Podrías quedarte.
Podrías aferrarte a las mismas manos que te sostienen la vida, que te taponan las heridas hasta ya dejar de sangrar.
Podrías quedarte.
Podrías mirar unos ojos que traspasan la piel para acariciarte el alma, que no perciben nada más allá de las fronteras de tu existencia.
Podrías quedarte.
Podrías besar una boca que anhela fundirse con la tuya incesante y caprichosamente, que entre suspiros se deshace al pronunciar tu nombre.
Podrías quedarte, pero simplemente no vas a hacerlo, dejándome llena de nada y reteniendo el mayor tiempo posible el sabor de las migajas de afecto que me ofrecías cuando te sobraban.
No me dejas otra opción: cerraré el corazón y volveré a esperar.
