3. El señor McGregor.

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-- Capítulo 3. El señor McGregor--

2 dediciembredel 2014.

- No está la bala -susurró Swallow cuando se dio cuenta de que Thomas estaba a un paso de ella-. Ha arrancado la bala de la pared.

Thomas frunció el ceño. ¿Qué significaba eso?

Colocándose al lado de la joven, los dos contemplaron un agujero del tamaño de una moneda y poco profundo. Por el alrededor de la marca estaba manchada de un color negro, que seguramente lo hubiese causado la pólvora del arma.

Era raro que el asesino se tomara tantas molestias en ocultar cualquier rastro que la policía pudiese investigar. Lo común era recoger los casquillos del arma, que por cierto también se los habían llevado, pero nunca la bala. En ese momento solo podían esperar a que el forense extrajese (si había algo) el objeto de su cabeza.

Los dos no se movieron ni un pelo, estaban atontados por culpa del panorama, además de que se encontraban en otro lugar, pensando. Para Swallow este era el primer caso en el que participaba directamente y no a través de una pantalla, y Thomas hacía ya más de seis meses que no estaba en sus mejores condiciones, tanto físicas como mentales.

¿Estarían echándose atrás en vista de que la investigación iba a ser más difícil de lo que creían?

No, claro que no. Este era el momento de ambos para triunfar. Si resolvían este caso lo antes posible, era probable que los antiguos jefes para los que trabajaba Thomas, escuchasen sobre lo bien que había actuado este y lo volviesen a contratar en una comisaría de Londres.

Swallow que estaba perdida en un rincón de sus pensamientos, se giró sobre sus pies para quedar más o menos frente a su compañero. Con un ágil movimiento lo apartó de su camino y estiró el brazo hacia donde estaba el cuerpo sin vida. Colocó su mano en forma de pistola, llevando los dedos meñique y anular al centro de la palma. Cerró el ojo izquierdo como si estuviese haciendo un guiño permanente y gracias al dedo pulgar que estaba levantado, calculó desde donde había disparado el asesino.

Con grandes zancadas, la joven se alejó del pequeño hueco de la pared. Thomas se había quedado estupefacto en su sitio, mientras su compañera intentaba averiguar el lugar de donde procedían las balas. Pero al igual que él, los otros inspectores estaban asombrados. No tenía mucho que ver con lo que acababa de hacer Swallow, sino que tanto Thomas como ellos creían que la joven no sería capaz de aportar nada a la investigación. Ellos pensaban que Swallow solo se encontraba ahí por su cara bonita. Nunca creyeron que ella iba a coger el toro por los cuernos y ser de gran ayuda.

Un chico relativamente joven se situó en el lugar que había dejado Swallow y marcó con una cinta de color amarillo brillante el pequeño hueco en la pared, para no mucho más tarde, hacer una foto. Necesitaban todas las pruebas que fueran posibles, porque tal y como iban las cosas en ese momento, estaban bien jodidos. Solo faltaba que el asesino hubiese lavado los cuerpos en la ducha para limpiar todo lo que pudiese incriminarle.

- ¡Fuera de esta habitación! -ordenó Swallow haciendo que todos pegasen un salto.

¡Vaya! Hasta Thomas se había sorprendido de que la muchacha se hubiese impuesto ante todos los policías. Por toda la confusión ninguna persona se movió, haciendo así que a Swallow le fuese imposible ver el agujero que había en la pared.

- ¡Ya la habéis oído! -gritó su compañero-. No sois más que un estorbo ahora mismo. No quiero a nadie aquí. ¡Fuera!

Las diez personas que estaban rodeando al cuerpo del señor McGregor desalojaron el salón como si fuesen una estampida de búfalos corriendo por sus vidas. Ellos no querían enfadar a Thomas, ya que siempre que lo estaba -que solía ser más a menudo de lo que él reconocería- hería psicológicamente a quien pasase delante de él.

Días de invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora