Una noche, mientras débil y estresado, me encontraba pensando profundamente sobre una hamaca que se mecía enérgicamente. ¡Oh! Como recuerdo esa noche de abril y el petricor férrico abundante hacía eco en mi nariz, la noche crepuscular, aunado a mi terquedad, me hacían recordarme continuamente, el motivo de mi unión a esta vida terrenal, vida finita terrenal que avanzaba silentemente, haciéndome cada día y noche sangrar.
Sangrando profusamente y con evidencia del hecho, me mecía una y otra vez, en aquella hamaca con pequeño rumbo trecho, de inmediato, mi atención rápidamente fue llamada y sin dudarlo un poco, el café de mis ojos se dirigió velozmente al asunto que tenía la prioridad en mi mente ahora.
No había nada, oscuridad tan solo y nada más...
Designado e impávido, decidí volver a lo profundo de mi memoria... No obstante, mi atención fue llamada nuevamente, mi impavidez se esfumó y tembloroso hasta los huesos esta vez pronuncié:
— Ha de ser la sombra de cualquier pajarraco revoloteando en el techo de mi habitación.
Pronuncié aquello, con el miedo aún en mi garganta, tan solo dije eso y nada más...
Tan pronto y como el silencio mortecino (que hacía eco en mis huesos) me devolvía mis 5 sentidos y recobraba mi compostura, mi atención era llamada esta vez más fuertemente... Una sombra impropia y amorfa se proyectaba en el fondo de mi habitación, enojado y con la cara en palidez pletórica, me levanté de mi lugar de reposo y lleno de lo que podría llamarse cólera pronuncié lo siguiente:
— ¡Espectro o demonio! Si venís a torturar a esta alma fragmentada os recomiendo que mostréis vuestra forma.
Sin mucho que decir y con una velocidad indescriptible, la sombra se movió activamente mientras poco a poco tomaba la forma perlada y esquelética de un humano, un cráneo se erguía en alto, con 2 cuencas oscuras y vacías que eran sus ojos y cubriendo su esquelético cuerpo se encontraba una túnica de ébano envejecido, que combinaba perfectamente con la hoz desgastada, corrugada y oxidada que sostenía su mano derecha huesuda.
Frígido hasta en mis células y sorprendido por el tamaño de lo que se me mostraba, saqué fuerzas de donde no tenía para exhalar:
— Pequeña muerte me sacaste un susto, sé que el vacío que ahora siento es justo, pero tu tamaño no cuadra con el esperpento de tus facies.
Y dijo la pequeña muerte...
— Por siempre jamás...
Confundido, le interrogue insistentemente el significado de aquellas palabras:
— ¿Qué quieres decir con ello, dios mítico inmortal?
Y la pequeña muerte dijo...
— Por siempre jamás...
Enfadado, lo amenacé esta vez más acérrimamente:
— ¡Qué esas palabras sean lo último que digas, alma en pena moribunda!
Y la muerte dijo...
— Por siempre jamás...
Mi cordura renunció y con la valentía que llenaba lo profundo de mi ser me abalancé hacia la muerte para herirla tal y como ella me estaba hiriendo ahora...
— ¿Qué esto? Me pregunté.
Había atravesado al inmortal y lo que antes era mi cuerpo, ahora solo era un blanco ectoplasma flotante, inmediatamente vi pasar toda mi vida en un segundo y recordé el porqué estaba en ese estado...
— Ya veo... así que por eso has venido...
Una noche crepuscular de abril mientras débil y resignado, me encontraba observando mi propio cadáver en aquella hamaca en silencio y con una sombra oscura al lado , la luz de mi cuerpo se esfumaba por mis cuencas, mientras gota a gota la sangre escarlata brotaba de mis muñecas, no hubo ruido alguno, solo mi cuerpo a la par de una carta en la mesa y un bisturí oportuno, tampoco hubo testigo ni algo que se le parezca, solo se encontraba a mi lado la sombra de un guardián móvil de voluntad tenaz, que me llevará a sus aposentos sin poder salir por siempre jamás.
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IRREMEDIABLE
PoesíaRelatos sobre los diferentes cambios de humor por parte del escritor, durante incontables noches. Algunos poéticos, algunos no tan poéticos, la historia continuará hasta el fallecimiento de su autor.