Capítulo 5.

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Ese cabello plateado era demasiado fácil de reconocer, resultaba demasiado especial a la simple vista, excesivamente brillante para algunos y una señal de que los años empezaban a notarse en otros.

Pero sólo su familia, el Instituto, y su parabatai sabían el verdadero significado de ese color. La droga plateada había ido desgastando el color de su pelo, de sus ojos e incluso cejas, volviéndolo grisáceo apagado. Otro de los precios que debía pagar para vivir más tiempo del establecido.

William sonrió casi con dulzura, sentándose en absoluto silencio junto a James, y limitándose a balancear los pies con una alegría disimulada. El muchacho dio un respingo, sustituido rápidamente por un asentimiento de cabeza al notar el cuerpo de su parabatai próximo al suyo.

-¿Por qué has venido hasta aquí, Will? -suspiró de forma inentendible, una mezcla entre preocupación y alivio.

-Me parecía un lugar apropiado para pensar. -repuso con suspicacia.

-Nunca te he visto, y vengo muy a menudo. -insistió, dándose cuenta al instante de que había metido la pata, acababa de confesarle su rincón secreto, personal. Aunque el problema no era que Will supiera de su existencia, él mismo ya conocía el puente, pero de algún modo quería evitar que estuviera al corriente.

-¿Crees que no lo sé? Estamos… Bueno, estoy, sinceramente, preocupado por ti. -entrelazó los dedos de forma nerviosa, un gesto imperceptible para cualquiera, que Jem no pasó por alto.

-¿Por qué?

-Desapareces sin más, pasas los días fuera o encerrado en la biblioteca. Vamos, todos saben que ese es más mi estilo. -le golpeó el hombro suave, de forma cariñosa.

-Necesito pensar, William, igual que tú. Y ahora no sé dónde hacerlo. -respondió con vehemencia, con su normal sosegada actitud.- Prométeme que no le dirás a nadie de mi pequeño escondrijo.

-Prometido. -Will se colocó la mano en el pecho, justo a la altura del corazón, demasiado deprisa, un gesto del que se arrepintió segundos más tarde.- Quiero decir, puedo guardarte un secreto, lo sabes.

-Confío en ti. -asintió, haciendo regresar su mirada a las aguas del río.- ¿Por qué has venido a pensar? ¿Es que te preocupa algo?

-Tú. -sin más, fijó la mirada en él, a pesar de que el muchacho no se la devolvió.

-Apenas queda yin fen en el hervidero. No traerán hasta dentro de una semana, y sabes que no me queda nada.

-Jem… Bastardo desleal. -suspiró.- Podías haberme pedido que fuera contigo. Hubiera dado una paliza a ese pequeñajo de la tienda, podría haberle obligado a darte hasta el último gramo que quedase.

-Sí, y también podríamos habernos metido en un buen lío. -Jem rió de forma suave, muy suave, en la tranquilidad de la noche.- No hubiera sido el plan adecuado.

-Supongo que tienes razón. -se rascó la nuca, sin desviar un segundo los ojos del rostro de su parabatai.- Hay que encontrar otra solución. No voy a dejar que…

-¿Qué me muera, Will? Ambos sabemos que ocurrirá de un momento a otro. Los gramos de yin fen marcan la diferencia entre respirar y no sentir latir el corazón. Está bien, lo he aceptado.

-¡No puedes aceptar nada! ¡No vas a morir! -el grito del muchacho retumbó por la falta de sonido. Estaba frustrado, enfadado, a la vez que quería abrazarlo y susurrarle que todo iba a salir bien.- No vas a morir. No voy a dejar que mueras. Siempre vas a estar a mi lado, corrigiendo mis errores, riéndote de mis tontos chistes y haciéndome elegir el camino correcto, ¿me oyes?

-William, yo… Yo sólo puedo prometerte que no me separaré de tu lado, jamás, mientras siga con vida. Pero no puedo darte una fecha u hora. -la situación apenas lo afectaba, prácticamente se había convertido en un día a día. Pero le dolía verlo sufrir.

-No puedes decir eso. -apretó los puños en un arrebato de frustración, e inmediatamente rodeó el cuerpo de su parabatai con los brazos, para fundirse en un abrazo.

Jem suspiró ante la calided que emanaba el cuerpo de Will y dejó que lo abrazase, sin mover los brazos, sólo cerrando los ojos y disfrutando al contacto.

-Te ayudaré, lo prometo. -apoyó el rostro en el hombro de James, repitiéndose esas palabras también a sí mismo. Las cumpliría.

-Te creo. Siempre confiaré en ti, Will. Lo sabes.

-Entonces, ¿por qué no me abrazas?

No supo responder a eso. Se limitó a enterrar su abundante pelo plateado en el hueco del cuello de su parabatai, inspirando con fuerza.

Si lo que más deseaba en ese momento era abrazarlo, ¿por qué no se limitaba a hacerlo?

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⏰ Última actualización: Feb 03, 2015 ⏰

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