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Dos años atrás

~Angus Bonner

En un intento acelerado de no ser atrapado y mutilado en un solo acto, salto por la ventana sin pensar dos veces en la altura que me cueste amortiguar para evitar romperme una o todas las costillas. La forma en la que el matorral de arbustos me recibe con todas sus espinas no es precisamente la manera en la cual habría preferido aterrizar.

—¡Mierd- ah! —me quejo en un inaudible y quejumbroso susurro intentando zafar mi ropa enganchada en todas esas ramas repletas de rosas ya demolidas por todo mi peso.

Sin esperar que todo el desastre se me venga encima alcanzo a correr y alejarme de aquella casa lo suficiente como para ver al padre asomándose por la misma ventana de la cuál he logrado escapar victoriosamente, lanzando alaridos rabiosos y piedras intentando darme como si se tratase de un perro callejero al cual intentan ahuyentar.

—¡Solo para que sepa señor! —antes de cruzar la acera para llegar a mi motocicleta, me detengo volteando con una amplia sonrisa en la cara observando con diversión y pausada determinación las facciones del amargado señor, preparado en ver su siguiente reacción—. A usted no es al único al cual su hija llama 《papi》 —apreciando con gran espectáculo el horror que se le viene enseguida a su arrugado ceño, me despido haciendo una reverencia listo para arrancar mi motocicleta y largarme de una vez por todas.— Arrivederci.

—¡Maldito imbécil sin respeto, no te atrevas a pisar esta casa nunca más en tu vida o acabarás saliendo sin posibilidad de tener hijos!

El resto de todos sus ofensivos insultos quedan opacados bajo el sonido ahuyentador del motor, dejando aquella salida caótica atrás una vez que acelero a toda velocidad, riendo a carcajadas al coronar aquella despedida como la más cómica de todas las que he vivido.

En seguida y sin sorprenderme, mi celular empieza a vibrar en el bolsillo de mi chaqueta seguramente recibiendo un millón de preguntas, insultos y desilusiones de parte de aquella chica que en tan solo un par de encuentros sin sentido ha caído en el hilo de confundir un simple polvo con algo romantizado.

Ignoro esas interminables vibraciones enfocándome en el camino iluminado por los faroles que se distorsionan bajo la velocidad a la que voy, disfrutando de la adrenalina que se corre bajo un poco de presión.

¿A dónde vas ahora grandísimo hijo de puta?

Me hago aquella pregunta de forma tardada en el momento que mi lado consciente se percata que parte de mis impulsos me ha llevado a tomar el desvío contrario a casa, dejándome con la gran incógnita de:

"y ahora a dónde diablos voy".

Me encuentro bastante animado como para volver a ese rancia y deprimida ratonera en donde sé que como ponga un pie ahí dentro, comenzaré una larga sesión de gritos y peleas para después encerrarme en esa desastrosa cueva sin salida hasta que amanezca una nueva oportunidad de darme un respiro de toda aquella basura.

Nunca le llamaré hogar a ese piso hecho una pesadilla en vida.

No soy la visita oportuna que precisamente sería recibida con los brazos abiertos en cualquier casa de un amigo o cercano con el cuál pueda contar, es más, seguramente sea recibido y espantado de la misma forma en la cuál me han echado de la anterior casa por donde anduve "visitando".

Juguemos a la dama y el vagabundo

De un momento a otro y sin dar más vueltas, tomo la dirección al único lugar en dónde sé que me lograrán tolerar aunque sea por unos cortos quince minutos restantes de madrugada.

Sin avisar y con todo el descaro de tener la certeza de que esa curiosa chica de ostentosos gustos, si me abrirá la puerta seguramente dejando un camino de reproches y cuestionamientos bajo mis pies.

Gold ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora