Tercera: después del castigo

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I am the chosen
Wretched and divine
I am the unspoken
The one they left behind

Wretched and Divine, Black Veil Brides

***

Deku no dice gran cosa sobre la pelea con Bakugo y Ochako no puede evitar mostrar cierta decepción en su rostro cuando hablan brevemente del asunto. Acabó castigado por darse de golpes con otro en vez de hablar. Sin embargo, cuando van pasando los días del castigo y la suspensión de ambos, nota más tranquilidad en sus interacciones. Se entienden un poco más, quizá y eso le da tranquilidad al grupo en general. Tiene que esperar a que Bakugo deje de estar castigado y encerrado en los dormitorios y después de eso tiene que encontrar el momento perfecto entre las prácticas profesionales con Ryuku —que le permiten practicar sus movimientos y ver como es realmente el trabajo de héroe—, las horas de estudio —que Bakugo gasta con Kirishima y a veces con Mina y a veces también con Kaminari—, las clases extra de Bakugo —y sobre ellas sólo ha escuchado como le grita a Todoroki que se calle cada tres segundos—. En cuanto encuentra un momento libre, está a punto de explotar.

Encuentra que no le molestaría en lo más absoluto golpear a alguien. Es terapéutico, de hecho.

(Hipócrita, se dice, después de haber juzgado a Deku por arreglar sus problemas con Bakugo a golpe puro y duro).

También encuentra que a Bakugo no le vendría mal romper algo siguiendo las reglas para no conseguirse otro castigo. Así que le suplica a Aizawa por otro pase para poder entrenar.

«¿Por qué Bakugo?», pregunta de nuevo. Y Ochako se encoge de hombros.

«Quiero demostrarme que puedo ganarle. Al menos en combate».

No sabe si a Aizawa le parece una buena razón, porque sólo la mira como que tiene demasiado trabajo como para que las rivalidades entre sus alumnos le importen demasiado —siempre y cuando nadie mate a nadie y sigan las reglas básicas de la civilidad— y se lo da.

Ochako arrincona a Bakugo en uno de los pasillos de los dormitorios. Lleva días que todo el mundo está demasiado atareado y apenas si tienen tiempo libre, así que ni siquiera lo ha visto tomarse su tiempo en la cocina.

—¡Bakugo! —llama.

Y el voltea.

—¿Qué quieres, Uraraka? —A veces le da por usar su nombre. La manera en que lo pronuncia le gusta a Ochako. Esa voz medio ronca, agresiva, retadora. «Uraraka» se oye bien en sus labios.

«¿Qué haces pensando eso?»

Lo dejará para el futuro. Ochako de unos días después puede encargarse.

—¡Revancha! —grita.

A esas alturas, Bakugo entiende al primer momento. Sonríe de lado, enseñando los dientes.

—¿Ahora?

Ochako se encoge de hombros.

—¿Por qué no?

Bakugo frunce el ceño y se acerca a ella. La mira con tanta atención que Ochako encuentra que, de repente, es complicado respirar. Nunca antes las acciones continuas de inhalar y exhalar habían requerido de su concentración indivisible. Pero aplasta eso.

Ochako del futuro puede encargarse.

—¿Comiste bien? —pregunta Bakugo. Por como la mira, parece que está buscando señales de desnutrición en sus mejillas.

Ella asiente.

—Vamos, pues —le dice Bakugo y empieza a caminar hacia los elevadores. No la espera. Ochako va tras él hasta alcanzarlo.

***

Bakugo es fuerza bruta y pasión.

Así podría descubrirlo Ochako y no se equivocaría. Lo observa lo suficiente como para entender algunas de las cosas que lo motivan y la manera en la que se mueve. Entiende mucho más de ganar por fuerza bruta de que salvar a otros —e incluso cuando el ejercicio es salvar a otros, lo enfoca como si estuviera ganando una carrera—. Quizá ese sea un problema, se dice, recordando que reprobó el examen de las licencias provisionales. Quizá haya algo allí que le falte. Trabajando solo nadie duda que es de los mejores. Ochako no está tan segura sobre cómo trabaja en grupo, porque suelen ser Kirishima y Kaminari quienes trabajan con él en todos esos ejercicios. A veces Deku, que lo persuade de ni intentar asesinarlo el suficiente tiempo como para hacer algo productivo.

Ochako es más bien testigo de la fuerza bruta y el poder que tiene. Y vaya que es mucho. Puede reconocer como, del festival deportivo a este momento, su fuerza ha aumentado. Sus explosiones son un poco más fuertes y es un poco más rápido. Lleva su singularidad hasta el límite si es necesario. No puede subestimarlo porque entonces está muerta.

Literal y figurativamente.

Subestimar a Bakugo es firmar una sentencia. No volvería a aceptar entrenar con ella nunca.

Así que da lo mejor de sí.

Aprovecha que están rodeados de edificios falsos para usar los escombros. El problema es que Bakugo intenta destruir lo menos posible del panorama para que ella no pueda usar sus trucos usuales y Ochako tiene que tirar que cualquier cosa que pueda levitar o que se le atraviese. Incluso los escombros pequeños funcionan cuando usa uno de los escombros más grandes —casi una columna— para golpearlos. La columna no la puede mantener todo el tiempo que desearía en el aire, pero sí usarla para sus propósitos si está cerca de ella. La usa de escudo, para no tener que moverse demasiado ni estar huyendo de los golpes de Bakugo. Él, al no querer darle municiones, se contiene un poco cuando va a destrozar algo muy grande. Intenta atacarla allí por donde no tiene un escudo.

Su estrategia, aunque no es mala, resulta ser cansada y cobrarle factura.

Bakugo se da cuenta.

—¡MUERE!

Esa vez sí destroza la columna que Ochako había estado usando como escudo hasta ese momento.

Pero ya está cansada, sus movimientos son lentos. No alcanza a tocarlo todo. No alcanza a usar todos sus proyectiles.

Bakugo la derriba sin mayor esfuerzo entonces y acaba, de nuevo, encima de ella.

¿Siempre fue así de penetrante el aroma de Bakugo?

No sabe exactamente si es una aroma agradable o desagradable. Sólo está ahí. Es dulzón, como a caramelo quemado. Empalagoso a más no poder. Es el olor de la nitroglicerina impregnada en todas partes. Respira con dificultad y lo mira. Ninguno de los dos dice nada un momento y Ochako siente que hace demasiado calor para el uniforme, aunque sólo lleva una vieja playera negra de tirantes y los pants. Su pecho sube y baja, siguiendo su respiración. Bakugo mira y es de los que clava lo ojos, buscando lo más profundo del ser de uno. Ochako ya lo había notado, pero no lo había experimentado tan de cerca.

—No vale la pena aguantar tanto —le dice Bakugo— si al final no podrás ejecutar un movimiento final por el cansancio.

Ochako apenas si lo escucha.

Dios mío, apesta a caramelo quemado.

Bakugo vs Uraraka [Kacchako] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora