Capitulo 37

89 9 23
                                    

La boda había sido un éxito, en apariencia.
La más beneficiada sería doña Evangelina.

Mientras tanto, Pepe y Brandon iban directo a Acapulco, a celebrar su luna de miel.

—Ya estoy ansioso por conocer el mar.— Dijo Pepe, mientras Brandon, miraba por la ventana del avión, absorto en sus pensamientos.— ¿Mi amor? ¿Me estás oyendo?.— Cuestionó Pepe.

—¿Ah? Si... Si... Te escucho...

—Pareces algo distraído ¿Estás bien?.

—Si, si, estoy bien. Solamente estoy algo cansado, eso es todo.— Brandon solamente pensaba en su novia y su hermana. Aunque su hermana era quién más le preocupaba. Ahora que sabe de lo que es capaz su tía, no podía estar tranquilo ni un minuto.

—Ay amor... Me estoy mareando.

—Pepe por favor, no vayas a vomitarte aquí.— Le reclamó Brandon.

—Ay... Es que esta cosa se mueve bastante... Y pues, yo nunca había viajado en avión. Esto se mueve cómo si se fuera a caer... Pasame mejor una bolsa...

Brandon suspiró en señal de frustración. Tomó una bolsa del pequeño compartimento y se la dio a Pepe.

—Toma, si quieres vomitar, haslo aquí.

—Gracias mi amor y disculpa las molestias.

—¡No me digas mi amor delante de la gente!.— Exclamó Brandon, y Pepe se quedó sorprendido.
Su ahora esposo nunca antes le había hablado de esa manera.
—Disculpame Pepe, es que estoy muy nervioso por todo. Jamás me imaginé casarme a... Es decir, yo te amo, de eso estoy seguro. Pero... No sé que hacer, yo tengo miedo por ti, por mi hermana, por... Por muchas cosas.

—Si... Está bien, disculpame tú a mi. Intentaré ser más recatado a la hora de expresarte mis sentimientos.

En el resto del vuelo, ninguno de los dos habló entre si. La tensión se hizo presente, y el viaje se tornó incómodo. Al parecer la luna de miel no iba a resultar como querían.

Mientras tanto...

—Ni modo abuela, nos quedamos sólos tu y yo ¿Qué tal?.— Se mofaba el chacal, mientras doña Evangelina lo miraba con odio.

—Maldito cerdo igualado. Muy pronto te voy a dar un motivo para reirte.— Amenazó la mujer

—Oh ¿Ya se acabó su falso amor? Creí que sostendría la mentira de que le caigo bien por más tiempo.

—No te confundas bandolero. Yo solamente amo a Pepe, a ti solamente te tolero.

—Tu no amas a Pepe, abuelita. Tu lo que amas, es su cuenta bancaria ¿O me equivocó?. — Le cuestionó con burla el chico.

—Pues no eres tan diferente a mi. Si no te importara el dinero de Pepe, no estarías aquí.— Le reprochó la viuda.

—Estoy aquí porque soy su amigo.

—Ay, que conveniente. Estás aquí porque sabes que en el chiquero ese donde vivías, solamente podías tragar basura, cómo la rata que eres.

—Me voy a encargar de abrirle los ojos a Pepe. Le juro que haré que la echen de aquí juntos a sus sobrinos, maldita arpía.

Doña Evangelina comenzó a reír nuevamente.

—Te vas a llevar una sorpresa mi pequeño ratón de alcantarilla.

La viuda tomó sus revistas católicas y se dispuso a retirarse a su habitación.

—Bruja.— Le susurró el chacal a la viuda.

DELÍRIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora