Will recogió su plato y salió del comedor sin murmurar palabra alguna. Se adentró en los pasillos del Instituto hasta estar frente al despacho de Henry, donde Charlotte lo había citado. Se hacía una idea del motivo de su llamada, y preparaba mentalmente qué decir para no meter la pata. Si soltaba algo inadecuado, adiós todo. Debía ser cuidadoso.
Golpeó la puerta con los nudillos y la cansada voz de Charlotte que le pedía que pasara desde dentro. El muchacho cerró la puerta a su paso e inspiró con fuerza.
La directora se encontraba acomodada al final de la estancia, en el escritorio de Henry y con un puñado de papeles desperdigados.
-Gracias por venir, Will. Siéntate, ¿quieres? -señaló la silla delante suya. Will se sentó recto, apoyando la espalda en esta.
-¿Qué querías?
-Verás... -se acomodó, y lo miró fijamente.- Sé que últimamente pasa algo entre Jem y tú. Lo veo. No voy a meterme en vuestros asuntos personales de parabatai, pero quiero que hagas algo. Digamos que, la mayoría de las veces, tu desaparición nos resulta rutinaria, pero Jem... Está distante. Apenas lo veo durante el día y siempre acude a saludarme o comentarme lo que sea. -hizo un gesto de negación con la mano y se inclinó hacia delante.- Necesito que lo sigas. No quiero invadir su intimidad, por supuesto, pero estoy preocupada. -permanece unos instantes en silencio.
Will miró hacia otro lado. Charlotte le había dado la oportunidad de oro. No es que quiera seguirlo... Pero era una excusa creíble para averiguar algo. Sí, lo haría.
-Está bien. Pero, ¿en qué me beneficia eso a mi? -indiferente, dejó caer. Charlotte alzó las cejas, levemente sorprendida.
-Estoy bastante segura de que sabrás sacar provecho a tu misión, Will. Siempre lo haces, al fin y al cabo.
-Vendré cuando sepa algo. -dio por terminada la conversación de forma escueta, y empujó la portezuela del despacho.
Una vez fuera, se quedó parado, indeciso. ¿Comenzaba ya a seguirle?
No, era absurdo. No podía pasar de casi ignorarlo a acosarlo, independientemente de que él no lo supiera. Pero necesitaba tanto saber que se traía entre manos... La curiosidad le pudo, y caminó casi con rapidez, apresurado, hasta su dormitorio en la planta alta.
Una vez allí, se enfundó el atuendo de cazador de sombras; traje negro y un par de dagas en cada bota. Eso sería suficiente. No iba a matar a nadie, pero nunca venía mal tener un par de cuchillos encima. Quién sabe si se le echaría encima un robot estropeado de Mortmain que aún divagara por ahí.
Peinó su pelo con cuidado, como siempre. No era presumido, pero odiaba ir desaliñado, y su cabello negro era difícil de cuidar. Los rizos no se acicalaban solos.
Listo. Cerró la puerta del dormitorio con suavidad, y anduvo con sigilo hasta la continua. Pegó la oreja, todo estaba en silencio. Lo más probable es que Jem hubiera salido, otra vez. Eso lo enfurecía a la par que intrigaba. La ira podía controlarla, pero la curiosidad era más costosa.
Se alejó del Instituto sin decir palabra hasta los establos, situados no muy lejos de él. Escogió a Balios, su caballo preferido. Este relinchó, claramente agradecido por la visita de su amo.
Era muy común que Will saliera a cabalgar por Londres, siempre cubierto por un glamour. El aire azotaba su rostro y cabellos y lo hacía sentir libre. Le gustaba.
Nadie sabía donde iba y el muchacho tampoco estaba por la labor de confesarlo. Alguna vez se planteó hacerlo a Jem, para poder disfrutar juntos, pero recordó sus innumerables ataques de tos debido al exceso de movimiento, a veces, y descartó la idea para su protección. Jem no podía morir. Era demasiado valioso.
Espoleó al caballo y se alejó del Instituto, no sin antes realizar un glamour, perdiéndose entre las montañas para luego hacerlo en la transitada ciudad de Londres.

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(Hero)nstairs
ФанфикLas vidas y sentimientos de William y James no se corresponden con las obligaciones de un nefilim estrictamente marcadas por la Clave. No deberías desafiarla; es muy poderosa y difícil de superar. De hecho, no te recomiendo ni siquiera mover un dedo...