Carolina del Norte es quizá uno de los estados donde podía tener mayores posibilidades de disfrutar días soleados. Se caracterizaba por sus inviernos suaves y largos periodos de primavera y otoño. En cierta manera lo hacían sentir como en casa, pues el clima del lugar era como las noches frías en Caracas y lo calurosa que podía ser la Isla de Margarita cuándo vacacionaba. Combinado con la modernidad y los sitios rústicos; la denominaba pintoresca. Siempre había algo nuevo para ver en cada rincón transitado.
El café de la mañana era su ritual casi sagrado, siendo que aún no se acostumbraba al horario y a sus cortinas; las cuales filtraban tanta luz, al punto de hacer que una bofetada pareciera doler menos, no le quedó de otra más que levantarse y dirigirse al baño para lograr un aspecto decente de sí mismo.
No fue su mejor trabajo, pero se esforzó en ocultar los vestigios de una semana de insomnio y con eso tenía suficiente. Tampoco era como si tuviese algo mejor que hacer viendo su reflejo demacrado en el espejo cual fanático. Leonardo prefirió no darle más vueltas y salió a la cocina para hacerse con una taza de agua caliente donde volcó un sobre de café instantáneo, luego, agregó un poco de leche.
Siempre disfrutaba ver como ambos ingredientes se fundían; lo antes blanco se convertía en un suave tono pardo qué, tras el primer sorbo a Leonardo transmitía paz. Actitud que arrastraba desde la infancia cuando su abuelo le ofrecía tomar café juntos sin importar que para ese entonces, fuera un mocoso de siete años.
Claro que ahora siendo escritor su adicción estaba de alguna manera respaldada. Su profesión requería vilo y uno más uno daban dos; no obstante, eran estos mismos factores los que estaban jugándole en contra. Leonardo no estaba durmiendo bien, tampoco había logrado escribir un solo párrafo digno y ojalá fuera por consumir tanta cafeína.
Con la taza calentando sus manos y la bata cubriendo su cuerpo, salió al pequeño balcón de su habitación para admirar la vista. Si comparaba su vencindario con el suyo en Caracas, poco tenía del gran movimiento que mantenía en zozobra a cualquier venezolano. Terminó la taza y se dirigió a la cocina para lavarla, suspirando. Tendría que haber en algún lado un manual no escrito del porqué la hora de fregar platos era para el cerebro, el mejor momento de introspección ¿Por qué se tenía que pensar tanto con solo una taza y reflexionar tu vida entera al finalizar una comida familiar?
Volvió a recordar ese día. Se disponía a comprar una entrada para Animales Fantásticos y se topó con Rafael Duvrá; ambos estaban solos. La cita del chico de 27 años no llegaría y Leonardo la mayoría de las veces iba por su propia cuenta. Mucha culpa de esto tenía aquel profesor de la universidad que les recomendó a sus estudiantes, incluyéndolo, que la mejor forma de conocerse a sí mismos era experimentando situaciones que te sacaran de la zona de confort: ir solos al cine, salir por un café o ver el atardecer. Desde entonces, eran contadas la veces que Leonardo asistía en compañía.
''Si no vino, pues que se joda. Yo necesito ver esta vaina'' Aquella fue la frase que rompió el hielo entre ellos. Provocando que Rafael lo enfrentara con cara de pocos amigos. Bastante adorable para su metro sesenta. Esa tarde se convirtió en la cita de reemplazo y esa noche, en el primer hombre que tomaría el cuerpo del chico. No todo fue color de rosa luego de eso.
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Déjame Verte
Short Story[COMPLETA] "Busco compañero de habitación preferiblemente hombre. El interesado debe reunirse conmigo para hablar de la única cláusula que no escribiré aquí..." Aquel anuncio captó la atención de Leonardo Rivera por las intenciones incorrectas; él...