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2 años atrás

2:32 a.m.

~Amber Argall

"No necesitas comprender nada complejo para dejar entrar a un chico que está afuera de tu casa en plena madrugada"

Apenas recibo aquel mensaje una alarma roja se enciende en mi cabeza, impulsándome a levantarme de un solo movimiento de mi cama, enciendo las luces sin importar cuanto me encandile luego de haber estado bajo tanta oscuridad y sin tardar más, abro ligeramente las cortinas de mi ventana lista para enfrentar mis dudas.

"—Puedo ser muchas cosas que toquen el punto de colmar de mierda mi persona, pero jamás un hombre que falte a su palabra."

—Y vaya que realmente no jodías en ese momento Bonner.

Digo en un siseo incrédulo aquellas palabras, apenas veo como a la lejanía la silueta de un chico dificultosamente visible a esta distancia, se intenta colar por sobre la reja que separa la casa de la calle.

—No puede ser...

Miro a todas direcciones, como si eso fuese a traer alguna solución a esta escena que me ha tomado por absoluta sorpresa, dando pequeños saltos de inquietud sobre mi lugar.

Son precisamente las 3:09 de la madrugada y afuera hay un chico que recién comienzo a conocer, intentando colarse por la reja de mi casa como si eso fuese lo más casual del mundo, mientras que yo me encuentro semi-asomada por la ventana intentando averiguar la acción correcta que debería hacer al respecto de toda esta movida.

Mordiendo mis uñas, intento no tentarme por la curiosidad al saber que sucederá una vez que lo deje entrar, sabiendo que si eso sucede, tendría un gran riesgo de ser quemada viva por mis padres.

...

Me debes una y bien grande Angus. 

Acabando la lucha interna en mi mente obteniendo de ganador: el impulso, me alejo de la ventana caminando rápidamente a la puerta de mi habitación para correr escaleras abajo.

—Maldita sea —antes de poder poner un pie en las escaleras, me detengo caminando sigilosamente de vuelta a mi habitación—, en bragas nadie será recibido dentro de casa —apresuradamente cojo el pantalón de pijama y me lo pongo en apresurados saltos hacia la puerta.

Bajo entre grandes tropezones las escaleras a la vez que intento ser lo más silenciosa posible, es decir, una combinación un tanto difícil de mezclar.

Al llegar a la puerta de entrada, detengo mi acelerado ritmo estampándome sobre esta de una manera absurda, lista para abrir la puerta y cuestionarle a ese cavernícola qué diablos hace en mi casa a estas horas de la noche.

—Angus Bonner, será mejor que tengas una buena explicación para toda esta m-

—Si fuese un ladrón con aires de psicópata, no me tomaría más de dos segundos dormirte con un paño y algo de cloroformo.

Me hielo de pies a cabeza, apenas siento el calor de su persona detrás de mí. Quebrando el único eco de mi voz bajo el silencio, con esa imponente entonación bajo un entretenido susurro.

—Pero no te preocupes, este ladrón sólo viene a asaltar tu refrigerador —en lo que me demoro para girarme sobre mis pies, veo como se aleja estirándose con total comodidad, mientras camina sin apuro alguno—. Por cierto, ¿dónde está la cocina? Tu palacio parece un laberinto con tantas habitaciones y pasillos que hay aquí adentro. 

Atónita apunto la dirección exacta, sin saber porque soluciono su problema en encontrar la cocina antes de cuestionar qué hace aquí y por sobre todo: Cómo mierda ha logrado entrar.

Gold ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora