3. Puede que si y puede que no.

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Camine por el pasillo con varios libros en mano, tenía que devolverlos a la biblioteca de la universidad.

Chouchou ya se había ido, tenía cosas que hacer.

"Tener un hermano pequeño a esta edad, solo te quitan las ganas de tener hijos."

Sonreí al recordar sus palabras, siempre quise tener un hermano menor, pero eso no es posible.

Un llanto contenido, llamó mi atención y ahí estaba ella sentada, llorando.

Nunca fui de meterme en problemas ajenos o en consolar a las personas, pero ella no se miraba nada bien. Me acerqué y pensé, debí haber sacado el pañuelo antes de acercarme.

—¿Necesitas algo? —preguntó.

—Sí, un pañuelo en mi bolsa derecha del sudadero —respondí.

Ella se levantó y metió su mano en la bolsa de mi sudadero, para luego verme y entender que no era para mí.

Inteligente.

—Gracias —dijo.

—De nada —respondí, sentía la necesidad de decir algo más, la vi usar mi pañuelo, para luego sentarse.

Mi indecisión, hizo que mis manos no fueran rígidas, tirando casi todos los libros—.Mierda —dije, agachandome para recogerlos.

Ella se agachó para ayudarme, note sus mejillas sonrojadas y algo mojadas, eso me hizo sentir mal, muy probablemente lloraba por él y yo creandome ilusiones con volverlo a ver.

Que desgraciada que eres, me dijo mi conciencia.

—Lo siento —solté.

—¿Por? —preguntó, confundida.

No seas estúpida, probablemente no sean el mismo hombre.

—Por darte un pañuelo usado —mentí.

Ella me vio por unos segundos y luego vio el pañuelo en su mano.

—No, no, no me refiero a que lo haya usado hace poco —dije rápidamente—, me refiero a que, no es nuevo, si lo lave, pero no es nuevo, ya lo había usado, pero lo lavé y estaba muy limpio.

Ella rió por varios segundos y yo no sabia que hacer, si reír o levantarme e irme.

—Lo siento —dijo—, me recordaste a alguien.

—Que bueno...—dije dudosa.

—Sí, supongo que si, hace más de una semana que no escuchaba a alguien hablar así —dijo.

Quería preguntarle ¿hablar cómo? Pero no lo hice, tiempo después lo entendí.

—Bueno yo tengo que ir a devolver esto a la biblioteca o él bibliotecario va a enfadarse —dije, levantadome.

—¿Quieres qué te ayude? —preguntó.

—No, estoy bien —ella volvió a poner los libros que faltaban en mis manos—, y Tsubaki.

—¿Sí?.

—No sé porque lloras, pero —me detuve, no quería decir algo equivocado, pero tampoco no quería decir nada—, todo pasa, gradualmente deja de doler, lo superas o más bien lo aceptas.

—Gracias Sarada.

—De nada —dije, para seguir caminando e ir hacia mi destino.

Bueno, puede que si y puede que no, repetí tres veces en mi mente.

Entré a la biblioteca que estaba en silenció y a oscuras, busque el interruptor, pero no funcionaba.

Bien, ya me estaba dando miedo.

Aunque la gente dijera, que hay que tenerle mas miedo a los vivos que a los muertos, sin duda alguna yo le tenia más miedo a los muertos.

Caminé con cuidado, no veía nada, los dejaría en el escritorio del bibliotecario.

—Bien, vámonos —murmuré, sentí un jalón a mi falda—, con un demonio —dije, asustada.

Iba gritar de eso estaba segura, en el peor caso iba a mojarme del miedo.

—Lo lamento, no quería asustarte —dijo, una voz varonil, sacando su cabeza debajo del escritorio.

—Pues casi me causas un infarto —reclamé, con el corazón latiendome frenéticamente.

Idiota.

—Ya, ya lo lamento... —dijo, esperando que yo dijera mi nombre.

—Sarada.

—Lo lamento Sarada —dijo, saliendo de una vez por todas—. Shikadai —alzó su mano y yo la acepte.

Ese fue el primer encuentro que tuve con Shikadai en la biblioteca. No creo que haya sido casualidad, él fue muy importante para que yo pudiera llegar hasta Boruto.

—¿Qué hacías en ese lugar? —pregunté.

—Tomaba una siesta.

—¿Es en serio? —pregunté, alce una ceja al oírlo bostezar.

—Ajá y también espero a un amigo.

—Ya veo —contesté—, ya no asustes a más personas así, en serio puedes causarles un infarto.

—No lo hice adrede, pensé que lo que jalaba era una —se calló de repente y reí.

—¿Cortina o manta? —pregunté—, mi amiga me fastidio con eso hoy, esta bien.

—Es bonita —dijo, viendo desde mi cintura hasta mis tobillos—, ¿te gustan mucho las faldas largas?.

—No suelo usarlas muy a menudo, pero hoy tenia ganas de usarla, sigo mi instinto —dije y él sonrió—, no te sorprendas si un día me ves usando un vestido igual de largo o un disfraz.

—Solo por eso, me cambiaría de edificio —dijo y yo reí.

—Asi que eres del otro edificio, con razón.

Volteamos a ver cuando una persona paso por afuera, era Tsubaki, ya se iba.

—Vaya, así que paso de nuevo —dijó.

No pregunté, debí hacerlo, pero probablemente no me lo hubiera dicho en ese momento.

—Ya me tengo que ir —dije, apretando la correa de mi mochila—, adiós.

—Adiós Sarada —dijó, caminé hacia la salida—, oye ¿dulce o amargo?.

—Amargo —respondí, él sonrió y salí del lugar.

No entendí el porque de su pregunta, pero le di una respuesta.

Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora