Aziraphale pasó sus manos por su barriga una vez más y acomodó su chaleco sobre la prominente piel que ahora se exponía.
Con solo tres meses de embarazo ya parecía un globo, y se encontraba mucho más hinchado de lo que debía... o por lo menos eso creía.
En realidad, no tenía idea de embarazos, y mucho menos de embarazos angelicales.Simplemente no era algo que explicaran en el Cielo.
Le habían enseñado a luchar, a usar armas y a defender su puesto, pero la creación era algo que solo Dios conocía, y por ende solo ella era capaz de comprenderla. Ni siquiera los humanos, a quienes había regalado una parte de su don, comprendían el poder que se hallaba en sus manos cada vez que creaban nueva vida, y por eso se aferraban a ella, perdiéndose unos en otros durante generaciones.
Nadie lo entendía, y él menos.
Él ni siquiera debería estar afrontando esa situación.La librería se sentía llena de felicidad, y podía ver destellos dorados en cada cuarto por el que pasaba. La esencia de Crowley se desprendía de su cuerpo como si fuera una de las pieles de serpiente que dejaba atrás; sin embargo, a pesar de la belleza de aquel gesto inconsciente, Aziraphale intentaba evitarlo.
El pelirrojo estaba feliz, maravillado. Encantado de que los dos estuvieran a punto de ser padres, pero él... no.
O por lo menos no de la manera que esperaba.Aziraphale se pasaba horas sin dormir, y daba vueltas en la cama intentando hacerlo. Su cuerpo se sentía pesado y le pedía un descanso, pero dentro de su cabeza miles de pensamientos iban y venían, decididos a desvelarlo.
No estaba dudando, no, solo era... no sabía lo que era.
Pero no le gustaba.-Todo estará bien, Ángel.
-¿Y qué pasa si no lo amo?
Esa pregunta había sido una recurrente en sus pláticas nocturnas, y siempre dejaba a Crowley sin palabras, sin importar cuántas veces lo hubieran hablado.
-Lo harás, ángel.
-¿Qué pasa si él no me ama?
-Él o ella... -le decía el demonio, con calma. -Te amará. ¿Cómo podría no hacerlo?
Crowley daba por terminada la conversación con aquella respuesta, y acariciaba el cabello del rubio hasta que éste se quedaba dormido, o hasta que él mismo caía en los brazos de Morfeo. Sin embargo, en las noches en que Aziraphale no lograba conciliar el sueño, bajaba a la librería y se quedaba allí, intentando estar lejos de sus pensamientos, y también del pelirrojo que yacía en su cama, que le recordaba una y otra vez que el tiempo pasaba rápido.
Demasiado rápido.Ahora, frente al espejo, se preguntaba si su hijo o hija tendría los mechones color fuego de Crowley, o quizás sus ojos color ámbar.
Sabía que lo amaría con todo su ser, pero algo dentro de él le aterraba. Porque desde que sus auras estaban mezcladas todas sus emociones se confundían, y ya no diferenciaba el odio ajeno del propio, ni era capaz de recurrir a su amor puro cuando lo necesitaba.
O quizás tendría sus propios ojos, de un azul verdoso. Su cabello, rubio, casi blanco, y su sonrisa tierna, sus mejillas sonrosadas.
Ya no se sentía él mismo, ni podía volver atrás.
Tener un hijo no sería fácil. Debería dejar atrás su vida como la conocía, y habría grande cambios, inmensos. Ahora Crowley estaría siempre allí, y permanecerían juntos por toda la eternidad. Una palabra enorme, pesada. Una eternidad.Se preguntaba qué significaba para un ser inmortal aquello.
Se lo había preguntado toda la vida.Se acarició la barriga una vez más y con un suave chasquido agrandó su camisa y su chaleco. A pesar de que su apetito no había cambiado en lo absoluto, había engordado, lo suficiente para requerir dos talles más de ropa en apenas tres meses.
Quizás era tiempo de cambiar de estilo.
Abrió las puertas de su armario y se reencontró con todas aquellas prendas que había dejado de lado a lo largo de los años. Algunas no habían resistido el paso del tiempo, pero otras se mantenían en perfecto estado, como aquel pijama de seda color azul claro que había utilizado el siglo pasado, y que había llegado a sus manos de parte de un pretendiente rico. Uno de los tantos que habían intentado llamar su atención a lo largo de su vida terrenal.
Se cambió, deleitándose por la suavidad de la tela, y se halló mucho más cómodo que nunca antes. Incluso el escozor en su piel estirada había dejado de doler, y todo su cuerpo ahora respiraba con alivio.
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Caída libre - Good Omens Fanfic
FanfictionDespués del fallido armagedón, una fuerza mayor obliga a Aziraphale y a Crowley a unir sus auras, mezclando sus esencias. Y ahora, con un demonio mucho más angelical y un ángel sintiendo el infierno en su cuerpo, ¿podrán afrontar el futuro? ¿Incluso...