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(Recomendación: Releer último capítulo de Big Boy)

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Un paso y el eco retumba en mis tímpanos, otro paso más y los tacones parecen simular pantuflas, otro luego otro y otro paso más y la carrera de salida por el pasillo vacío de iluminación escasa por la noche se me acaba haciendo eterna.

Me siento libre.

Entre risas y cansadas respiraciones continuó mi trote intentando sostener el largo vestido entre mis manos para evitar tropezar, gozando de una extraña emoción expandiéndose por todas mis extremidades.

Goza de tu desastre.

Aún incrédula de poder haber dicho todas esas cosas con tal descaro dignándome a huir como una cobarde sin una pizca de vergüenza.

­­—Estás jodidamente loca.

Me digo a mi misma avistando finalmente la entrada principal por la cual cerraré definitivamente un ciclo en donde me involucré para caer en un hoyo negro que me condenó por muchísimo tiempo.

Es un total descaro de mi parte haber dicho todo aquello justo en el preciso momento de mi última visita por este instituto teniendo en cuenta el detalle de que ya me he graduado definitivamente de esta ratonera jerarquizada socialmente por monstruos como yo. Pero ya qué más da..

—Pero que m-

Desprevenida logro esquivar por arte de magia a dos chicos saliendo del baño masculino con toda la tranquilidad puesta en su rumbo, haciéndome a un lado con escasa habilidad para seguir corriendo.

—Espera ¿no es esa Amber Argall?

Antes de poder permitir que el sujeto "n°2" le respondiera aquella pregunta al chico "n°1", volteo aún con mi paso en marcha levantando ambos dedos medios mientras me rio por no tener razones ni motivos para ser grosera con ellos.

—¡J-o-d-a-n-s-e!

Deberías decirte eso a ti misma descarada.

Les lanzo un beso al aire y me volteo para retirar el antifaz que lleva estorbando ya bastante tiempo y aprovecho también de sacarme los tacones antes de que me arrepienta más de lo que ya estaré.

Y de una vez por todas, me voy a la mismísima y esperada mierda.

Adrenalina.

Sin buscar más sentido a todas mis acciones cometidas el día de hoy, salgo por la gran puerta chocando con la fresca ventisca nocturna que me trae un golpe de satisfacción aún más grande.

¿Ahora a dónde vas?

Sin detenerme me cuestiono mi paradero, ir a casa en estos momentos no es la opción que más deseo para traerme nuevamente a la densa realidad.

Dejar que mis pies me lleven a donde sea tampoco es algo de lo más favorable siendo que no tengo destino sensato para quedarme durante el resto de la noche.

El trotar de mis piernas disminuye lentamente mediante siento la áspera acera rozando contra la piel ya resentida.

Vete a nunca jamás, al fin y al cabo en otro lugar nadie te espera.

Me quedo quieta en medio de la calle alumbrada por unos cuantos faroles y las luces de semáforo que cambian constantemente.

Ya un tanto lejos del infierno, me determino a acostarme, en el mismo lugar en donde me encuentro parada, quedando con vista al negro cielo adornado por una luna creciente y el ruido lejano de motores de autos y sirenas de policias.

Gold ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora