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Y yo estoy aquí

Borracho y loco


—Ah, me atrapaste. Es verdad, no me interesa la fiesta. Me siento extraño, más solitario de lo normal. Entre toda la música, entre toda la gente, tal vez porque añoro tener compañía.

—Pero-

—Porque la persona que quiero a mi lado es sólo un amigo. Sólo un amigo y nada más.

Minghao bajó las manos, temblorosas. ¿El frío o algo más?

Mingyu inhaló tan rápido que no le dio tiempo al aire ser templado en sus cornetes nasales, por tanto, sintió el fresco directo en sus pulmones. Tosió un poco.

—Creo que iré por otra cerveza.

Hizo el ademán de girarse para ir a la puerta, pero Minghao lo sujetó de la muñeca.

—No seas disoluto.

Mingyu sonrió con las cejas bajas.

—Ni siquiera sé qué significa eso.

Quiso reír, pero entendió que estaba huyendo, que había hablado de más y que Minghao no tardaría en entender todo aquello.

O se iba él o se iba Minghao. Y prefería ahogarse entre las personas y el calor de todo el gentío a quedarse y ser ajado en soledad por el frío viento.

Pero no se movió. La muñeca aún envuelta por la helada mano de Minghao.

—Está bien, me quedo. Aquí estoy. —Giró sobre sus talones y su cuerpo de nuevo quedó frente al otro hombre.

—¿Podemos hablar, entonces?

—¿No te importa seguir aquí afuera? Estás temblando mucho.

Minghao sí estaba temblando mucho. Antes no lo hacía, pero ahora, el temblor se había extendido de sus brazos a sus piernas y tenía las manos juntas para evitar que se notara más en ellas.

Pero Mingyu lo notaba claramente.

—Estoy bien aquí.

—Pareces un fideo siendo agitado... —dijo Mingyu sonriendo, aún con las cejas bajas.

—Te voy a tirar del edificio, Kim Mingyu.

El temblor creció tanto que provocó que ni de pie se sintiera estable.

—Vamos adentro mejor, Hao...

Pero el menor negó varias veces con la cabeza.

—Mucho ruido. Poca intimidad. Y yo lo quiero saber ya.

—¿Seguro? Tienes los labios mora-

—¿Sabes qué? —El enjuto hombre negó con la cabeza y sus dientes castañeaban un poco. No temblaba por el frío. No era la única razón—. No creo que lo vayas a decir. No creo que me lo digas. Ah, rayos...

Cerró sus ojos con fuerza. Cuanto daría por sentir un poco de calidez.


Y mi corazón idiota

Siempre brillará


Mingyu, sin sentir nada de afuera, sintiendo todo de adentro, quiso resignarse. Decirle a Minghao que lo amaba, pero que era mejor para ellos dos si se alejaba.

Ya lo había aceptado y por eso había huido ahí.

Pero aunque quisiera decirlo, era malo con las palabras. Pero aunque decidiera guardar sus sentimientos, no quería simplemente irse. ¿Dejar a Minghao atrás por su cobardía?

¿Cómo resolvía ese dilema?

Miró al cielo y entre las nubes viajantes, volvió a buscar a esa constelación tan conocida.

Y la vio.

No tenía forma de osa en su parecer. Rió por lo bajo. Negó con la cabeza y Minghao no entendió ninguna de esas acciones.

—No tiene forma de osa... Nos gusta complicar todo lo simple, ¿eh?

Bajó la vista hacia Minghao y los ojos que lo recibieron, el cuerpo tembloroso, la belleza expresada en curiosidad y confusión...

Mingyu actuó sin premeditar.

Se inclinó hacia adelante y sus labios cálidos se unieron con los fríos labios de Minghao.

Fue un beso sellado. Rápido.

No buscó aprobación, no se quedó para disfrutarlo. Fue una acción decisiva, repentina. Así como llegó, se fue.

Más que lo efímero, menos que la eternidad.

Minghao abrió mucho los ojos y se llevó las yemas de sus dedos a sus labios. Con incredulidad.

—Puedes golpearme, soy idiota y-

—Te golpearé porque esperé mucho por este momento y ni siquiera me diste tiempo a reaccionar.

Minghao tomó de la nuca a Mingyu y lo arrastró hacia él, de nuevo hacia sus labios.

Esta vez fue recíproco el gesto.

Duró lo que su capacidad pulmonar les permitió seguir a expensas del aire.

Hasta que se tuvieron que separar y recuperar la respiración.

—¿Qué fue eso...? —Mingyu no podía creerlo.

—Fue lo que fue —respondió Minghao, con las mejillas rojas y su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Lamento Boliviano (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora