Capítulo 15

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La fiesta iba a comenzar.
Pepe tendría su gran entrada a la alta sociedad, que sí bien no es algo que le importaba, lo hacia sentir nervioso.
La mansión estaba decorada y había mesas llenas de aperitivos y musica.
Conforme pasaban los minutos, la gente empezaba a llegar.

—¿Dónde demonios está el mugroso ese?.— Le cuestionó doña Evangelina a su sobrino.

—No tarda en bajar, creo que está nervioso.— Aseguró Brandon, mientras veía cómo la gente de más alta alcurnia llegaba a la dichosa fiesta.

—¿Y tu hermana?.— Preguntó la mujer.

—Dice que se siente indispuesta. Ay tía, ya sabes cómo es Martina.

—Bueno, da igual, no me sirve para nada en estos momentos.

Toda la gente ahí vestía muy elegante. Doña Evangelina incluso se dio el lujo de comprar un vestido de alta costura.
Mientras que Brandon, llevaba un traje azul marino, que hacía resaltar sus ojos.

—Hola Evangelina, buenas noches querida.— Llegó una mujer muy fina, amiga de la viuda.

—¡Rebeca, que gusto!.— Exclamó hipócritamente la mujer.— Que alegría que hayas podido venir.

—Pues, no acostumbro venir a fiestas de nuevos ricos. Pero vine, solamente porque tu me invitaste querida, si no, ni me asomo por aquí.

—¡Eva, querida!.— Otra amiga de doña Evangelina llegaba.

—¡Margarita, bienvenida!.

—Ay querida, que estómago el tuyo para convivir con un niño de la calle. — Se horrorizó la mujer.

—Ay Margarita, mi marido que en paz descanse, siempre me enseñó a hacer caridad, sin fijarme a quién. Este pobre infeliz estaba tan desamparado. Aunque claro, ahora es millonario y formará parte de nuestra sociedad.

—Ay Eva, que ingenuidad la tuya querida. Sabes bien que ni con mil fiestas, esa chusma será parte de nosotros. El ser de sociedad, es algo que ya se trae, ya se nace con la alcurnia.

—Tienes razón querida, tienes razón.

De pronto, Pepe se dejó ver bajando las escaleras.
Portaba un traje plateado y dorado con una corbata multicolor. Todo el mundo se volvió para verlo, y pronto comenzaron las murmuraciones y las risas. El traje era una exageración, y parecía más para un carnaval, que para una fiesta de alta sociedad.

—¿Pero que demonios está usando este idiota?.— Le cuestionó doña Evangelina a su sobrino, nuevamente. — ¿A caso no fueron de compras?. — la viuda seguia horrorizada al ver el traje tan bizarro que llevaba Pepe.

—Ay querida ¿De que viene disfrazado tu protegido?. — Preguntó la señora Rebeca.

—Pues... Le gustó vestirse así... Es por la fiesta.— Sonrió nerviosa.

—Pues al parecer, creyó que era una fiesta de disfraces, que horrible traje.— Añadió la mujer.

Doña Evangelina le dio un pellizco a su sobrino, discretamente.

—¿Por qué dejaste que se comprara esa monstruosidad?. — Preguntó la viuda.

—Pues el quiso ese traje. Y pues, yo solamente le di gusto.— Sonrió Brandon.

—Buenas noches doña Evangelina, ya estoy aquí y pues una disculpa por la retrasada.— Dijo Pepe, parándose frente a todos los invitados, quienes seguían murmurando.

—Tranquilo hijo... Tranquilo, no pasa nada.— Doña Evangelina intentaba mantener la calma.

—Bueno, voy a ver sí ya llegaron unas personas que invité. — Pepe dio media vuelta y corrió hacía la entrada.

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