LA BODA

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Anne.

-Llegas tarde -dije pesada, mirando con cierto enojo a Gilbert

Si las miradas matasen, él ya estaría a tres metros bajo tierra.

-Lo sé, lo siento. Tuve problemas pero ya estoy aquí... Déjame cambiarme y enseguida bajo para irnos. -me respondió para pasar a mi lado e ir a su habitación.

Winnie Fred y yo intercambiamos miradas. Sinceramente no sabía ya que pensar ¿Vinieron juntos? ¿Por qué se encontraban delante de la puerta? ¿Gilbert acaso mencionó al padre de Winnie Fred? ¿Por qué?

-Anne, ya me iba. -Habló la rubia sacándonos de aquella silenciosa e incómoda situación. - tengo una boda a la cuál asistir con mi familia, que disfrutes tu estadía temporal en Toronto, realmente es muy hermoso. -sonrió antes de encaminarse para otro lado.

¿Estadía temporal? Okey, si. Me quedaba poco tiempo en casa de Gilbert pero, ¿Como ella sabía eso? ¿Gilbert le dijo algo... o acaso solamente es muy obvio? Si, quizás sea eso.

Esperé 5 minutos en la entrada principal a Gilbert, ya de por sí llegábamos tarde. Me había dicho que la mansión de la familia de Nicolás era bastante lejos, quizás 30 minutos de viaje teníamos.

-Anne, me ayudarías...? -El pelinegro señaló la parte de su cuello haciendo referencia a su corbata desaliñada. Bajaba con un traje de color marrón oscuro, sus pantalones quedaban acordé al chaleco y con una camisa blanca debajo de este. Los gemelos le daban el toque encantador.

-Está muy guapo, Sr. Blythe. -sonreí y comencé a hacerle el nudo a su corbata.

-Y tú estás muy agraciada como siempre, mi querida Anne. -Gilbert plasmó un beso en mi frente. Yo reí un poco y terminé mi propósito con su corbata.

Gilbert había pedido un carruaje para que nos llevara y por una suerte divina, no tardó en llegar. Así que nos encaminamos a la boda entre risas. La verdad no me animaba a preguntarle sobre que hacían él y Winnie Fred delante de su puerta, porqué quizás pensaría que desconfío y no era así. Pero todavía seguía inquieta sobre aquél asunto, con las preguntas que rondaban en mi cabeza desde ayer y por supuesto, el condenado sueño que tuve.
Cuando llegamos, por suerte, la boda no había comenzado.

-Oh, ¡Señor Blythe! Que gusto me da verlo. -Un hombre que desconocía llegó hacía nosotros mientras Gilbert aún me daba la mano para bajar del carruaje.

-Sr. Bladell, el gusto es mío. -Mi novio sonrió gustoso, y aquel sujeto desvió la vista hacia a mi- ella es Anne Shirley Cuthbert. -dijo- ... Mi prometida.

Mi corazón empezó a palpitar se manera acelerada, era la primera vez que Gilbert me presentaba como su prometida y se sintió realmente romántico.

-Lo felicito, es muy hermosa Sr. Blythe. Tiene excelente gusto. -Le regaló una sonrisa a Gilbert y este solamente se esforzó en hacer una. Claramente, sabía que yo no aprobaba esto.

Claro que no lo aprobaba. ¿Por qué se dirigió a Gilbert y no a mí, si se supone que la alagada era yo? Absurdo, no soy ningún adorno.

-Sr. Bladell, debo de irme. Se supone que soy el padrino y debí llegar aquí hace media hora. -Concluyó Gilbert haciendo gestos con la cabeza hacia abajo.

Me sacó de ahí porqué sabía que si seguían hablando, no iba a terminar para nada bien... Además, estaba muy estresada y ese pobre hombre casi llego a hacer dueño de mi desgasto personal.

-Anne, tengo que ir dentro de la casa porque seguramente ahí me dirán lo que debo hacer. -Habiamos parado frente a la mesa que se encontraba el ponche.- ¿Quieres venir conmigo o quieres quedarte?

•Gilbert y Anne•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora