La noche de año nuevo apenas empezaba con todo lo que estaba pasando. Las manos de Aniel sujetaban suavemente mi rostro, sentí que podía llorar ante su gentil tacto, sus labios sobre los míos eran una encantadora sorpresa. Un poco de miedo me llevó a apartarlo de mí.
Con mis manos en su pecho y con mi mirada lejos de él, con mucho temor me negué a sus besos.
—No hagas esto. Si sigues, mañana me sentiré muy incómoda contigo.
Sentí como por un instante aceptó mi petición, pero tan pronto lo miré a los ojos, nuevamente me besó. No quería negarme más y no lo haría, no con sus brazos a mí alrededor. Me levantó y fuimos a la primera habitación que tuviera la puerta abierta, para nuestra suerte, era mi habitación. El sonido de la puerta siendo cerrada, me puso alerta, sabía qué pasaría y no me importaba. Pero aun con todo el vino que habíamos bebido, me sentía nerviosa.
Ambos estábamos en la cama, él estaba sobre mí. Nuestras ropas dejaban nuestros cuerpos tan rápido que no lo podía creer. Ya desnudos, sentí su mirada, estaba llena de dulzura y deseo, no podré olvidarla jamás.
Su miembro se posicionó entré mis piernas. Tuve miedo de que doliera, de que fuera tan terriblemente doloroso... y lo fue; empujó con fuerza, haciéndome gritar bajo por el dolor. Sin pedírselo, dejó de entrar y me miró, en ese pequeño momento lo supe, él estaba tan nervioso como yo, su mirada de pronto transmitía preocupación.
—Perdóname. —dijo entre suspiros.
—Por favor, se amable conmigo. Confiaré en ti y te pido que no me lastimes.
Besó mi frente y mi boca. Comenzó a penetrarme suevamente, dándole pequeños escalofríos a mi cadera que corrían a través de mis piernas, mis gemidos se escapaban y no tenía ninguna manera de detenerlos. Mis ansias se intensificaron y le pedí que me penetrara con más fuerza. Mis gemidos se transformaron en gritos.
Lo abracé con fuerza, mordí su hombro intentando ahogar mis gritos, pero eso solo lo provocó; entraba en mí con más fuerza y rapidez que antes, instintivamente mis uñas rasguñaron su espalda y sus suspiros en mi oído eran un placer increíble y sublime que quería sentir por mucho más tiempo.
Por un instante se detuvo para llevar mis piernas a sus hombros, esta posición le permitió entrar más profundo en mi interior. Con ambas manos cubrí mi boca para no dejar escapar todo el placer que Aniel me daba.
Llegaba más y más profundo acariciando, rozando cada parte de mi interior. Creí que no me sentiría así en ningún momento en mi vida; pero él me hacía sentir deseada y querida. Esto que Aniel me daba iba más allá de solo sexo y apenas lograba percibirlo.
En medio de sus penetraciones, fijó sus ojos en los míos. Sentí pena y cerré mis ojos.
—Mírame. — me pidió.
No pude negarme, tenía algo en su voz que simplemente no me dejaba retirarme, que me llamaba, que me incitaba a seguir su petición.
Más fuerte, más rápido, más gemidos, más sudor y mucho placer...
Sentía cada parte de mi cuerpo dejarse llevar y mi alma era hechizada por este intercambio. En este momento, en este lugar, solo estábamos Aniel y yo. Tomé sus cabellos y con fuerza lo atraje a mis labios, llevando mi lengua dentro de su boca, deseosa por sentir más de quien en un instante había robado de mí aquello que yo misma desconocía poseer.
Su cuerpo y el mío se sentían como uno, nos habíamos entendido más allá de la superficialidad de lo que este acto puede ofrecer. Mordió mi oreja llevando mi cuerpo al placer. Lágrimas de placer salían de mis ojos, mi corazón latía tan rápido y mi respiración era irregular. Aniel bajó mis piernas de sus hombros y me abrazó. Su abrazo era especialmente diferente, me rodeaba con fuerza, como si tuviera miedo de que de pronto desapareciera.
