La fiesta

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Me paralicé. Hacía mucho tiempo que no escuchaba que me llamaran de esa manera, de esa estúpida y coincidente manera.

Me levanté totalmente nerviosa y molesta.

— ¿¡Quién eres!?— me estaba alterando mucho más de lo normal.

Mi menté analizaba todos los detalles, todo lo que no había visto y todo lo que me estaba imaginando y llegué a una simple conclusión: Aniel es Jasper.

La coincidencia más notable eran esas dos cuestiones: el aroma de Jasper es el mismo que el de Aniel y me llama de la misma manera.

Saqué mi espada y de inmediato lo amenacé con ella. Aniel se puso de pie lentamente y me miraba con cautela, estaba literalmente entre la espada y la pared; con una amenaza en frente y totalmente acorralado.

—Tranquila, Luna. Soy Aniel, ¿recuerdas?, soy un arcángel menor. Respira.

— ¡No es verdad!

Aun sentía mis manos temblar, mi vista se nublaba por todo el terror que sentía al tener a mi pasado frente a mí.

—Claro que lo soy— acerqué mi espada y él cerró los ojos— Luna, tranquilízate. Escúchame; la espada de Michael es más peligrosa de lo que crees, no es una simple espada.

Sentí un viento que me hizo cerrar los ojos, al abrirlos lo que me encontré fue a Aniel con ambas alas extendidas que con su calidez me tranquilizaban, respiré profundo y dejé que mi espada se fuera, lo abracé de vuelta. Mi corazón se tranquilizó.

—Soy un arcángel, Luna.

Era verdad. Ahora lo sabía.

Aniel no era Jasper. Me sentía mucho mejor después de confirmarlo.

—Lo lamento mucho. Yo... creí que eras alguien más.

—Lo mejor será que tengamos nuestra fiesta privada. Está muy claro que no quieres estar aquí, vámonos.

Entrelazó sus dedos con los míos y salimos de esa casa. En lugar de eso fuimos a su departamento, no estaba nada lejos de la fiesta, tal vez a 5 o 6 calles, no las conté.

Llegamos a un complejo de apartamentos bastante lindo y acogedor. Él tenía el número 8 en el 4to piso. Entré y era una pequeña casa; estaba un pasillo que daba a la sala de estar, no tenía comedor, solo una pequeña cocina con un refrigerador pequeño y un par de estanterías, al fondo había una pared con un arco que llevaba a su habitación o eso pensé.

Aniel caminó a la cocina, mientras yo me sentaba en el único sofá que estaba en su departamento. Era muy cómodo, me sentí más tranquila estando solos, alejados de todos.

Después de unos minutos, Aniel regresó con un par de botellas de vino, uno rosado y otro blanco.

—Te gustan mucho los vinos. —dije esperando hacerlo reír.

—No exactamente. Tengo un conocido que trabaja en el lugar donde los distribuyen, él no bebe alcohol, así que cada mes me envía algo nuevo; desde una o dos botellas hasta una caja.

— ¿No es más fácil rechazarlas y/o venderlas?

—Le sugerí lo mismo, me dijo que lo había intentado y que eso le costó una "semana de vacaciones no pagadas".

Hice un gesto, no creí que el jefe de una distribuidora se molestara porque alguno de sus empleados no quisiera recibir regalos.

Destapamos la botella de vino blanco y servimos un poco en cada copa. No era una buena catadora de vinos o de cualquier otra bebida ni siquiera de café, a pesar de haber trabajado en una cafetería.

Bebimos con tranquilidad y reíamos de nuestros chistes relacionados con el vino y su pobre amigo. Era divertido estar con él. Hubo un instante en que miré su rostro y me perdí en el color café claro que tenían sus ojos. Él me miró de regreso y me sonrió, sus mejillas se habían puesto un poco rojas. Sonreí ante esa tierna reacción y estaba segura de que mis mejillas se tornaban del mismo tono.

Un rato después, con la botella ya vacía, decidimos abrir la que teníamos esperando.

