CAPÍTULO 4

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Al cerrar la puerta del despacho Elías miro a su madre, esperaba respuestas al menos una buena explicación de en qué demonios pensaba al traer a una chiquilla extranjera probablemente sin papeles a esa casa y ofrecerle un trabajo en la empresa.

-No me mires de esa forma...-Sacó el lado autoritario que muy pocas veces le había visto a su madre, lo curioso es que en menos de una hora ya la había visto así dos veces y la razón era una chiquilla totalmente desconocida para él, y de la que estaba claro sentía una gran curiosidad.

-¡Madre por Dios! Tiene 18 años, ni siquiera tendrá papeles y ni te has parado a pensar que su familia la estará buscando, ¿qué hacemos con ella?-

-Darle el mismo hogar y las mismas oportunidades que tu padre y yo te dimos a ti. Si no está con su familia por algo será, tú mejor que nadie sabes que nadie huye de su país sin razón. Vamos a ayudarla, es mi casa y mi empresa, si quiero darle una cama y un puesto de trabajo lo haré.

Sabía que no podía contradecirla, decidió respirar profundo y no pronunciar ninguna palabra más, tenía las de perder.

No sabía que le pasaba pero estaba claro que sus nervios estaban por los cielos y que los ojos de esa joven estaban en su cabeza tan fijos que estaba entrando en pánico solo de pensarla.

-De acuerdo, mañana estaré todo el día en la empresa, veré que puedo hacer por ella.-Vio cómo su madre sonrió victoriosa y bastante orgullosa.

Se acercó a él y le tendió un beso en la mejilla que resonó por todo el frio y grandioso despacho.

-Ese es mi niño.-Elías la miró fijamente y no pudo evitar que una sonrisa escapara de sus labios.

"Estas mujeres van a poder con mi cordura."

Después de despedirse y hacerle prometer a su hijo que no trabajaría hasta tarde Eleanor salió del despacho y subió las escaleras hacia la segunda planta.

El pasillo era largo y amplio, por las paredes se veían los cuadros de todos los viajes que habían hecho años atrás, cuando la familia seguía unida y su esposo aún estaba con vida, verlas le llenaba el corazón de felicidad y melancolía, pronto se reuniría con él y aunque no quisiera admitirlo lo echaba tanto de menos que contaba los días y tenía tanta fe en la existencia de un cielo que ni a la muerte temía.

Llegó hasta la puerta y llamó, escuchó la dulce y tímida voz de Jade y al abrir la puerta la vio sentada en la terraza.

-Deberías entrar, aquí hace frio.-Jade posó sus ojos en ella y vio como le sonreía, le recordaba a su madre, mucho.

-Solo necesitaba tomar el aire.-

-Disculpa a mi hijo, es un poco reservado y algo protector conmigo.-Se miraron cómplices y rieron juntas bajo el cielo. Jade seguía mirando la piscina grande y cristalina que con su iluminación hacia ver el jardín mucho más bonito.

-¿Cree que encajaré en su empresa?-La duda era notable en su voz, por su mente solo pasaba el miedo y las inseguridades que le causaba la situación, era un país nuevo y llevaba allí dos meses en los que la gente le volvía la cara o la miraba por encima del hombro. Se acordó de un hombre mayor, que en sus primeros días al verla en la calle le llevó ropa y comida caliente, sabía que había gente buena, Eleanor era la prueba, pero se veía totalmente incapacitada y perdida, sin estudios ni dinero no era nadie.

-Eres joven y fuerte, si te doy esta oportunidad no es porque dude de ti, mi padre también empezó de cero, era un hombre que salió de un pueblo escondido en las montañas y vino aquí, a la capital, a montar un imperio, solo tienes que ser constante, tener paciencia y ganas. Todos aquí te ayudaremos, Elías encontrará algo para ti en lo que comenzar y que vayas aprendiendo.

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