Sexting: Blue Ball (Parte III)

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Recuerdo que ese día lunes por la mañana me levanté con una extraña sensación en mi estomago, esas que te dan sólo por ciertas situaciones en las que no sabes qué ocurrirá. Sentía que en cualquier momento viajaría la bilis por mi esófago para terminar en un vomito nervioso justo en el peor momento.
Tomé un té, mi estomago estaba demasiado delicado para un café negro por la mañana, apenas le dí tres mordiscos a mi pan de masa madre y revisé los mensajes de mi celular.

"Exito hoy en tu nueva experiencia" era un WhatsApp de mamá junto a una foto de mi pequeña familia. Necesitaba todas esas buenas energías para estar preparado ante cualquier situación. Sería difícil poder mirar a mi jefe a la cara si la noche del domingo había tenido un chat desenfrenadamente sexual con él; también había acabado en mis sabanas nuevas pensando en su persona, en sus manos, sus ojos mirándome mientras me castigaba con la excusa de que algo había hecho mal, pensando en como sus labios rozarían mis pezones delicadamente. Todo estaba de cabezas en mí en ese momento, no podría ocultar el rojo de mis mejillas al verlo, menos si llegase a acordarse mí, el idiota que no supo cómo enchufar un proyector.

Ese lunes sería difícil pero estaba dispuesto a ser un mar de nervios cien por ciento emocional y hormonal.

Tomé mi chaqueta de jeans y la colgué al lado de mi morral, la mañana ya estaba calurosa, así que la guardaría para la tarde. El verano en Nueva York solía ser de esa manera, las mañanas calurosas hasta el medio día, cuando el viento comenzaba a ser frío era sólo en donde los grandes edificios daban sombra, y lego, en la tarde todo era mucho más fresco, incluso frío. Arreglé mi polera negra con las mangas cortadas, sacudí mis jeans y saqué las llaves del colgador a un lado del espejo. Era el momento.

El bus esta vez no tardó en pasar, en cuanto subí ví a las mismas personas que me acompañaban cada mañana camino a la universidad, la chica que siempre estaba concentrada en su agenda electrónica, el hombre que no paraba de hablar sobre La Bolsa por teléfono quizás con quién, los dos estudiantes que siempre se observaban pero jamás hablaban, siempre me preguntaba porqué sería así, ambos se comían con la miraba pero no eran capaz de hablarse y para hacer más extraña la situación ambos se bajaban en la misma escuela. Por mi mente siempre se creaban historias: quizá él era el popular y ella la típica chica extraña que vestía de negro y escuchaba Blutengel o Lacrimosa, o quizás habían tenido algo en el verano pasado y hoy no si continuar con eso. Esa mañana mi imiginaciñon volvía a volar pero sólo un rostro aparecía en mi mente: el de Gerard.

Aproximadamente treinta minutos después estaba dentro del edificio, frente a la recepción. En ella había una chica de cabello rubio con una camisa de pabilos blanca, labios sutilmente pintados con algún brillo y los ojos completamente naturales.

- Hola - dije luego de aclarar mi garganta, ella me observó frunciendo su ceño. Fue bastante hostil -. Comenzaré una practica en WL.

- Oh... Claro, el señor Way había dado un aviso - Desde uno de los estantes bajo el mesón sacó una libreta, buscó por las últimas hojas pasando su dedo índice por ella, hasta que dió con lo que buscaba -. Frank Iero - levantó la vista para observarme-. Piso 26, daré aviso para que te esperen fuera del ascensor.

- Gracias - sonreí -. Oh... ¿Los ascensores?

- Derecha a mitad de pasillo - volvió a sonreír.

El camino eterno a los ascensores y la odisea de no chocar con ningún oficinista que tenían en sus manos un vaso de café hirviendo, me hicieron sudar frío.

Veintitrés, veinticuatro, veinticinco... veintiseis. Apenas pude botar el aire que había tomado cuando la puerta se abrió y un tipo un poco más alto que yo me sonrió cordialmente. Vestía una camisa azul abotonada hasta su cuello, unos pantalones de vestir azul marino y zapatos muy elegantes, aún así el tipo se veía bastante joven y sencillo. De su cuello colgaba una credencial que apenas se lograba ver.

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