Reíamos muchísimo, entendí que ya estábamos mareados o borrachos, pero el vino blanco no era tan fuerte como el tinto de año nuevo.

Así que nuestras charlas solo se llenaron de mucha risa.

— ¿Por qué te pusiste así en la fiesta?— me preguntó con cautela sin dejar de ver su copa.

Las risas de pronto se acabaron y no supe que decir. Sin pensarlo por más tiempo, decidí que le contaría todo.

—Me dio un ataque de ansiedad por ver a Violet, ella es una conocida mía de la ciudad en donde viví...

Respiré profundo y le conté todo; el ritual, mis amigas, Rose, Raphael, Gabriel, Hank, mis días en la academia, mis sentimientos en esos momentos y también de Jasper, le conté todo sin dejarme un solo detalle para mí.

No sé cuánto tiempo pasó mientras le hablaba de todo esto, él no preguntaba nada, no decía nada; por un momento pensé que ni siquiera me estaba escuchando porque su mirada estaba en la copa que sostenía y que parecía era lo único en lo que se concentraba.

Cuando por fin dejé de hablar, Aniel tomó la botella y nos sirvió más vino. No sabía que decirle ahora.

— ¿Tú... aún sientes algo por él?— se escuchaba preocupado.

Sonreí con nostalgia.

—No. En ese entonces supongo que sí sentí algo por él, pero si te soy sincera; creo que solo estaba con él por no sentirme sola. No debí permitir que me tratara como lo hizo, fue amable y me cuidó, pero eso no era suficiente para soportar sus abandonos, sus malos tratos y todo lo demás. Es cierto que cuando se fue, mis peligros cesaron y yo tenía la más sincera de las voluntades para estar con él y apoyarlo...

—Pero él prefirió huir...

—Sí.

Escuché un pequeña risa y lo miré porque al parecer se sentía mejor.

—Me alegra mucho que se haya ido de tu vida. Eso te trajo aquí y me permitió conocerte. Algún día tendré que darle las gracias.

Ambos reímos, parecía que todo ese ambiente serio ya no estaba. Continúanos bebiendo, hasta que nos dio hambre. Pedimos una pizza, no sé cuan tarde era pero me alegraba mucho de que aún estuvieran en servicio. 30 minutos pasaron, llegó la pizza y por fin cenamos.

—Sentí celos — dijo de pronto—, tuve miedo de pensar que aún lo extrañabas.

—No tienes por qué preocuparte por eso. Él decidió irse, yo no lo buscaré porque no es bueno para mí y porque a estas alturas, ya no quiero verlo. Yo... —Insegura de lo que iba a decir, tomé una pausa y seguí comiendo.

Aniel notó esto e insistió para saber lo que quería decir, yo me reía mucho y no dejaba de decir es vergonzoso. En medio de toda esa insistencia, me abrazó y me besó. Sentí como mis mejillas se tornaban rojas, no entendía porque Aniel me hacía sentir como si fuera una jovencita enamorada.

—Dímelo— insistía.

—No lo diré— contestaba.

Después de que cenamos, fui por un poco de agua, esa pizza me había dado sed. Dejé el vaso en la barra de la cocina y pensé en servirme un poco más. Aniel entró a la pequeña cocina, no me di cuenta de su presencia, hasta que su pecho estuvo pegado a mi espalda.

— ¿Ya me lo dirás?— susurró en mi oído.

Sus manos tomaron mi cintura mientras con su cadera hacía presión en mis nalgas. Empezó a besar mi nuca, mientras avanzaba a uno de los costados de mi cuello, sus manos dejaron mi cintura y buscaron la piel de mi abdomen, levantó mi blusa y por debajo de ella me acariciaba, subió hasta llegar a mi pecho. Cerré mis ojos y me dejé llevar por él.

Me sentí atrevida, así que me di vuelta y cruce mis ojos con los suyos. Lo miré unos segundos hasta que por fin completé lo que había querido escuchar:

—Ahora,yo solo quiero estar contigo, Aniel.

Soñando DespiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora