Prólogo.

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Érase una vez, en un mundo distinto al nuestro, un apuesto rey, él cual a pesar de poseer una belleza sin igual, era portador de una oscuridad tremenda en el alma.
Un día, una hermosa joven llegó a las puertas del palacio, una joven tan hermosa como nadie más, con sus cabellos de fuego, rostro perfecto y ojos dorados, el rey hipnotizado por su belleza, la sedujo y la poseyó, engendrando un pequeño que nacería nueve meses más tarde. Al nacer el pequeño ser, la furia del rey se desató, pues no había nacido un príncipe heredero como él esperaba, sino una delicada pequeña de tez tan blanca como la luna. El rey, montó en cólera. Una espada descansó en el corazón de la mujer que había recién dado a luz. Ella, en su lecho de muerte, pidió a la doncella embarazada a su lado que cuidará de su gema. Y luego musito algo ilegible, que parecía una maldición a aquél eufórico rey.

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