Capítulo 3

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Durante el resto del viaje a Hogwarts, Ron y Harry se la pasaron hablando sobre el Campeonato Mundial de Quidditch, Hermione comentó alguna que otra cosa, pero luego, ya aburrida, sacó un libro y se puso a leer. Sophie no habló mucho, tan solo escuchaba la conversación de los chicos mientras observaba los cambiantes paisajes por la ventanilla del tren.

Varias horas más tarde, el tren comenzó a reducir su velocidad, hasta finalmente detenerse. Los cuatro adolescentes tomaron sus cosas y, con lentitud, bajaron de este. Una vez fuera, un frío aire les recorrió el cuerpo y los hizo temblar. 

Ya habían comenzado a caminar cuando escucharon una inconfundible e irritante voz detrás de ellos. Sophie volteó a ver de quién se trataba, confirmando sus sospechas. Justo detrás suyo, iba caminando Draco Malfoy, un chico de su mismo año que pertenecía a la casa Slytherin, quien estaba acompañado por sus dos gorilas, digo, amigos, Crabbe y Goyle. La chica ya lo conocía y sabía que Malfoy se la pasaba molestando al trío de oro cada vez que tenía una oportunidad.

—¡Eh, Potter! —exclamó el rubio, arrastrando las palabras al hablar. 

—¿Qué quieres Malfoy? —contestó con molestia el joven de ojos verdes y cabello azabache.

—Cuida tus modales, Potter —lo regañó el otro, con una sonrisa arrogante—. Sólo quería...

Malfoy cortó la frase al fijarse en Sophie, le hecho una mirada de arriba a abajo, lo que incomodó a la chica.

—¿Quién eres tú? —inquirió.

—Eso no te importa, Malfoy —soltó Harry enojado.

—Disculpa, ¿acaso hay algún problema con que hable con ella? —preguntó el chico levantando las cejas, luego se volvió hacia la castaña— ¿Cuál es tu nombre?

—Sophie Scamander —respondió la muchacha con cierta frialdad en su voz, lo cual no era para nada común en ella.

—¡Cuida tu tono!— dijo Malfoy, volviendo a levantar las cejas— Así que, Scamander, interesante...

—¿Hay algún problema con mi apellido? —cuestionó.

—No, ninguno —aseguró el rubio sonriendo— ¿Eres nueva?

—Eso no te importa— respondió Sophie, giró sobre sus talones y se dirigió hacia uno de los carruajes que se encargaban de transportarlos hasta el castillo. 

La chica de ojos miel no sabía por qué esa pregunta la había puesto así, tal vez por el hecho de que no quería revelar quién era, o, mejor dicho, quién había sido.

Al bajar del carruaje, en el que para su suerte había ido sola, avanzó a paso rápido hacia el castillo. En cuanto llegó al vestíbulo, entró velozmente al gran comedor y se sentó en una de las puntas más alejadas de la mesa de Gryffindor, esperando así no encontrarse con Harry, Ron y Hermione.

Sin embargo, eso no resultó de mucha utilidad, pues apenas entraron al comedor, los tres amigos la divisaron, se acercaron y se sentaron con ella. Eso se le hizo extraño a la chica, ¿por qué la seguían buscando? Sobre todo, después de que ella los hubiera dejado solos.

"A lo mejor solo están siendo amables" —pensó.

—Ah, Sophie —le habló Hermione— queríamos saber si te encontrabas bien, nos preocupamos luego de que salieras corriendo hace un rato, ¿pasa algo? —parecía estar preocupada de verdad.

—No, no pasa nada y sí, estoy bien —respondió rápidamente—. No deberían haberse preocupado.

—Creímos que algo de lo que había dicho Malfoy te había molestado —reveló Harry—, ya sabemos cómo es él y no asustó que te haya podido hacer sentir mal. 

Aquello tocó el corazón de la castaña, ellos en verdad se habían preocupado por ella, o eso demostraban. Pero sabía que no podía emocionarse demasiado, ya había caído en esa trampa una vez y no lo volvería a hacer.

—Y pues ¿entonces sí eres nueva, no? —preguntó Ron y Hermione le dio un codazo— ¡Auch! ¿Qué hice?

—No creo que sea nueva —habló Harry, los otros tres lo miraron— p-porque sino no estaría sentada en la mesa de Gryffindor —terminó algo nervioso.

Una pequeña sonrisa escapó de los labios de la joven.

—Él tiene razón —afirmó Sophie, señalando al ojiverde con la cabeza— No soy nueva, entré aquí el año pasado, durante mis primeros 2 años estudié en Ilvermorny.

—¿Ilvermorny?—repitió Harry confundido.

—Sí —contestó, extrañada de que no la conociera—. Es la escuela de magia que se encuentra en Estados Unidos.

Hermione asintió ante esa aclaración, por otro lado, Harry y Ron miraron a la chica sorprendidos.

—¿Eres...de Estados Unidos?— inquirió Ron.

—Así es —asintió.

—¿Y desde hace cuanto vives aquí?— preguntó Hermione con curiosidad.

—Desde hace un poco más de dos años —respondió—. Mi mamá era de Inglaterra, al igual que mi abuelo.

Los demás asintieron, pero no pudieron seguir hablando porque McGonagall llegó con los nuevos alumnos, dándole inicio a la ceremonia de selección.

Harry volteaba disimuladamente a ver a Sophie, no podía decir cómo, pero estaba completamente seguro de que se trataba de la chica que se había instalado en sus pensamientos en el verano, y además de eso, no podía negar que ella era muy linda.

Movió su cabeza de un lado al otro, intentando sacar a esa muchacha de su cabeza y se concentró en la ceremonia. El sombrero se encontraba cantando su nueva canción de presentación.

De repente, detrás del chico apareció un niño, Sophie lo observó con curiosidad. Este le pidió a Harry que le deseara suerte a su hermano, que había entrado ese año.

—¿Los hermanos suelen quedar en la misma casa, no? —preguntó Harry en cuanto el niño se fue.

—No, no necesariamente —repuso Hermione— La hermana gemela de Parvarati Patil está en Ravenclaw, y son idénticas. Uno pensaría que tenían que estar juntas, ¿verdad?

Los tres amigos se pusieron hablar de quién sería el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras aquel año. Sophie no los escuchaba, estaba observando con atención la ceremonia de selección, puesto que nunca antes la había visto.

—¡Que se den prisa!— gimió Ron, logrando que la castaña se diera vuelta a verlos— Podría comerme un hipogrifo.

La chica lo miró con indignación.

—Los hipogrifos son criaturas hermosas, si fuera tú, los trataría con más respeto.

El pelirrojo la ignoró.

Cuando todos los alumnos ya había sido seleccionados, el profesor Dumbledore se puso de pie. Sonreía a los alumnos, con los brazos abiertos en señal de bienvenida.

—Tengo solo dos palabras que decirles —anunció y su profunda voz resonó en el Gran Salón— ¡A comer!

—¡Bravo, bravo! —dijeron Harry y Ron en voz alta, cuando por arte de magia las fuentes vacías aparecieron llenas ante sus ojos.

Las chicas rieron.

—Sí que tenían hambre —le susurró Sophie a Hermione, sirviéndose tranquilamente un poco de puré de papa.




"La Chica de la Capucha" (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora