Bosque.

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Los árboles se sacudían salvajemente, los animales guardaban silencio presintiendo  el peligro.

En lo profundo del bosque el Nemetón lloraba por los lobos, sintiéndose inútil y débil para poder ayudar a sus guardianes.

Llorando suplico ayuda, rogó por qué alguien escucharse y vinieran ayudar a sus lobos.

En lo profundo de un volcán inactivo se encontraba dormido un ser andrógino del que nadie tenía conocimiento.

Mieczyslaw era un ser olvidado por el hombre ya muchos siglos atrás, sumido en su sueño que creía eterno.

Fue sacudido por un grito de ayuda de uno de sus hijos más jóvenes.

Abriendo sus ojos de manera abrupta, se incorporó y poco a poco fue sintiendo a sus hijos, y escucho el ruego de uno de los más jóvenes.

Nemetón, mieczyslaw lo reconoció y se extrañó por completo al entender de qué su pequeño Nemetón no estaba pidiendo ayuda para él, si no para sus guardianes los lobos.

Mieczyslaw se levanto con una sonrisa en el rostro cuando todos le dieron la bienvenida.

En un suspiro se movió siendo rodeado por el mismo aire que le susurraba al oído lo contento que estaba por su despertar.

Aterrizó frente a su pequeño hijo y frunció el ceño al ver lo maltratado y adolorido que se encontraba, un Nogitsune se refugiaba en sus raíces y de en agradecimiento le daba un poco de su energía, pero no era lo suficiente para salvar a su Nemetón y el Nogitsune lo sabía y se lamentaba por ello.

— pobre mi pequeño hijo, mamá está aquí y te ayudará — susurro mientras acariciaba su tocón.

El Nemetón lloro más fuerte cuando un grito rompió la calma del bosque.

— no te preocupes mi niño, yo los salvaré en tu nombre, cuídalo por mi — le pidió al Nogitsune mientas caminada a donde se escuchaban los gritos.

Mieczyslaw se estremeció cuando vio como una gran estructura era consumida por las llamas, quienes contentas le daban la convenida y lo invitaban a unirse a ellos.

Estaba por declinar su oferta cuando a su izquierda se encontraban un grupo de humanos mirando el crepitar de las llamas con sonrisas de satisfacción en sus rostros.

Negando por lo corrompidos que se sentían esos humanos mieczyslaw le pidió a la tierra que se abrirá debajo de ellos para retenerlos.

La tierra dándole la bienvenida obedeció su primera orden en muchos años, se abrió a voluntad veinte metros de profundidad tragándose a los humanos, tratando de complacer a su madre.

— eso fue asombroso — alabo mieczyslaw  con una sonrisa.

Olvidándose de los humanos por el momento se acerco a las llamas pidiendo permiso para entrar, este le fue concedido con rapidez.

Todos dispuestos a complacerle en todo.

— retrocede, ya jugaremos en otro momento — ordenó después de que entró y vio como la parte de arriba se desplomaba.

“casa” susurro el fuego cuando mieczyslaw miro a la estructura sin saber su nombre.

— casa — repitió el nombre dado por el fuego.

Empezó a caminar a donde podía sentir a los guardianes de su pequeño Nemetón.

El fuego consumió lo que llamo una puerta y luego retrocedió por completo.

— lobo — habló mieczyslaw al que se encontraba frente a él.

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