—Ya no puedo más...
Inmediatamente, sus penetraciones fueron terriblemente rápidas y profundas llevándonos juntos al clímax.
Mi respiración se bloqueó por unos momentos, mis ojos se cerraron y mi cuerpo se sacudió al igual que el suyo. Sentí como llenó y como mi cuerpo se relajaba, regulando mi respiración y mis latidos.
Aún seguía abrazando a Aniel encima de mí. Acaricié su cabello, era suave y esponjoso, olía a miel, supuse que era el champú o el acondicionador. Su abrazo se suavizó, pero sin soltarme. Salió de mi interior y se recostó a mi lado, aun con su respiración agitada. Me miró y me sonrió.
Me acurruqué junto a él, sentí que era un poco extraño para él, pero no me rechazó. Y sin decir nada, caímos dormidos.
A la mañana siguiente, fui la primera en despertar. Aún seguía entre sus brazos y mi cabeza empezaba a doler... la resaca empezaba a dar señales de vida. Con cuidado de no despertarlo, tomé el primer trozo de tela en el piso para cubrir mi cuerpo e ir al baño para refrescarme un poco con la esperanza de que mi dolor de cabeza disminuyera.
Ya en el baño, me vi en el espejo... no podía creer lo que acababa de suceder hacía tan solo unas horas. Me sentía confundida, ya no estaba segura de porqué había hecho lo que hice anoche. Quería culpar al vino por todo, pero la verdad era que siempre estuve consciente y sin temor a mentirme, lo deseaba. No estaba segura de quien era Aniel, no lo conocía, pero simplemente las cosas habían sucedido.
Ahora tengo que salir y enfrentarme a la realidad de lo que había pasado anoche. Respiré profundo, inhalando el valor que esperaba se encontrara en el aire. Salí y lo vi, ya estaba despierto.
—Buenos días— me saludo con normalidad—, ¿cómo te sientes?
Fue raro que me preguntara algo así...
—Hola, estoy bien...—Dije con notoria confusión.
— ¡Qué bien! Lamento esto, pero tengo irme. Me han llamado y tengo que salir pronto.
—Ok... adiós, supongo...
Aun no entendía mucho de porqué me decía esto. Yo creí que sería algo simple, algo de una noche, sin ningún tipo de compromiso ni sentimientos involucrados. Y de pronto estaba dándome explicaciones que no le pedí. Me sentía muy incómoda con él aquí, lo que más quiero ahora es que se vaya de mi cuarto para analizar y recordar qué pasó.
—Y necesitaré eso— señaló el trozo de tela con el que me cubría... era su camisa.
—Sí, claro— hablé nerviosa.
Aniel se acercó a mí, me quedé quieta, supuse que tenía mucha prisa, asique busqué rápido algo con que cambiar mi ropa, pero no encontraba nada. En instantes estuvo frente a mí y con delicadeza empezó a desabrochar la camisa, me paralicé. Desvié mi mirada y la centré en cualquier otra cosa. La punta de sus dedos rozaba mi piel a medida que desabrochaba los botones, sus ojos solo los seguían mientras bajaban.
Después de desabotonarme todo, deslizó sus manos sobre mis hombros, erizando mi piel. La prenda cayó a mis espaldas y ahora me encontraba expuesta y consciente frente a él. Bajé mis ojos, no quería ver los suyos. Inhalé fuerte cuando me tomó de la cintura llevando mi cuerpo más cerca del suyo, fue en ese instante que mi mirada se cruzó con la suya, se inclinó un poco y delicadamente besó mi frente.
—Te llamaré más tarde.
Tomó sucamisa y salió, dejándome desnuda, nerviosa y confundida.
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Soñando Despierta
FantasyAun siento que algo me falta, pero no buscaré más lo que sin duda no es para mí. No puedo seguir haciendo lo mismo, ya no huiré. Es momento de enfrentarme a todo aquello de lo que escapé; mi dolor. Pienso en todas las personas que me lastimaron y a...