Capitulo 21

104 12 34
                                    

Pepe bajaba las escaleras, esperando que la cena estuviese servida. Sin embargo, se encontró a doña Evangelina, visiblemente nerviosa.

—Doña Evangelina ¿Se encuentra bien?. — Preguntó Pepe.

—No Pepe, no lo estoy. Me encuentro nerviosa y agitada.— Dijo la viuda dando vueltas de una lado a otro.

—¿Pero qué pasa?.

—Ay Pepe, no sé cómo decirte esto pero... Hace horas mandé a la pelos por el pan, y no ha regresado. Me temo que algo malo le haya sucedido.

—¿Hace cuánto que la pelos salió?. — Interrogó Pepe.

—No lo sé... Tendrá cómo 3 horas. Y obviamente me preocupa porque la panadería no está tan lejos. Por favor Pepe, sal a buscarla, te lo suplicó. — La viuda se arrodilló frente a Pepe, sumida en un mar de lágrimas.

—Eso mismo haré, voy a buscarla y la traeré de vuelta. — Pepe tomó su teléfono y salió de la mansión, rumbo a la panadería en busca de su amiga.

Mientras tanto, doña Evangelina se limpió las lágrimas y soltó una risa, pero fue interrumpida por su sobrino.

—¿Por qué tan feliz tía?.

—Pues resulta que la maldita greñuda se perdió, gracias a Dios.— Se persignó la mujer.

—¿En serio eso te alegra?.— Preguntó Brandon, intentando entender la frialdad de su tía.

—Claro, esa pendeja solamente venía a perturbar mi paz. Y bueno, gracias a mi cristo bendito, esa bandolera desapareció. — Sonrió la mujer.

—¿Fuiste tú verdad?.

—¿Y qué sí yo fui? Nadie me puede comprobar nada, ni siquiera tu. Así que mejor date prisa en ya sabes que. No quiero que Pepenatas se desencante de ti, y entonces nos vamos a quedar silbando en la loma, todo por tus malditos sentimentalismos.

—¿Qué le hiciste a la pelos?.

—Nada, yo no le hice nada a esa mugrosa ¿Creés que yo me mancharía las manos con la sangre de esa mugrosa? Por el amor de Dios, yo jamás.

—Estoy seguro que tu estás involucrada y no sé cómo, pero lo presiento.— Dijo Brandon.

—Ay ya, mejor escucha con atención. Necesito que ahora sí, te lleves a la cama a ese mugroso. Lo he visto y parece estar algo decepcionado contigo, supongo que tiene que ver con hacer esa cosa sucia y pecaminosa que hacen los homosexuales.

—Pero tía, yo no quiero acostarme con Pepe. Me cae muy bien y lo aprecio, pero esto ya es demasiado, o sea, yo amo a mi Brenda. Y bueno, Pepe me ha hecho dudar un poco pero... De eso a quererlo, no hay...

—¡Cierra el hocico, imbécil! Ya te dije que no me vas a echar a perder esto. Es más, te voy a alentar a cumplir con lo que te ordené. Sí no haces lo que digo, voy a mandar al otro mundo a tu Brendita ¿Me oíste burro cabezón?.

—¡Con ella no te metas! Yo soy capaz de...

—¡Tu no eres capaz ni de lavar tus calzones! ¿Crees que te tengo miedo, estúpido? Así que más te vale que no me retes, porque la vas a pasar muy mal, y tu Brendita, peor.

—¡¿Qué acaso tu nunca sentiste amor?! ¿Acaso nunca amaste a alguien. — Brandon comenzó a llorar ante las amenazas de su tía.

—¿Amor? Yo no necesito eso. El amor solamente es para los ilusos y pusilánimes. El amor vuelve débil a la gente y los hace estúpidos. El único amor que yo he sentido, es el amor a los billetes, a las monedas, porque eso sí da la felicidad. No esas idioteces de amor y romance que se inventan en las novelas.

DELÍRIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora