Omutsu Boy: Prólogo

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Llegó de un largo día de trabajo. De esos que todos hemos tenido alguna vez. Deseamos que sea el último, pero en el fondo sabemos que hemos sobrevivido a días peores. Al menos él tenía a alguien esperando su llegada a casa, y el momento en el que sus miradas se encontraron, todo el esfuerzo valió la pena. 

Ella lo miraba como nadie jamás lo había hecho. Con todo su encanto y la belleza que sus ojos verdes como esmeralda podían engendrar, y él lo sabía. Lo cautivaba el hecho de que podía entregarse completamente a ella y sería recibido con los brazos abiertos. Y hoy no sería la excepción. 

Sus brazos rodearon la espalda del hombre, sus manos se dirigieron hacia su pantalón y se percataron sin sorpresa alguna del detalle especial que él había tenido hacia ella. Sus labios en forma de beso se impregnaron en el cuello de él. 

"Veo que me guardaste una tarea, ¿pensaste en mí mientras lo hacías?" Preguntó la rubia a su esposo. "Toda mi vida" Le respondió. De pronto, la conversación cambió su tono seductor hacia uno más casual, no por eso menos romántico. 
Ella le preguntó si había tenido un día muy pesado, mientras ayudaba a quitarse las prendas de su marido, ahora pesadas por el cansancio. Él contestó que los números en su departamento no cuadraban con los resultados anuales, por lo que todo el equipo bajo su cargo tuvo que revisar las cuentas del año entero hasta resolver la situación. Mientras uno hablaba y la otra escuchaba, la ropa del hombre se iba extinguiendo. 
Cuando la platica se terminó, el hombre se vio reducido a un bebé que sólo llevaba puesto un pañal mojado. 

Él se recostó sobre una colchoneta mientras que ella le hizo mimos recorriendo su cabello con los dedos. Antes de atacar su tarea, la mujer se abalanzó con una mirada tierna sobre su amante. "Te amo, Yui" Aquellas palabras fueron el resultado de un día extrañándose y una mirada honesta exageradamente verdadera. "Ahora, sé mi bebé".

Ambos amantes se vieron envueltos en el papel de la protectora y del protegido. Confiándose mutuamente sus verdaderos rostros. Sumergidos en el cuarto de juegos que habían instalado en su hogar, acurrucados en la cuna tamaño individual, siendo uno del otro. Sus corazones permanecieron a la vista para siempre. 

.                    .                   .

"Amor" -El hombre cortó de tajo el momento- "Realmente tengo mucha hambre".
"Cenemos entonces" Respondió la mujer con su hermosa sonrisa. 


FIN.


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