En el hogar de Andrómeda y Teddy

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Harry no tenía ni un poquito de ganas de levantarse de la cama. Quería quedarse acostado allí todo el día, dedicarse a vagar viendo algunas películas, comer hasta no poder más o simplemente dormir y dormir. Pero lo prometido a su ahijado días atrás le obligaba a pararse de allí.

Tal vez un poco de café le animaría.

Con toda la pesadez que podía sentir en el cuerpo, caminó hasta al baño. Luego de ver durante unos largos minutos en el espejo la cara de cansancio que arrastraba desde hacía unas semanas, empezó con el aseo. A la vez, tenía los pensamientos sobre el trabajo sofocándolo; específicamente un nuevo caso que le habían otorgado como auror. Se quedó dándole vueltas al tema por un buen rato, tanto así que perdió la noción del tiempo.

Mientras corría hacia la cocina a prepararse el café, se detuvo unos segundos en la escalera, para fijarse en el reloj de su muñeca, el cual le indicaba que se le hacía tarde. Apresuró la preparación del café y apenas estuvo listo, se lo bebió completo, logrando que su garganta experimentara un ardor por la calentura de la bebida.

Genial.

Se sirvió un vaso con agua y también se lo aventó de una, haciendo que tosiera por la rapidez en que lo había hecho. Por la cabeza se le pasó que se moriría ahí, ahogado. Y que todo era consecuencia de no haberse levantado temprano.

Realmente Merlín había escogido un mal día para regalarle tantas desgracias desde la mañana. Se había retrasado y no tenía dudas en que Andrómeda estaría un poco enfadada por él y su impuntualidad. Y es que cómo no podría estarlo. No era la primera vez que Harry llegaba tarde para cuidar a Teddy sabiendo que Andrómeda tenía yoga los sábados por la mañana. Además, ese día Harry le enseñaría algunas técnicas nuevas a su ahijado en quidditch, que el niño, le había visto hacer durante algunos partidos con los Weasley.

Usando la red flu, ya se encontraba en casa de Andrómeda, estabilizándose un poco luego del viaje.

Primero asomó su cabeza afuera de la chimenea, observando que no había nadie en la sala. Incluso la casa estaba en un completo silencio, tanto así que parecía estar vacía, lo cual le parecía raro, ya que era sábado y no le extrañaría que Teddy andara por allí correteando o esperándolo con los brazos abiertos.

Ahora sacó el resto del cuerpo y empezó a caminar en dirección de la cocina, a un par de metros del comedor. Era adecuadamente amplia, con muebles altos y bajos y con suficientes hechizos de seguridad para que un niño no causara ningún desastre dentro.

No había nadie tampoco.

Entonces, escuchó unas pequeñas risas que provenían desde al fondo. Y Harry, luego de haber escuchado, esta vez carcajadas, supuso que estarían en el patio de la casa.

Se podría decir que trotó hasta allá, pero era mentira. En realidad estaba corriendo hasta ellos, pensando en alguna excusa que le podría dar a Andrómeda por su tardanza.

—¡Harry! —exclamó Andrómeda—. Pensé que ya no vendrías.

—Perdona, Andrómeda. Se me hizo un poco tarde —Harry se rascó la nuca, como hacía cada vez que se ponía nervioso—. Pero pensé que...

—¡Harry! — gritaron desde al fondo. El azabache buscó de dónde provenía la voz y encontró a Teddy corriendo hasta él y a una persona detrás.

Y no lo podía creer.

—Harry, Harry —saludó Teddy cuando estuvo en frente de él, abriendo sus brazos. Harry lo miró y le dio un abrazo. Aún así, seguía un poco impactado por quien venía detrás—. A que no adivinas quién vino a visitarnos.

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⏰ Última actualización: Sep 25, 2021 ⏰

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