― ¿Por qué te fuiste de la casa de Raphael?
―Porque ya no quería vivir con ellos.
―Tenías que quedarte ahí, donde te vigilarán.
―Me dejabas sola por meses en manos de un idiota que no me quería y ahora, ¿crees que es necesario que esté dónde me vigilen?
―Estabas segura con aquel humano...
―Cuyo nombre ni recuerdas...
―Era una vida tranquila: dinero, poder, seguridad...
―Llena de humillaciones, de ser el trofeo de un hombre, encarcelada, junto a alguien que jamás valoraría mi verdadero yo.
No temía de esta conversación, creo que tenía una buena parte de esto de mi lado. Comenzaba a sentirme un poco triste, sus ojos no solo estaban molestos, también estaban decepcionados. ¿Qué es lo que quiere de mí? ¿Qué debo hacer para que esté feliz de verme? ¿Qué espera?
Nuevamente me hacía tantas preguntas y la única verdad es que seguro aquello que espera de mí, es algo que yo no quiero, algo que no me hará feliz.
―No podría ser tan malo.
―Te invito a intentarlo.
Se quedó en silencio. Lo miraba directo a los ojos, mi corazón latía con fuerza.
―Bueno... te fuiste y descubriste toda la verdad.
― ¿Por qué me ocultaste algo tan importante como mi naturaleza?
Ahora yo haría las preguntas.
―El paraíso no es lugar para ti.
― ¿Por ser una mujer arcángel?
―Por ser diferente, hija―suspiró y agachó la cabeza, al mirarme otra vez, sus ojos se habían tranquilizado―. En el paraíso siempre ha habido ambos géneros, pero nunca han sido gobernados por una mujer, temía por ti y tu seguridad.
―Entonces, ¿por qué quieres que esté vigilada por un par de aquellos en los que no confías?
―Ordenes.
― ¿De quién, de Dios?
―El consejo, los siete arcángeles. Creen que lo mejor es casarte con alguno de sus descendientes.
―Deberías tener otro hijo, no quiero gobernar nada. Tan solo mírame, apenas puedo mantenerme con vida.
―Solo puede gobernar un primogénito... y no se nos permite tener más de un hijo.
Perfecto, estaba atrapada en esto también. Empezaba a sentir ansiedad, tener tanta responsabilidad de algo que no tenía idea, que aún no termino de entender, Jasper, Aniel y mi frágil estabilidad emocional.
―Me está doliendo la cabeza. Hablemos de esto luego.
Asintió. Entré a mi habitación y me recosté, el olor de las flores estaba presente en cada parte de la ciudad, supongo que es el perfume de primavera. Quería ver a Aniel, estar con él me tranquilizaba y me hacía sentir realmente acompañada. Una sonrisa ligera era el resultado de pensar en él cuando no estaba conmigo.
Esperaba verlo mañana y pasarla bien en nuestra cita.
Mi celular vibró, era Aniel quién me llamaba.
―Hola― le saludé con alegría.
― ¿Estás ocupada?
―Creo que no, ¿pasa algo?
―Sí, me siento un poco solo. ¿Vienes?
―Sí, creo que sí. Llego en un rato.
Avisé que saldría un rato y caminé a casa de Aniel sin prisa. No supe cuanto tiempo había pasado encerrada en mi habitación, ya era algo tarde. En cuestión de minutos ya estaba frente a la puerta de la casa de Aniel. Toqué y esperé a que abriera la puerta, cuando por fin se abrió, lo vi recibiéndome con una sonrisa y con un gesto me invitó a entrar.
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Soñando Despierta
FantasyAun siento que algo me falta, pero no buscaré más lo que sin duda no es para mí. No puedo seguir haciendo lo mismo, ya no huiré. Es momento de enfrentarme a todo aquello de lo que escapé; mi dolor. Pienso en todas las personas que me lastimaron y a...