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DOLLHOUSE -
MELANIE MARTINEZ

Lydia recitó frente a su tocador, aplicándose el costoso maquillaje

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Lydia recitó frente a su tocador, aplicándose el costoso maquillaje. Usó el corrector para cubrir los círculos oscuros debajo de sus ojos lo mejor que pudo. Nate la esperaba abajo, así que se puso el par de zapatos más cercano que pudo agarrar.

La chica Jacobs bajó corriendo las escaleras, casi chocando contra su madre cuando llegó al final. Martha dejó escapar una ligera risa ante el incidente.

—¿A dónde vas corriendo?— pregunta Martha con el menor insulto. Lydia, maldita por darse cuenta de cada detalle, se percató del deslizamiento tan pronto como salió de sus labios.

—Voy con Nate— Lydia asintió, rodeando a su madre cuando Nate apareció a la vista.

—Está bien, ten cuidado— Martha sonrió suavemente a sus hijos. Lydia le devolvió el gesto lo mejor que pudo antes de seguir a su hermano.

—Tengo que recoger a McKay— Nate informó a la muchacha mientras pasaban por el barrio suburbano.

—Bueno— Lydia dijo brevemente, recostándose en el asiento del pasajero. No se intercambiaron palabras entre los hermanos durante el resto del viaje en automóvil.

McKay saltó al asiento trasero detrás de Lydia y se secó a Nate mientras se saludaban. —¿Que hay, pequeña Jacobs?

Lydia puso los ojos en blanco ante el apodo familiar que le dio el chico. McKay alborotó un poco el cabello de la muchacha, sintiendo que Lydia le apartaba la mano juguetonamente. —Cállate, Christopher.

Nate sintió la más mínima sonrisa tirar de sus labios ante la interacción entre los dos. Si Nate demostró que se preocupaba por alguien, siempre fue por los dos que estaban en el auto con él ahora. Maddy, siempre que los dos no estaban en malos términos, se incluyó. Pero en su mayor parte, Lydia y McKay eran los únicos que le importaban.

—Entonces, ¿qué recados tienes que hacer?— Lydia se movió un poco en su asiento, poniéndose cómoda cuando Nate comenzó a andar por la calle una vez más.

—Tengo que recoger el barril para la fiesta de McKay esta noche— Nate miró a su mejor amigo por un segundo con una sonrisa. —¿Quieres algo mientras estoy allí?

Lydia sintió que un suspiro se deslizaba por sus labios. La chica sabía exactamente de dónde estaba hablando Nate. Sólo había una persona en la ciudad de la que su hermano podría haber conseguido un barril tan rápido.

Lydia Jacobs no había ido a la tienda de Fez desde que recaí. Tal vez fue esa comprensión repentina de cuán jodidamente aterradora era la mierda con la que estábamos jugando o tal vez fue algo más. Todo lo que estaba seguro entonces era que ella estaba huyendo de algo, o de alguien.

—¿Sólo un gramo?— Nate arqueó una ceja hacia su hermana. Asintió distraídamente, sus ojos buscando inconscientemente al chico familiar que no había visto en meses. —Bueno.

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