombros, abrió los ojos y, para su asombro, vio ante el espejo a una chica de estatura promedio, con pelo castaño, pequeñas pecas y ojos color miel, se vio a ella.

Había cambiado mucho desde la última vez que había visto su cara, hasta tal vez estaba bonita...

—Claro que no —murmuró—, yo no soy bonita, cállate cerebro.

Sin embargo, sonrió, lo había logrado por fin. Volvía a ser ella, había decidido que ya no tenía porqué ocultarse, que iba a enfrentar las cosas cara a cara.

—Este será un nuevo comienzo —dijo con una voz dulce y suave, pero
segura—. A partir de ahora, todo va a ser mejor.

Desvió su mirada del espejo y observó su ventana. Con una sonrisa, se acercó y se asomó por esta, desde allí podía ver a su abuelo y a su hermano jugando con un escarbato en el patio.

—Sophie, baja querida - la llamó su abuela desde la cocina—. Ya es hora de poner la mesa, vamos a comer.

—¡Ya voy, abu! —respondió.

Sophie salió de su habitación y bajó la escalera dando saltitos. Al entrar en la cocina, su abuela se volteó para verla, quedando muy sorprendida.

—Extrañaba tu cara —comentó con una sonrisa, acercándose a su nieta—, es lindo volver a verla.

La chica sonrió.

—Sí, a mi también me alegra volver a verla —dijo contenta—, y no se irá de nuevo.

Su abuela se acercó a ella, acariciando su mejilla con dulzura. 

—Te quiero mi niña —pronunció, antes de rodearla con sus brazos formando un abrazo, que la castaña no dudó en corresponder. 

—Yo también te quiero, abu.

Y juntas pusieron la mesa, para luego llamar al resto de la familia y al fin comenzar a almorzar.

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Decidí que esto quedaba mejor como un prólogo, espero que les guste. 

"La Chica de la Capucha" (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora