Hola otra vez

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Gabriel bajó y abrió la puerta. Me sentí en el pasado, tan débil y estúpida. Aparecí mi espada y esperé a ver quién estaba del otro lado de la puerta. Agudicé mi oído esperando escuchar las voces, pero la estática no me dejaba reconocerlas.

— ¡Aniel! No te esperábamos por aquí.

La exclamación de Gabriel me tranquilizó. Oculté mi espada y respire con tranquilidad para después dejarme llenar por lo nervios. Intenté mantenerme calmada, no quería pensar que estaba aquí por mí, no quería ilusiones.

—Disculpa por venir sin avisar. Vine a ver a Luna.

— ¿Luna?— No puede ser— Ella aún está en pijama, no parecía que te estuviera esperando.

—Supongo que estaba esperando mi llamada, pero olvidé mi celular aquí.

—Le diré que la esperas.

No quería esto, ahora Raphael y Gabriel sentirán la competencia más real que nunca.

Fui a la entrada cubierta con una manta, después de que Gabriel me avisara que había alguien esperaba.

—Hola— lo saludé con mucha neutralidad y con mis mejillas tan sonrojadas como podían.

—Lamento no haberte llamado, mi celular se quedó aquí.

—No te preocupes, en seguida lo buco y te lo regreso.

Di vuelta para escapar a mi habitación cuando su mano me detuvo.

—No solo estoy aquí por el celular, Luna. Quiero invitarte a cenar.

—Aniel, escucha; tal vez para ti significó algo lo de anoche, pero para mí no fue nada más de lo que fue. No tengo intención de tener una relación ni nada que se le parezca.

Su rostro se apagó un poco y algo en mi pecho dolía por verlo así.

—Borremos lo que pasó anoche. Pero no retiraré mi invitación, Luna. Tengamos una cita, necesito decirte mucho y aquí no puedo hacerlo. Es sobre nosotros.

Lo pensé un poco y terminé aceptando. Lo invité a pasar para que me esperara mientras me arreglaba un poco para salir.

— ¿Tendrán una cita?

—Sí, Rose. Al parecer tiene algo que decirme, pero no sé, pienso que solo es una excusa para que salga con él.

—Míralo de esta manera: no pierdes nada. Solo le estás dando una oportunidad, así como lo hiciste con Gabriel y Raphael.

—Ni me los recuerdes, por alguna razón siento que creen que aún pueden enamorarme. Fui una estúpida e inmadura al tenerlos esperando, debí decirles desde un inicio que ninguno me interesaba. Y cuando lo hice no me dijeron nada. Deben saber ya que se acabó.

—Después de tu cita, deberías hablar con ellos. No puedes dejarlos ilusionarse más.

—Lo haré. Espero que con eso no hagan que mi padre aparezca de la nada para convencerme de que debo elegir a uno de ellos.

Después de abrigarme bien, bajé con Aniel.

—Hola otra vez— me dijo— Te ves más hermosa.

Solté una risa nerviosa.

—Gracias. Aquí está tu celular.

Salimos de la casa y caminamos para las pequeñas calles de esta pequeña ciudad. No tenía tanto frío como la primera vez que salí con Raphael, pero tenía un extraño deseo por sentir su brazo a mí alrededor.

Me sorprendí gratamente cuando lo hizo, recargué mi cabeza en su hombro y continuamos así el resto de la caminata. Ya estaba oscureciendo y el viento se tornaba más helado.

Llegamos a un restaurante italiano, desde que llegué aquí siempre había querido comer en ese lugar, pero por una u otra razón no lo hacía. Me sentí contenta por poder al fin comer aquí.

Subimos a la segunda planta y no sentamos en una mesa junta a la ventana, aquí la temperatura era más alta, así que nos quitamos nuestros abrigos. Pronto nos atendieron, ordenamos espagueti con albóndigas, lasaña y vino blanco para acompañar. Mientras esperábamos empezó la conversación con una pregunta en extremo directa.

— ¿Michael no ha venido a verte?

— ¿Cómo sabes de Michael?

Disimulaba mi sorpresa, quería que pareciera una conversación sin importancia alguna.

—Sé que esto podría sorprenderte; que un extraño te pregunte sobre tu padre. Pero yo no soy precisamente un extraño para ti, solo no me conoces.

—Habla claro, Aniel. No me gustan las adivinanzas.

—Creo que lo olvidaste, pero no te preocupes, haré que lo recuerdes: anoche, tú y yo nos reconocimos.

—Claro, te había visto antes, cuando compré el vino.

—No me refiero a eso. Yo ahora mismo llevo un escudo, para que mi esencia no sea detectada. Pero anoche, se desestabilizó un poco para encontrarnos. Mi alma y la tuya son la misma.

Los recuerdos volvieron a mí. Lo que decía era verdad, lo había olvidado por completo.

— ¿Quién eres, Aniel?

—Soy el arcángel del amor y tu alma gemela.

Me quedé congelada. No esperaba nada de esto, no quería ilusionarme nunca más con la estúpida idea de encontrar a esa persona que sería mi pareja en la vida. Había deseado tanto este momento que lo confundía con facilidad con el resto de estúpidos con los que me relacioné antes. Y de pronto estaba aquí, frente a mí.

— ¿Y ahora me dirás que me esperaste por mucho y que no me dejaras ir?— dije con incredulidad en mis palabras.

—No te esperaba ni te buscaba y ciertamente, no quería encontrarte. Mi corazón ya se había roto antes muchas veces como para soportar la idea de seguir buscándote y fallar en el intento.

—Bien, creo que ya tenemos algo en común.

—Pero es verdad que ahora que te encontré y que estoy muy seguro de que eres tú, no te dejaré ir.

—Llegas tarde, ya no creo en algo como la esencia. Ya antes la había percibido en otro hombre.

Lo vi confundirse y la verdad, yo tampoco estaba segura de porqué Jasper tenía el mismo aroma, claro, Rose me lo explicó, pero aun así no estaba segura de que tan cierto sea.

— ¿En quién?

—Ya no importa. No tienes por qué preocuparte con él y yo tampoco. Más importante que esto, ¿Por qué preguntabas por Michael?

—Yo estuve investigando un poco con algunos conocidos y me dijeron por qué estabas con Raphael y Gabriel. Creí que ya había algo decidido entre ustedes que Michael lo sabía y había dado su bendición.

—Aún no hay nada decidido, por lo menos no totalmente. Y a mi padre no lo he visto en muchísimo tiempo.

El viento sopló desde la espalda de Aniel en mi dirección, percibí el olor de su alma, idéntico al mío.

Su mano tomó la mía y me miró a los ojos.

—No te dejaré ir, Luna.

—Yo no te pertenezco, Aniel.

—No me importa si no eres mía, sé tan libre como desees serlo. Yo quiero ser tuyo. Solo con eso podré ser enteramente feliz.

—Tarde o temprano te aburrirás de mí y te irás; es la historia de mi vida.

—No me iré a menos que tú lo quieras. Pero jamás te dejaré, estoy muy seguro, Luna. Quiero y deseo quedarme contigo.

—Entonces, no te vayas...

Sentí que lloraría, podía sentir su fuerza y anhelo por estar junto a mí. Era muy fuerte e intenso, mucho más del que nuca sentí de Jasper o Joe.

Aún tengo miedo y desconfianza. No haré lo que hice en el pasado; no le daré mi amor hasta que tenga la seguridad de que será más que solo un encuentro superficial.

Rose tiene razón, no pierdo nada en darle la misma oportunidad que le di a los demás. Y esta vez me aseguraré de no tener que arrepentirme, si es que todo acaba mal.

Soñando DespiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora