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Narumi agradecía tener como guía (personal y voluntario) al azabache. A sus ojos, la mejor cosa que le había ocurrido al pisar suelo nipón era haberlo conocido en el aeropuerto y entablar una pronta amistad. En sus dos primeras semanas, el oji-esmeralda la había sacado de varios apuros ¿Era posible ser tan despistada? Sí. Lo más probable es que si en el diccionario buscaras la palabra "despistada" una foto de la castaña aparecería en lugar de una definición a base de palabras. Pero Narumi no era solo eso, la mala suerte era algo que la perseguía desde pequeña. Todo lo que podía salir mal en su vida, lo hacía. 

En sus dos primeras semanas, el oji-esmeralda la había sacado de varios apuros. Desde perderse por las calles aledañas entre pasajes residenciales, perder su tarjeta de metro hasta olvidar sus documentos, el azabache siempre la socorría... Algunas veces con más ganas que otras y siempre con un regaño y su célebre frase "Si no tuvieras la cabeza pegada al cuerpo, la perderías."

—¿Otra vez, Sakuraba-san?

—En mi defensa, es tu culpa por apurarme.— Intentó defenderse sin resultados ante la serena, pero intensa mirada del azabache. —Bien, fue mi culpa.

Sí. Ahí estaba nuevamente el pobre intentando abrir la puerta de entrada al departamento, tras la castaña dejar las llaves dentro.

—Creo que te tocará dormir fuera esta noche.

—¿Akinori-kun no se molestará?

—Fuera de tu departamento, no en el mío.

—¡Akaashi!— Reclamó desde atrás causándole un escalofrío en la espina. Los mismos reclamos que su amigo de años.

—Espérame en el auto, iré en seguida.

Narumi soltó un pequeño y agudo grito  de felicidad y con un "muchas gracias" salió escaleras abajo en dirección al pequeño auto mientras Akaashi recogía las pocas herramientas que había empleado en la chapa del departamento. Sabía que su amigo no la dejaría dormir en la calle, nunca lo hacía cuando olvidaba las llaves.

—(...) Tadaima~

Okaeri~... ¿Eh? ¿Otra vez?

—Buenas noches para ti también, Akinori-kun.— Konoha Akinori, ex integrante del club de voleibol de la Academia Fukurodani. Un año mayor que Akaashi y actual estudiante de 5to año de ingeniería química.

—Si sigues así, terminarás viviendo con nosotros, Narumi-chan.

—Por favor no le des ideas.

—¡Akaashi!— Ahí estaba otra vez aquel escalofrío recorriendo su espina. El rubio soltó una risa nasal al ver a su amigo camina (prácticamente huyendo) directo a su habitación dejándolos en la pequeña sala de estar. La platica entre ambos siempre era agradable a pesar de no ser muy íntimos, pero las conversaciones sobre las curiosidades de ambas culturas no faltaba y qué mejor acompañarlas con una buena taza de té casero.


La llegada de Abril marcaba el inicio del año fiscal en el país nipón y junto con ello el inicio de las clases. Las calles ya habían comenzado a teñirse de un color rosa pálido y blanco gracias al florecimiento de los árboles de cerezo conocidos como Sakura.

Aaah!~ Caminar bajo los cerezos es tan agradable.— Canturreó mientras paseaba por aquel parque.

—¿Segura que no quieres ir a otro sitio? Luego no habrá tiempo de conocer más lugares y este parque lo has recorrido varias veces ya.

—No lo entiendes porque vives esto cada año... Ojalá existieran parques así, llenos de cerezos gigantes en Chile.— Aquel lugar era su favorito desde que había llegado a tierras niponas.

—Mañana termina el Hanami ¿Por qué no aprovechamos de visitar otros sitios y mañana regresamos?

—No hace falta que me acompañes si no quieres, Akaashi-san. Siento que he abusado de tu amabilidad estas dos semas.

—¿En serio? Quién lo diría...

—¡No hace falta que seas tan sarcástico!— Las mejillas de la castaña se inflaron tornándose rosas combinando perfectamente con los pétalos que caían y creaban una hermosa cama de color pastel en el piso.

—Pasaré por ti mañana, no es molestia.

—Sigo siendo tu coartada ¿No es así? Deberías de salir más con tus amigos. Tu responsabilidad conmigo comienza hasta el lunes, Akaashi-san ¡Además puedo moverme sola por las calles sin perderme!

—Los niños de primaria pueden, tú aún eres el equivalente a los pre-escolares.— Y ahí estaban otra vez sus mejillas infladas al punto que parecía que en cualquier momento explotaban de tanto aire que guardaban. 

Sakuraba Narumi, una joven madura y seria a simple vista, pero espera a tener un poco de confianza con ella y verás aquella fachada caer cual telón en una obra de teatro... Bueno, no es que la castaña fingiera ser alguien madura y seria. Lo era. Sin embargo, cuando se sentía en confianza no le importaba dejar salir ese lado infantil, propio de una niña.

—Si sigues inflando así las mejillas se caerán.— La molestó sacando su teléfono celular y capturando la imagen de una Narumi con mejillas infladas, brazos cruzados y espalda un poco encorvada en un plano americano. De fondo podía verse el sendero por donde se podía caminar, repleto de pétalos junto a aquellos árboles milenarios decorando los costados. —Y dices que eres una becada por excelencia académica y tienes 20 años?— Dijo enseñándole la foto.

—¡Akaaaashi!— Sí. Aquel escalofrío por su espina. —¿Eh? ¿Tienes frío?

—Vamos a comer.

—No tengo hambre.

—No era una pregunta.— Soltó guardando su teléfono y caminando en dirección contraria provocando que la castaña lo siguiera a las prisas.

—¡Nee~ Akaashi-san, espérame!

Aquellas semanas junto a la chica habían sido agotadoras para el pobre azabache. No era que le molestase acompañarla a conocer los lugares por dónde debería de moverse para llegar hasta el campus sin problema de perderse, para nada. El hecho era que aquella castaña tenía energía de sobra día y noche y Akaashi había perdido aquel ritmo demandante de preparatoria. Sus tranquilos días sentado en algún café literario leyendo algún libro de interés propio habían sido arrebatados por largas salidas turísticas a sitios un poco más ruidosos y de largo andar.


EDITANDO // Del otro lado del mundo [Bokuto Kotaro x OC] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora